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Harry Clifton / Traducción de Gerardo Gambolini























Eccles Street, Bloomsday, 1982



Partida, despojada de sus fantasmas,
la mitad que quedaba de Eccles Street
estaba vacía, aquel día de días
en que mis pies
me llevaban sin saber
a una cita a ciegas, o un encuentro arreglado.

Una presión invisible, un calor invisible
fijaban las coordenadas azules
de una ciudad helénica
desde Phoenix Park hasta Merrion Gates,
donde, desconectados, a un paso
de la sabiduría, o del amor eterno,

un millón de ciudadanos trabajaban, almorzaban,
o soñaban con Joyce por un instante
y se sentían completamente reales,
los pares del destino, los amos de la elección,
como ocurría conmigo, en Eccles Street,
antes de que tú y yo nos encontráramos

en el designio más grande. . . . La coincidencia
regida invisiblemente, la cita casual
eclipsada por las infinidades griegas
que actúan entre nosotros como sentido común,
encarcelándome, dejándome en libertad
de soñar y vagar

en un mito demasiado joven para tener forma.
Yo mismo lo construía, con la puerta en ruinas
del burdel de Bella Cohen,
con otros sótanos, otras putas
desabrochando sus blusas
constantemente, mientras el tráfico se amontonaba

y los semáforos se ponían en verde y rojo
en planos de realidad cambiantes —
Y tú, una estudiante de último año,
leías sobre Joyce en la Biblioteca Nacional,
o estabas entre la gente, mi amor inadvertido,
en la inauguración de Stephen’s Green.

Pasó una hora, en Eccles Street —
Dos borrachos, en los portales del Mater,
bebían y cantaban canciones republicanas.
Vi una fila de taxis esperando
y pasto de verdad que había crecido
en las veredas míticas, ya inmortales,

verde como la vida, aún por investigar.
Yo había venido, esa misma mañana,
desde los muelles de Ringsend y la iglesia de Sandymount,
por el arco de la odisea,
con mi anhelo invisible
de romper el círculo, de liberarme,

como tú tenías el tuyo, hasta que un día
en la ciudad prefigurada,
donde cada paso es un paso del destino
y el reconocimiento sólo llega más tarde,
nos encontramos, tú y yo,
levamos anclas, por fin, y partimos.



Otros poemas de HARRY CLIFTON,  aquí
Poemas y traducciones de Gerardo  Gambolini, aquí
    Imagen: theguardian.com

Harry Clifton












Tren nocturno por el Brennero










¿Por qué debería parecernos tan extraño 

estar retrocediendo,


dejar Alemania, mientras las horas cambian,

con toda la historia


en reversa, los pasajeros que duermen
sobre ruedas engrilladas, y todo el mundo a oscuras?

Era pasada la medianoche cuando salimos.


Los cohetes de Año Nuevo se apagaban
en las calles de Munich — el desorden del festejo,

los petardos, el vidrio roto,


y doscientos años de revolución
tardando en irse, como un olor a azufre en la nariz. . . .

El guarda tose en el pasillo, toda la noche.


Puede quedarse con nuestros documentos
si a la mañana nos los devuelve

sellados. Nuestro único deseo


es dormir en la paz del calor corporal
—¡que ninguna antorcha brille entre nosotros!—

mientras otro descifra por los reflejos


las luces que se mueven,
la dirección verdadera del tiempo. . . .

Los Alpes no nos importan —


Innsbrück, Brennero, Bolzano. Un sordo rugido
al pasar por cada túnel —

Las cumbres de Europa


siempre nos parecieron frías. Mejor soñar
con Munich y sus luces navideñas

o los maniquíes de Florencia,


ante uno de los cuales despertaremos seguro
por la mañana, después de una eternidad.

Cerca del alba, el sonido de voces —


Una estación desconocida. ¿Cuánto estuvimos aquí?
¿Una hora? ¿Una noche? ¿Doscientos años?

Palabras en italiano por un megáfono


‘. . . .Bologna, Firenze, binario tre . . .’
A la deriva en la oscuridad. Mil novecientos

ochenta y nueve fue y pasó —


Las alturas están a nuestra espalda.
Los primeros vendedores empujan sus carritos,

humeantes, por la aurora del Día Uno.


Dos vagabundos, un empleado ferroviario,
bajo la luz de un bar de la estación,

beben su trago amargo. Por un instante


la vida es igual para todos nosotros,
con cara de sueño, en el amanecer de la humanidad.





Harry Clifton, (1952, Dublin, Irlanda)


Traducción: Gerardo Gambolini


Imagen: www.iristimes.com




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