Viaje al centro comercial
El centro comercial
es una maqueta a escala
una Ciudad dentro de otra ciudad y otra ciudad
-matrioska urbana-
y el poeta coteja entre dos modelos alternativos
/ -ismos/
de pan de molde:
integral o con semillas.
Al fin pude entender la democracia
y el hambre.
Los supermercados eligen al indigente corporativo
y es el indigente el que quiere que sea supermercado
la corporación.
Seguridad privada y aparcamiento exclusivo
y estanterías cargadas con los libros del momento
preparadas para el fósforo
público.
Misterios del product placement
bestsellers, ferretería y motor
a escasos pasillos de distancia.
Pude probar turrones, cavas y jamón recién cortado
por amables señoritas que aprovechan la navidad
para llevar regalos a sus sobrinos.
Y no lo hice.
Decidí probar tus labios en mitad de la sección de conservas
y escuchar villancicos
que ocultaban el dedo acusador,
ahí va el poeta
repetían los matrimonios
en busca de urgentes regalos con los que salir del paso.
Admiré la precisión de los descuentos
y cómo la distribuidora conocía nuestras preferencias.
/anuncios de Facebook/ mensajes cifrados por Google Adwords
Admiré las luces y los precios contenidos,
el ímpetu de la cajera y su gesto cansado
a última hora de la tarde.
Su edificante amabilidad para con nosotros,
para con todos sus semejantes.
Dinero de plástico para comprar sonrisas.
Niños estúpidos en el pasillo de congelados
y un deseo incontenible de resolver el problema por la vía rápida
-error, terapia, violencia explícita-
velocidad estable con variación de + – 1
¿Atropello u homicidio involuntario?
Las leyes y el derecho romano son inescrutables.
Pero es navidad y el buenismo acecha,
/invita
por eso me salté la señal de stop
y busqué tu mirada cómplice:
Arropándome.