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Mirta Rosenberg: Sombras más serias que lo perdido

Carta


UNA CARTA CONVERTIDA EN COSA      




Cada vez, amiga, soporto menos 
las emociones y sé que a veces tengo una expresión 
capaz de entristecer el mediodía. 
Con razón creo recordar otros días 
cuya única sombra era 
la que proyectaban los árboles, 
y también recuerdo otras cosas. 
 
Pero en fin, los recuerdos son pavadas. 
 
Son como vendas, la momifican 
a una, y soy como una momia
privada: últimamente tomo
la vida como es, como el carozo
que se sabe, entorpece la aceituna
y le da un alma laboriosamente amarga.

Últimamente murió rni madre
cuando ya era vieja.
He empezado a pensar en la vejez
como quien vaga en su catacumba privada
donde se aloja su propia momia privada
y ve pasar cada cosa como es.

Últimamente no soy del todo yo misma, claro,
y veo pasar las cosas
hasta terminar con ellas
como un reflejo de mí
estacionado en los espejos.

Casi todas las cosas.

Estás tan lejos que pensé
hacer un movimiento de fondo
y escribir una carta a mi amiga.
Pero en esta oscuridad del yo
no puedo pegar un ojo
por miedo de no ver el cambio
en la forma de las cosas

y me he ido convirtiendo en una
de ellas, de esas cosas.

Pensé escribir una carta a mi amiga
que fuera materia sólida entre otras cosas
más inasibles o más gaseosas, sombras
más serias que lo perdido.

Menos una carta que una cosa.
Y en vez de enviarla recordarla
como un cambio de la cosa,
y que se hiciera entre las dos,
mi amiga y yo,
materia de metáfora.


Otros poemas de MIRTA ROSENBERG, aquí

Mirta Rosenberg: Así que tiembla


Toda pasión concluida     




Caprichos de la luz 
por el resquicio superior 
de los postigos 
y el calor, 
el frío como cal y el sol, 
que no es estar 
y es 
entre otros brazos 
que den lo mismo. 

Está 
la luz que llena el jarro,
el rojo interior que se ha colmado
de vacío. ¿Es eso?
Es
el estilo, más bien,
de hueco que acata la continencia,
la sentencia que da un adentro donde
- si se quiere -
por un momento el mundo entra
y cree en maneras
de hacerse inconmovible.

Así
que tiembla. Con la luz que
cambia. Y con las hojas
que se enrejan en el viento.
¿Fuera de él
no habrá nada? ¿Ni abrazo
que lo sujete?

Dura
lo que se muere.
Quedan familiares
cajones con la ropa que se ha vuelto
ajena, satenes personales y tizones
de dolores
que ya no duelen.
En rincones
de la carne, desusada,
la saciedad del poder
detenerse.

Es la pasión o el paso
entre dos vacíos, la atrocidad
que deja intacto el corazón
tras el carozo
de un personaje inventado
para el mundo.
Y nadie ama
lo que no conoce: este sitio
ha dejado de ser
iluminado
porque ahora
los lugares sombríos son el centro.

Toda
pasión concluida
es emoción
aclarada. Correr
la silla al sol para rehacer
el ayer
y ver cómo maduran,
bellamente,
los duraznos este año.



Mirta Rosenberg
Otro poema de MIRTA ROSENBERGaquí
Enlaces: Opcitpoesia | Tuerto Rey 





Mirta Rosenberg

Mirta Rosenberg



El deseo convive con el pasado: yo paseo 
por un costado. Miro los peces - ¿japoneses, 
africanos? - comiendo - casi  perros - de la mano. 
Son largos como un muslo y anchos, algunos, 
como un brazo musculado. Coloreados 
como en la infancia, crudos, suben 
a la superficie donde aluden, por pedazos, 
al interior de un cuerpo humano imaginado.
No hay manos pero sí ojos, una boca
perfectamente circular, como cedazo,
y rígidos indicios de bigote a cada lado.
¿Un torso desmembrado o miembros
de la misma cosa? Tejido policromado,
conectivo, conectado. La manera de mirar
y al manera de ventosa, obscena, de la boca,
el tamaño - yo diría, colosal - y la evidencia
brutal de los colores contra el agua parda
son dignos de admirar: un bagre bello, grande
y envidiable en colorido, en el estanque,
hasta sociable en el encuadre de un verde japonés
que no es de estampa, sino de vida. Pero hay trampa
y paseo bajo sombrillas. Atraída, algo en la escena
me fastidia: ¿el ohhh de esa boca admirativa?
Una vaga aprensión - tibia, lasciva - por el aspecto
de la imaginación que mira y ve, escenográfica, sombría,
una región de miembros descuartizados. Se diría
la zona - atea -de la porfía, que junto al agua
imagina su propia anulación. Yo deseaba
un canto de sirena entre los peces, las heces
del pasado, la sanción y hacerme a un lado.
Fue una pena. No conviven el deseo y la inocencia
de lo deseado, que dejaba que desear. Entre tanto,
me ha dejado pasear.


MIRTA ROSENBERG (Rosario, Argentina, 1951) De: "Madam", Libros de Tierra Firme, 1988 Imagen: www.revistamododeusar.blogspot.com Enlaces a esta entrada: La infancia del procedimiento; Poetry International

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