Alberto Cisnero: Alcanzados por la gracia de las pequeñas cosas

Recherche, Cisnero


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siempre tuvimos un fantasma en el cerebro.  
escribimos para alguien imaginario. ¿hablamos  
solos? dicen que sí. recordamos el verano.  
el mes de abril. tal vez alguna palabra, un golpe 
sordo y breve en la tierra. ahora te recuerdo,  
decimos. pero no oímos más que la pluma 
royendo el papel. respuesta incorrecta, 
decimos; no hay recompensa para esto.




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comprendemos el significado de la palabra greda 
y no conocemos la paz. qué será de nosotros 
alcanzados por la gracia de las pequeñas cosas, de reír 
demasiado o demasiado pronto. qué de cruzar
un puente de piedra en contacto físico directo 
con dos impostores. no sería nuestro sueño perfecto. 
ni se pareció a otro recuerdo. tampoco lectura 
para el prójimo. algún día el personaje de un libro 
le va a contar nuestra historia a un extraño mientras 
los dos esperan en aquella estación la llegada del tren.




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no sólo te interesaba el humo de tu tabaco, 
no sólo barrías delante de tu puerta. 
tampoco te dedicaste a conceder entrevistas
por subalternos motivos de publicidad,
ni a apoderarte de una tesis, de tus penas 
sentimentales y tus malas digestiones 
para intentar un libro social. o de realismo 
sucio destinado a jóvenes ociosos y educados
(que hacen, hicieron o harían sus pogromos, 
su aguda selección de amigos y secuaces, 
en el desbande de banderas, conchabos 
y subsidios del erario). y esperabas muchas 
aventuras de la vida. con sereno esplendor. 
para que no se apagase el sol y la continua 
dilación del azul. desde el año diez de la república, 
decimoctavo mes de ventoso, veintiséis 
de febrero, diez y media de la noche.



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hablemos del río, de la primera vez 
que nos asustó la absenta, de tu amor 
taciturno y siempre amenazado. de tu amor 
a cualquier costo. mientras sonreímos, 
como una vieja lección aprendida,
mientras se marchita un ramo de violetas, 
en un vaso, a nuestro lado, entre el papelerío. 
y la firme suavidad de un cuerpo joven
nos llena la boca de saliva. habrá quien dirá: 
ya no leemos poesía, excepto a Wilde. despedirse 
en la realidad era esto. sólo un candil encendido 
y su tristeza correspondiente. al final no 
aprendimos ni olvidamos. sólo guardamos
el debido silencio.






De: "Mi recherche", Barnacle 2022
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