Hospital de ojos
–Santa Lucía, déjanos ver.– Aquí donde esperamos todos
de cincuenta números antes, aquí, Santa
permítenos en la espera –a mí, a los otros– cierta dignidad en bordes
poco limpios inhóspitos
rincones éstos de la pública
salud y heridas
por trabajos varios, soldadoras o astilla
que es vidrio en tu ojo. Permítenos sí
ver claro cómo
esto alcanzaría para todos. A la espera con números
imposibles del cien al dos
diez cuánto
habrá más que esperar para ver? Alcanza con el verde
pleno de febrero y alcanza para más
éste estar acá. Guardia
médica en filas iguales: mi orzuelo y el pañuelo
sangrante del hombre viejo. Son de fajina
sus pantalones y uniforme, aquí
donde también él
tendrá sus sueños cuando espera y vos
al lado le tendés otro pañuelo. –¿Es rojo
esto que veo? ¿Tiene el dolor
algún color?– “Santa Lucía, que estás aquí
hecha por nosotros –para nos– los que en fila
esperamos qué salvación: déjanos ver un probable
tiempo para todos
donde también este penar
tenga su sitio sin apostar al empuje
del otro para hacer lugar.” Y hay algo
definitivo de barco hundido aunque alcance
el gesto alcanza, decinos vos Lucía, para en el otro
ser nosotros y así
la luz completa de febrero
no se opaque ni se sostenga más
esa regla del pobre
para otro pobre aplastar. Acá, donde parches hablan miradas
cuando no estamos ahí
donde queríamos llegar. Qué, Santa Lucía, nos podrá ya
justificar. Lavandina más espadol, el alfajor que la nena
come inquieta en un rincón. Ciento
sesenta y ocho escrito en digitales rojos, suspiros
de la impaciencia al fastidio porque nada
logra a veces ligar en dolor, ni siquiera
cierta redención. –Pero estalla afuera esta mañana
única de febrero, cualquier posible
caminata al sol, el mismo aquí, en esa
clínica privada siempre aséptica y no
la salud no se paga
no debiera negociarse eso: nuestra debilidad ante los cielos.– Santa
Lucía Santa, recuérdanos que nosotros
y los otros igual moriremos. Y alcanza
con alcanzarnos unos a otros debiera, Lucía
ser suficiente aunque la madre
da un bofetón a la nena, en esta calma chicha
tan parecida a sala previa
del huracán que borre toda
espera pero no. Vos
aquí ayúdanos a ver, no el ojo emparchado de la nena
sino que a ver
Vinimos aquí lucía: solamente a vernos, los unos
en los otros ya que éste
espacio alcanzaría para todos
cuando casi esa mano
del hombre herido sobre el hombro
blando de su chica alcanza
también estas entrañas, Lucía aquí
vos despierta con nosotros.
De: "Plaza Real", 2004, Ediciones La Bohemia
Imagen: sigamosenamoradas.blogspot.com