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Rogelio Ramos Signes: La terrible inocencia

Cuando la vida no sea vida   




No soy rápido con las preguntas, 
tampoco con las respuestas. 
Soy rápido para hacer silencio, 
para quedarme callado antes que los demás, 
para hacer uso de mi derecho 
a permanecer con la boca cerrada, 
con las cuerdas vocales en reposo.
Soy rápido para no decir lo que otros dicen,
para callar en medio de la barahúnda.
Sólo sé decir “permiso” y “por favor” y “gracias”.
Eso me permite hacerme entender sin esfuerzo
en cualquier lugar donde me encuentre.
Eso me permite ignorar otras lenguas
por dominar la mía hasta el silencio.
Así voy preparándome sin apuro
para cuando la vida no sea vida,
y el ruido y todo este cacareo ya no tengan sentido


La vuelta



Ella siempre elegía alguna mesa cerca de la ventana;
yo mentía estar de acuerdo, pero me sentaba a la sombra.
Ella pedía un café liviano; yo, un café pesado, 
pesadísimo;
un café al que le agregaran toda esa fuerza
que le sacaban al de ella. Nos complementábamos.
Yo limpiaba mis anteojos con el faldón de la remera
y ella jugaba a enojarse por mi vulgaridad.
Así pasaron 15 años y 6 meses, más 11 noches terribles
hasta el lluvioso día del adiós, en octubre. Sí, en octubre.
4 años, un mes y 17 días después volvimos a 
encontrarnos
—los almanaques tienen esas precisiones tal vez 
innecesarias—
pero ya no éramos los mismos. Habíamos perdido la 
alegría.
Ella ya no bebía café liviano, sino cargado, muy espeso;
y yo limpiaba mis anteojos con esas gamucitas
que te regalan en las ópticas


La terrible inocencia




No soy William Blake
pero sé que este hueco es La Puerta.
Aquí comienzan los sueños
y concluyen tus miedos.
No es una puerta inmaterial
abierta al vacío,
es el vacío en sí mismo
abierto a lo imposible.
Sobre la gramilla pasta un gamo.
Sobre el gamo: la noche y otra puerta



Aniversario




Y de pronto
sin darme cuenta
me volví viejo
y me sentí cansado
y no reconocí mi cama
y busqué huellas
donde ya se habían borrado
con un quitahuellas
fabricado en Corea
y un ridículo pajarito
llamado Manantial
pasó volando
a ras del tendedero
con un cartelito en el pico
que decía “c’est fini”
y puse un disco de Los Beatles
y lloré,
y alguien corrió en el patio de tierra
(sin consuelo)
gritando que la abuela se moría.


Inventario




Hay una noche oscura llena de barcos.
Hay un cuerpo mío cansado
por asientos de madera sin brazos
y hay dos muchachas con tapados marrones
haciendo limosna de sus vidas
en un cine suburbano.
Hay una puerta desvencijada llena de barcos.
Hay una risa insolente
hiriendo sin compasión mi falta de credo.
Hay un sol entre abedules
y una selva
y una lluvia
y una espina sin espinas
y una tarde.
Hay diez agendas con anotaciones llenas de barcos.
Hay diez agendas con poesías
consultadas por verdugos estivales
desde un puente.
Hay tres jóvenes bañistas llenas de barcos.
Hay un contrapunto de garfios,
anatemas y ropas interiores.
Hay un escritor sudamericano lleno de barcos.


Eleanor Rigby y otro poemas, poesía argentina actual
De: "Eleanor Rigby y otros poemas", Editorial Eos, 2021
Otros poemas de ROGELIO RAMOS SIGNESaquí

Rogelio Ramos Signes: El viejo tren salitrero, que ya lleva cien años detenido


Detrás de esa ventana


a Romina Campos


Cazadores prematuros hablan de lagartijas
y algo se estremece en tu piel
acostumbrada a cremas de lejana factoría.
Recolectores tempraneros juntan hongos negros
pero tu dieta pide semillas que ya nadie comercia.
¿Y qué hacemos entonces, princesa imaginaria,
si el chasquido del mar se diluye en el trayecto
y no terminas de cocinar esa albacora?

El viejo tren salitrero, que ya lleva cien años detenido,
puede entrar en la estación en cualquier momento
y tienes que cargar tu valija con libros. ¡No lo olvides!

Señora de la Inmaculada Concepción
suéltanos una lluviecita esta noche,
algo que desbarate esta niebla homicida
que desbarranca autos en la carretera.
Señora de la Inmaculada Concepción
cómprate algo liviano en la feria y tolera nuestra alegría
que mañana es sábado, y detrás de esa ventana
hay una niña soñando música.


Rogelio Ramos SignesOtros poemas de ROGELIO RAMOS SIGNES, aquí
Enlaces:
Letralia: Entrevistas Adamar

Rogelio Ramos Signes



Paredes de la prisión




En las oscuras márgenes de esta estrofa o de otras
descansa el universo.
Yo (nieto de inmigrantes)
tiendo las camas,
perfumo los ambientes,
busco en vano quien despierte tanto sueño,
pero nada es campana
en este cuarto empapelado de imprudencias.
Tiritando de envidia
desmadejo conceptos que a todos pertenecen
y es muy burdo mi plagio
entre ancianos dementes que suplican ver un nuevo día.
En las escalinatas travertinas que conducen Allá Afuera
agoniza la lluvia.
Yo (pequeño comerciante)
levanto cielos imaginarios
en honor a imaginarios temporales,
pero es poca pantorrilla
esta columna que sostiene los Tinglados.
Presintiendo truculencias,
monto guardia con armas antiquísimas
que habrán de llevarme a la derrota,
mientras alguien suspira en la borrasca
y yo me entrego.
Agrietando las paredes de la prisión donde sucumbo
sólo viene a consolarme
                                        prepotente
el eterno rock & roll de los que siempre esperan.


(Del libro “Soledad del mono en compañía”)



Cuando aúlla el viento zonda




Recostada a oscuras sobre la cama de siempre
      sin blusa
      sin revólver
      sin proyecto
teme que el techo se derrumbe en su ombligo
y la tía dormida se largue a los gritos.

Contra las paredes calientes que miran al campo
      y a la altura donde los murciélagos
      prueban la eficacia de sus radares
imagina en detalle la taza de café
derramándose sobre el libro de Pavese.
“Viento maldito” dice entre dientes.
“Viento de fuego”
pero ni siquiera intenta cerrar las ventanas.

Fingiendo no saber que ya es la medianoche
      hora en que la soledad se define por sí misma
descubre que no tiene los dedos suficientes
como para una contabilidad exacta
de sus arrepentimientos.
“Mamá, mamá
      -susurra mirando el techo donde crujen las vigas-
aquel muchacho no era lo que parecía.
El amor toma formas caprichosas
cuando el calor es tanto”
pero tampoco le alcanzan los dedos
para contar los años que su madre
ya no está en este mundo.

Recostada a oscuras sobre la cama de siempre
      sin blusa
      sin revólver
      sin proyecto
(si se quiere, a resguardo de una ciudad mortecina
sitiada de crímenes)
mide en kilómetros
la distancia que la separa del cajón de los remedios
      simple cajón desbordado de trágicas propuestas
junto a la puerta donde sólo llama
el viento zonda que aúlla enardecido.

(Del libro “Soledad del mono en compañía”)



Ojos claros




Buscando el fresco en las partes más umbrías del viejo edificio
(como a una cápsula de vida en medio del infierno de la siesta)
la carnosa novicia se masturba por segunda vez en el día.
Lo ha conversado con Dios, y al parecer le ha dicho que bueno,
por lo que ya no es un secreto.
“Los hombres son bestias que suceden en el mundo”
se dice mientras trabajan sus dedos laboriosos
“energúmenos que se ufanan hasta de su ignorancia,
seres horizontales que se cotizan por centímetros,
¡Escoria y carne!” grita, y cuando grita “¡Carne!”
sus nalgas tiemblan sobre la fría textura de las mayólicas.
Es un poema que ella improvisa para ayudarse:
sin poema no habría orgasmo y sin orgasmo no habría ella,
así de simple.
Frente al espejo donde sus superioras ya ni se miran
la carnosa novicia ensaya gestos que pertenecen al mundo,
minuciosa exploración de sus senos
(este ganglio, aquel poro dilatado),
axilas depiladas hasta el límite
en que el terciopelo se transforma en seda.
En lo lento de sus parpadeos, en cada beso suyo sobre su propio brazo
los hombres de la tierra (esas bestias carnívoras que viven en los sueños)
inclinan sus cabezas, uno a uno, frente a la misma guillotina,
frente al mismo almanaque de Los Alpes nevados
donde ella seca su transpiración mientras resuella.
Ya se sabe que las mujeres de ojos claros también se quedan solas.

Reescritura del poema perdido “Reflejos de una monja orinando en un balde”
(Del libro “La casa de té”)


La mirada cómplice




Párate frente al espejo
sin miedo, sin ropa, sin complejos.
Acomoda el orden vanidoso de tu pelo
con algún ademán copiado de tu padre.
Como si fueses tu hermano,
ensaya un gesto de vigor.
Aspira profundo. Mira de soslayo.
Perfúmate las axilas y no sufras.
Es tu madre quien te mira desde el espejo.
Todo está en orden.


(Del libro “El décimo verso”)



Pin up siglo XXI


Le pregunté qué vamos a hacer esta noche. Ella dijo: “Cahuenga
Langa-Langa-Shoe Box Sopa”. Pienso que será mejor seguir intentando
hasta que lo hagamos bien. Tala mala Sheela Jaipur dhoop.”
(Traveling Wilburys, en “Margarita”)




Ella era una de esas chicas que tararean canciones
mientras uno les habla, que a veces mastican chicles
o escriben mensajitos en el teléfono móvil
o escuchan música en el MP3 mientras uno les habla.
Ella era una de esas chicas que tienen 40 pares de zapatos
en una caja bajo la biblioteca,
que se acuestan con un hipopótamo de peluche
cuando hay tormenta eléctrica y llueve a lo pavote,
que todavía están comiendo su tarta de verduras
cuando los mozos del bar ya han comenzado a apilar las sillas
y bostezan con el repasador colgado en el hombro.
Ella era una de esas chicas que reproducen diálogos
de vaya uno a saber quién demonios
le dije y me dijo y me dijo y le dije
hasta que cualquier balcón te viene bien para saltar al vacío.
Ella era una de esas chicas que necesitan hablarlo todo
casi 90.000 palabras del diccionario
para hablarlo todo, mientras tropiezan, caen,
compran terrenos al decir de las viejas
en cualquier camino que se les ponga por delante.
Ella pensaba en la muerte pero hablaba de la vida,
para disimular.
Ella era una de esas chicas que suelen cambiarle el compás al corazón
y sueñan con un estetoscopio.
Ella, exactamente ella, era una de esas chicas.

(Inédito)


Gente que va por lana




Pido por tus mayores lo que nunca pedí por los míos
y el desierto se vuelve más desierto en la mesa familiar de los domingos.

Desciendo a la tumba de quienes nunca resucitan
sólo para ver qué pueden necesitar para un nuevo evangelio
y las damas del templo levantan un iglú alrededor de mi equipaje.

Expulsado del pueblo, revendo estampitas en las afueras;
esas que dicen “Escóndeme bajo la sombra de tus alas”.

Pasadas las fiestas, cuando el viento de la ciudad se transforme
en un fantasma sin resuello corriendo por las azoteas,
volveré a ocupar la tierra abandonada por simple cobardía,
volveré a orinar el territorio donde pastaban los corderos,
regresaré a la fuente de la perdición, donde se laven los platos
de cualquier cena de trece comensales que no intente ser la última.

Todo será desolación en las vidrieras que reflejan el parque
cuando el sol decolore los carteles que anuncian la cerveza de moda.

Creo que veranear en la cornisa ya no tendrá encanto para mí.


(Inédito)


Rogelio Ramos SignesROGELIO RAMOS SIGNES (1950, San Juan, Provincia de San Juan, Argentina. Reside en Tucumán)
Enlaces: El poeta ocasional
Imagen: Facebook de RRS

Rogelio Ramos Signes: Yo también he soñado con una ferretería en medio del campo.



Ramos generales

                          a Maisi Colombo, que entiende estas necesidades



Yo también he soñado con una ferretería en medio del campo.
A lo largo de una ruta donde es verano sólo las víboras se atreven,
he soñado con elementos de labranza,
                     con alambre de púas en rollos homicidas,
                     con bolsas de fertilizantes detrás de la persiana.

En siestas donde el sol decolora las piedras
he imaginado umbríos espacios a resguardo,
mientras alguien pregunta "¿Qué se le ofrece?"
y una mujercita extenuada se esfuerza por no pedir un vaso de agua.

Yo también he fundido mi propio acero
jugando a los naipes hasta el amanecer sobre una cama.
Yo también he dicho "Esto no es vida"
bajo un ventilador que arrojaba aire caliente,
sin saber qué recóndita cosa era la vida.
                        Y he llorado de impotencia.

Yo también hice pactos desfavorables con Dios.
Pensando en esa amplia y fresca ferretería en medio del campo
como un espacio idílico donde el dolor no llega,
hice pactos desfavorables con dios. Y no es capricho.
Es una parcela indefinida del planeta
donde asuetos y feriados nunca obligan a bajar las persianas.
Es una parcela indefinida del agobio
                              haciendo esquina con el sueño del algún antepasado
que nunca conocimos.


poesía argentina, Ramos GeneralesROGELIO RAMOS SIGNES (San Juan, Provincia de San Juan, Argentina, 1950. Reside en Tucumán)
De: "La casa de té", Ediciones en Danza, 2009
Imagen: ruedaspretas.blogspot.com

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