Roberto Guareschi: Los gritos del agua (fragmentos)



PRIMERA NOCHE     



Se me apareció muerto una noche y se sentó a mi lado en el paredón de la costanera como si nos hubiéramos visto ayer. Un ángel mojado. Nos quedamos balanceando las piernas en silencio a pocos metros del agua frente a la oscuridad. Creo que eso nos sirvió para acercarnos después de tantos años y hablar las noches siguientes de las cosas que habíamos vivido. El río y la basura sonaban contra el paredón; botellas de plástico, maderas astilladas, un forro con un nudo y una paloma muerta.
Se llamaba Carlos . Lo había conocido en el colegio nacional. Unos años más tarde el periodismo nos reunió en una revista para militantes. 
(...)



SEGUNDA NOCHE



Carlos empezó a hablar apenas llegó:
Hay un lugar en el fondo del país
donde estamos esperando
sin esperanza y sin nombre. 
Allá no hay tiempo
hay silencio y vacío.
Somos fantasmas alaridos
flameando en un bosque líquido
como náufragos sin cielo y sin fondo
somos el agua de la ciudad
continuamente reciclada 
y simpre oscura
agitamos el río y forzamos las mareas pero
cada vez menos gente escucha los gritos del agua

Se quedó mirando el resplandor rojizo de la ciuidad en el cielo. Me contó que había estado más de  un año y medio en cautiverio en una escuela militar.

Una noche por semana
nos reunían y leían una lista:
quince o treinta 
elegidos drogados casi muertos
en un avión que abre el buche y los vomita.
Vivíamos de a quince días. Yo rezaba plegarias inventadas
apretado al rosario que me dió una compañera
pero un miércoles dijeron mi nombre.
Esperé en fila frente a una puerta blanca
como un consultario;
sabía pero no quería creer.
Me desperté desnudo
en un piso de metal
con el cuerpo en declive 
hacia un agujero
en un ruido de engranajes rotos.
Vi uniformes de fajina
y puños que querían borrarme
sentí que me alzaban
me agarré a un borde
y se me rompieron los dedos.
Inmóvil en el aire
el agua voló hacia mí
abierta como una boca
y me envovió en silencio.
Perdí el cuerpo.
Lo vi irse con los brazos abiertos
no era una cruz
era una flecha derivando
se disolvía en el río
buscaba otros cuerpos en los poros del agua.
El río tiene el lomo de una bestia
y galopa en el fondo barroso
con el sudor blanco de los caballos.
(...)



CUARTA NOCHE



(...) Entonces llegó Carlos, una silueta transparente en los relámpagos. Me contó que había estado en el parto de Norma, una amiga nuestra. Ella le había pedido a los milicos que Carlos la tuviera de la mano todo el tiempo.

Fue así:
no gritó no lloró
pero cada vez me apretaba más fuerte.
Estaba encapuchada
y yo con cadenas en los pies
hubiera querido mirarla a los ojos
pero solo veía su respiración sin ritmo
mojando la tela negra donde estaba la boca.
Ni pujando se le escuchó la voz. En eso
un tipo se le sienta en la panza
camisa militar
aplasta
otro se mete entre sus muslos
arranca un cuerpito amoratado y dice:
Para la criatura
salvación y vida,
para la madre
final.
Era una nena
la pusieron sobre una mesa de metal
y se largó a llorar.
Norma volteó la cabeza
imaginé que sonreía.
Es mujer le dije al oído y cantó:
Arroró mi aurora
arroró mi sol
corazón herido
recién nacido.
Ahí me dió su rosario.
La pasaron a una camilla
y miré para otro lado.
No quise verla desaparecer
en el pasillo. 
(...)






Los gritos del agua, poemas
ROBERTO GUARESCHI
(1945, Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Fuente: "Los gritos del agua", Ediciones del Dock, 2022
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