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Hérib Campos Cervera


Testimonio     


I  

No sé: yo no podría nombrarlos de otro modo 
que enterrando en las venas sedientas de la pólvora 
sus simples iniciales de símbolos caídos. 
  
Este que está a mi lado, redimido de luces, 
palpando espesos muros de abrumados silencios; 
o aquel en cuyos párpados 
se demoró el relámpago del plomo,
no fueron al estrago, no acudieron al riesgo
mortal, ni al alto duelo
contra el nivel pesado del agua traicionada;
no se echaron de bruces detrás de la pequeña
frontera de sus huesos
para vestir de mármoles y nubes
la fragorosa arcilla combatiente
de su dulce estatura.

No serviría de nada labrarles una máscara
a quienes desde siempre
nacieron y habitaron entre chispas de piedra.

No. Eran otros los rumbos que imantaban los pasos
de estos inaccesibles guerrilleros del alba.
No fueron al encuentro de una selva de bronce;
no buscaron metales solemnes, no quisieron
anchas investiduras, ni charangas, ni cantos.
Simplemente
bajaron a morir para dejarnos
otro tiempo más limpio y otra tierra más clara;
algún laurel más alto y un aire más sencillo;
otra categoría de nubes y otra forma
de dar un aposento, de nombrar una cosa;
o acaso otra manera de abrir una ventana
para llamar al Día del Hombre Venidero.

¿Cómo escribir siquiera la cifra que llevaron
sin lastimar el polvo de sus nombres?

No puedo hablar de lágrimas
frente a esta primavera de espigas derrumbadas,
porque ellas no besaron las márgenes del llanto
en esos días inmensos en que el rayo buscaba
nada más que la talla del Hombre para herirla.

Si hoy nosotros estamos de pie sobre este cieno,
es porque el firme fuego de todo aquel calvario
trabajó los cimientos de este cieno.

Si mañana tocamos la espada del rocío,
es porque ellos tendieron un puente hasta el acero
y nos dieron su trigo, sus hondos minerales
y el Norte y la medida del camino.

HÉRIB CAMPOS CERVERA (1905, Asunción, Paraguay / 1953, Buenos Aires, Argentina
Fuente: Zenda Libros

Elvio Romero


Tormenta     




La noche ha sido larga. 
Como desde cien años 
 
De lluvia, 
de una respiración embravecida 
proveniente de un fondo de vértigo nocturno, 
de un cántaro colorado 
Jadeando en la tierra, 
el viento ha desatado su tempestad violenta 
sobre el velo anhelante de la ilusión 
Efímera, sobre los fatigados menesteres, 
y tú y yo, en la colina 
más alta, 
en el rincón de nuestros dos silencios,
abrazados al tiempo del amor, desvelándonos.

Deja que el viento
muerda sobre el viento.

Yo te cerraré los ojos.


ELVIO ROMERO (1926, Yegros, Paraguay / 2004, Buenos Aires, Argentina)
De: www.grandespoetasfamosos.blogspot.com

Poesía paraguaya /Jacobo Ruskin

Jacobo Ruskin,poetas contemporáneos latinoamericanos

Tareas tan inútiles como la poesía




El río crece, el tiempo no ayuda.

Rema, rema la luz bajo la lluvia.
Que me perdone quien se sienta herido,
los inundados son del río, de nadie más.
Clavan techitos de multiflex,
de flexiplor, paredes
de un más que servicial cartón
o se dan por entero a otras tareas
que de por sí tampoco arreglan nada.
Y justo cuando nada se arregla,
cuando la noche habla de tregua
y enciende su esperanza, su lámpara
de veinticinco vatios gratuitos
en un barcito de morondanga,
se vive un apagón, se oculta el río,
se oculta la ciudad que ocupa el río.


JACOBO RUSKIN (1941, Villa Rica, Paraguay)

De: festivaldepoesiademedellin.org


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