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Mark Strand

Mark Strand



La rosa



Las penas de las rosas crecían cada vez más.

Retorcida en un campo de malezas, la rosa desamparada

sintió una sola vez la brisa del paraíso, y se murió.

Los chicos exclamaron: "Dale, rosa, volvé,

que te queremos, rosa". Luego alguien les explicó que pronto

tendrían otra rosa: "Queridos míos, vamos

al estanque; inclínense en la orilla y contemplen

sus propias caras que los observan. "¿No la ven ahí ahora,

cómo abre los pétalos, sube a la superficie y se transforma en ustedes?"

"¡Ay, no!", dijeron ellos. "Nosotros somos lo que somos. Nada más".

Qué perfecto. Qué antiguo. Qué irreparable.



De: "Me va a encantar el siglo XXI", Ediciones Gog & Magog, 2011
Otros poemas de Mark Strand, aquí
Traducción: Ezequiel Zaidemwerg
Imagen: nybooks.com
The rose



The sorrows of the rose werw mounting up.


Twisted in a field of weeds, the helpless rose


felt the breeze od paradise just once, then died.

The children cried, "Oh rose, come back."

We love you, rose". Then someone said tht soon

they'd have another rose. "Come, my darlings,

down to the pond, lean over the edge, and look

at yourselves looking up. "¿Now you do see it,

its petals open, rising to the surface, turning into you?"

"Oh no", they said. "We are what we are-nothing else."



How perfect. How ancient. How past repair.
























"Entrevista a Mark Strand" por Ezequiel Zaidenwerg


"La obligación de continuar siendo un poeta es una forma de
servidumbre"


A poco de mudarme a Nueva York, me enteré de una extraña coincidencia: Mark Strand ofrecería una lectura en la famosa librería homónima. Terminado el evento, me acerqué con timidez a él para pedirle una entrevista. Viéndose obligado, o tal vez conmovido por mi inglés, que había retrocedido por los nervios a un balbuceo primitivo, Strand me dio su e-mail. Luego de un intercambio epistolar algo enigmático, en el que confirmaba la entrevista, pero no fijaba la fecha, conseguí acordar un encuentro, que sería en un parque infantil, en Chelsea, el viernes anterior a la cólera de Sandy: un clima de catástrofe inminente, pero lejana aún, en consonancia con el mundo poético de Strand.

 La charla, que duró una hora y media, tuvo lugar en un pequeño playground: cuando llegamos, no había nadie allí, pero pronto empezaron a llegar los niños, que corrían y chillaban a nuestro alrededor; y para proteger la voz de Strand, serena y reflexiva, nos teníamos que trasladar de un banco a otro. Esta entrevista repasa su carrera, desde su iniciación como pintor y sus comienzos en la poesía, hasta su libro más reciente, Casi invisible, que anuncia su retiro.


Por Ezequiel Zaidenwerg

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Mark Strand




Incendio 




A veces, cuando había un incendio yo entraba caminando:
salía sano y salvo y proseguía mi camino:
para mí era tan sólo algo más que había hecho.
Extinguir el incendio  se lo dejaba a otros,

que venían corriendo hacia la nube de humo con escobas y mantas
para apagar las llamas. Tras lograrlo, formaban un grupito para hablar
de lo que habían visto, y de los afortunados que habían sido
de contemplar el lustre del calor, el efecto que tienen las cenizas
de mover al silencio, pero aun más de haber conocido el perfume
del papel que se quema, el rumor de palabras
exhalando su último suspiro.


Enlaces. http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Mark%20Strand
De: "Me va a encantar el siglo XXI", Ediciones Gog y Magog, 2011
Imagen: www.gedichtenvandiet.blogspot.com



MARK STRAND, POETA DE LA AUSENCIA


Mark Strand se murió en Brooklyn cuando el invierno, ausente todavía, comienza a asomar su luz esquiva. Fue el sábado, en pleno puente de Acción de Gracias, con frío en la ciudad y nieve en los suburbios, los únicos días del año en que la metrópolis se muestra ausente, casi silenciosa, desarraigada, como si fuera víctima de una suerte de extrañamiento. Mark Strand, de 80 años, se murió cuando Nueva York más se parece a su poesía.

“En un campo/ yo soy la ausencia / de campo. / Esto es / siempre así. / Donde sea que esté / yo soy lo que falta. / Cuando camino /parto el aire / y siempre / el aire ingresa / a llenar los espacios / donde ha estado mi cuerpo./ Todos tenemos / razones / para movernos. / Yo me muevo / para dejar las cosas intactas”, escribió en su primer poemario, Durmiendo con un ojo abierto (1964).

Strand pasó sus últimos años en España, en Madrid, en su casa de la calle Monte Esquinza, donde convivía con la marchante de arte Maricruz Bilbao. Cuando el cáncer asomó en la pasada primavera, regresó a Nueva York con su hija Jessica, fruto del primero de sus dos fracasados matrimonios, tal vez en busca de esos paisajes urbanos ralos y silenciosos de Edward Hopper, pintor al que tanto admiró y al que dedicó uno de sus principales ensayos. “Los cuadros de Hooper son los de un viajero que pasa por ahí y mira a quienes están dentro. Sus cuadros te enfrentan con fragmentos aislados de una narrativa”, declaró a Andrea Aguilar en una entrevista que EL PAÍS publicó en 2010.

Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias

Pintor poeta y poeta pintor, Strand escribía como pintaba y pintaba como escribía. En corto, meditabundo, en busca de las emociones ordinarias. Chus Visor, su editor en España, habla de su minuciosidad, de su búsqueda de las cosas concretas, de aquello que podía ocurrir a su alrededor, siempre a la caza del “cálculo exacto de la palabra”.

Pese a que la poesía de Strand guarda algo de ese silencio que dejan las nevadas, entre la meditación y la contemplación, vivió su vida con plenitud, acompañado de un físico imponente, entre Paul Newman y Clint Eastwood. Nació en Prince Island, en Canadá, en 1934. Su condición insular no le impidió ser un viajero impenitente, alentado desde niño por continuos traslados debidos a la condición de directivo de Pepsi Cola de su padre. Pasó su infancia en Cleveland, Halifax, Montreal, Nueva York y Filadelfia. Siendo adolescente, estuvo en Colombia, México y Perú, donde aprendió un español suficiente para leer y entender a Rafael Alberti y Octavio Paz, poetas ambos a los que tradujo. Ya de adulto pasó largas temporadas en Brasil, Italia y España, donde alternaba su afición por los toros con su gusto por la comida y largas conversaciones en las tabernas.

Su primera pasión fue la pintura. Como reconoció más tarde, la idea de convertirse en poeta, no figuraba en su cuadro de mando inicial. Pero fue durante su licenciatura en Bellas Artes en Ohio, en 1957, cuando descubrió las palabras. Estudió poesía italiana en Italia en 1960 con una beca Fullbright. En los años setenta ya era un poeta reconocido, aunque los galardones llegaron más tarde: Poeta Laureado de Estados Unidos en 1990 y Premio Pulitzer en 1999, entre otros. Deja 12 libros de poemas, además de relatos, ensayos y libros infantiles. Su últimas creaciones fueron collages, expuestos este otoño en Nueva York. Su último libro, una antología de su obra poética, también se publicó este año.

Strand describió su territorio poético en una entrevista de 1998 como “el yo, el borde del yo y el borde del mundo”. “El tiempo transcurre rápidamente, / nuestras penas no se transforman en poemas, / y lo invisible permanece como es. / El deseo ha volado, / dejando sólo un rastro de perfume tras de sí”, escribió en Tormenta de uno, uno de sus libros más importantes.

Con Mark Strand se va uno de los poetas más personales y admirados de Estados Unidos, un creador de la muerte, el vacío y la ausencia, una voz mística en un cuerpo mundano, irresistiblemente abierto al mundo y en permanente despedida. “Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos. / Vacío mis zapatos y los dejo al lado del camino. / Cuando se hace de noche atraso los relojes. / Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico. / ¿De qué sirve? Las horas hicieron su trabajo. / Digo mi propio nombre. / Me despido” (Más oscuro, 1970).

30/11/2014, 19:18 en El País, Cultura

Mark Strand

Mark Strand


Yo fui un explorador polar



Yo fui un explorador polar cuando era joven
y me pasé incontables días con sus noches congelándome
en un lugar vacío tras de otro. Finalmente,
abandoné mis viajes y me quedé en mi casa,
y allí creció dentro de mi un repentino exceso de deseo,
como si una corriente muy brillante de luz, como ésas que se ven
adentro de un diamante, me estuviera atravesando.
Llené una página tras otra con imágenes de lo que había presenciado:
océanos gimientes de témpanos, glaciares gigantescos, y el blanco
golpeado por el viento de los icebergs. Después, sin nada más para decir, paré
y puse mi atención en lo que estaba ahí cerca. Casi a una misma vez,
un hombre que vestía un sobretodo oscuro y sombrero de ala ancha
apareció debajo de los árboles enfrente de mi casa.
La forma en que miraba hacia delante, y cómo se paraba,
sin distribuir su peso, con los brazos colgándole
a un costado, me dieron la impresión de que lo conocía.
Pero tan pronto levanté la mano para hacerle un saludo,
dio un paso atrás y luego se dio vuelta, y empezó a desvanecerse
como se desvanece el ansia hasta que ya no queda nada de ella.


Enlaces: http://elpoetaocasional.blogspot.com/search/label/Mark%20Strand
De: "Me va a encantar el siglo XXI", Ediciones Gog y Magog, 2011
Traducción: Ezequiel Zaidemwerg
Imagen: The Inge Morath Foundation/Magnum Photos

Mark Strand

Lo que queda

                                            para Bill y Sandy Bailey



Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al lado de la ruta.
Cuando se hace de noche arraso los relojes.
Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico.

¿De qué sirve?. Las horas hicieron su trabajo.
Digo mi propio nombre. Me despido.
A las palabras se las lleva el viento, volando una tras otra.
Amo a mi esposa pero la mando lejos.

Mis padres se levantan de sus tronos, y suben
a las lácteas estancias de las nubes. ¿Cómo voy a cantar?
El tiempo me revela lo que soy, y cambio y soy el mismo.
Me vacío de mi vida y aún me queda mi vida.



Mark Strand
Enlaces: El poeta ocasional
De: "Me va a encantar el siglo XXI", Ediciones Gog y Magog, 2011
Traducción: Ezequiel Zaidenwerg
Imagen: mon-books.com








Mark Strand

Otro lugar



Entro en la luz
que hay

no enceguece
ni es suficiente para vislumbrar
lo que ha de venir

sin embargo veo
el agua
el único bote
un hombre que está de pie

es alguien que no conozco
este es otro lugar
la luz que hay cubre como una red
la nada

lo que ha de venir
había sido
esto antes:

el espejo donde el dolor duerme
el país que nadie visita.




Mark Strand (1934 / 2014, Prince Edward Island, Canadá / New York, Estados Unidos de Norteamérica)
De: www.kalathos.com
Traducción: Juan Sanchez-Pelaez
Imagen: flirck





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