Tren nocturno por el Brennero
¿Por qué debería parecernos tan extraño
estar retrocediendo,
dejar Alemania, mientras las horas cambian,
con toda la historia
en reversa, los pasajeros que duermen
sobre ruedas engrilladas, y todo el mundo a oscuras?
Era pasada la medianoche cuando salimos.
Los cohetes de Año Nuevo se apagaban
en las calles de Munich — el desorden del festejo,
los petardos, el vidrio roto,
y doscientos años de revolución
tardando en irse, como un olor a azufre en la nariz. . . .
El guarda tose en el pasillo, toda la noche.
Puede quedarse con nuestros documentos
si a la mañana nos los devuelve
sellados. Nuestro único deseo
es dormir en la paz del calor corporal
—¡que ninguna antorcha brille entre nosotros!—
mientras otro descifra por los reflejos
las luces que se mueven,
la dirección verdadera del tiempo. . . .
Los Alpes no nos importan —
Innsbrück, Brennero, Bolzano. Un sordo rugido
al pasar por cada túnel —
Las cumbres de Europa
siempre nos parecieron frías. Mejor soñar
con Munich y sus luces navideñas
o los maniquíes de Florencia,
ante uno de los cuales despertaremos seguro
por la mañana, después de una eternidad.
Cerca del alba, el sonido de voces —
Una estación desconocida. ¿Cuánto estuvimos aquí?
¿Una hora? ¿Una noche? ¿Doscientos años?
Palabras en italiano por un megáfono
‘. . . .Bologna, Firenze, binario tre . . .’
A la deriva en la oscuridad. Mil novecientos
ochenta y nueve fue y pasó —
Las alturas están a nuestra espalda.
Los primeros vendedores empujan sus carritos,
humeantes, por la aurora del Día Uno.
Dos vagabundos, un empleado ferroviario,
bajo la luz de un bar de la estación,
beben su trago amargo. Por un instante
la vida es igual para todos nosotros,
con cara de sueño, en el amanecer de la humanidad.
Harry Clifton, (1952, Dublin, Irlanda)
Traducción: Gerardo Gambolini
Imagen: www.iristimes.com
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