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Gregory Corso: Nada más que un caballo resoplando contra otro



POETA HABLANDO CONSIGO MISMO ANTE EL ESPEJO 









Sí, Soy yo 


Esta caza de mí 


se ha transformado en algo evidentemente 


absurdo 


creyendo que cuando yo 


era perseguido 


no sólo me encontraría a mí mismo 


sino también a todo un rebaño de yoes 


yoes pasados, yoes futuros 


un carro cargado de ellos 


y todos estos años 


y adónde he llegado


en este punto del tiempo


éste no es el mismo espejo


que contemplé hace años


Es el espejo que cambia


nunca el pobre Gregory


¡Hey!, en la vida


Donde fui, fui


Donde me detuve, me detuve


Cuando hablé, hablé


Cuando escuché, escuché


Lo que comí, comí


Lo que amé, amé


Pero que puedo decir acerca de


adonde fui, no fui


adonde me detuve, continué mi camino


cuando hablé, escuché


cuando escuché, hablé


cuando ayuné, comí


y cuando amaba ...


no deseaba odiar


Ahora veo a las personas


como las ve la policía


También veo a las monjas del mismo modo


en que veo a los hare-krishnas 


No tengo representante


me disgusta la idea de un poeta con


representante


sin embargo Ginsy y Ferli, tienen uno


y hacen pilas de plata con ellos


se vuelven más famosos también


Quizás debiera contratar un representante


Wow!


De ningún modo, Gregory, quédate


En la cercanía del poema 











Puma en el zoológico de Chapultepec












Largo suave lento rápido pulido gato


¿Qué música, de quién la coreografía que


bailaste


cuándo ellos bajaron la cortina final?


¿Puede semejante gracia ponderada permanecer


aquí, toda sola, en esta cueva de 3 por 6?


¿Te darán otra oportunidad


Tal vez para danzar en las Sierras?


Qué triste pareces, mirándote


yo pienso en Ulanova,


encerrada en algún cuarto amueblado


en Nueva Cork, en la calle 17 del este,


en la sección puertorriqueña. 











Ucello












Ellos nunca morirán en ese campo de batalla


ni las sombras de los lobos reclutarán sus


tesoros como


novias del trigo en todos los horizontes


esperando allí


para consumir el fin de la batalla


no habrá ningún muerto que ponga tensos sus


vientres


flojos ningún montón de tiesos caballos en los


que


enrojecer sus ojos brillantes o aumentar su


comida de


muertos.


Antes vagarían enfurecidos y hambrientos con


lenguas


dementes que creer que en ese campo ningún


hombre pudo morir.


Nunca morirán aquellos que luchan tan


abrazados


aliento con aliento, el ojo reconociendo al


ojo, imposible


morir o moverse, ninguna luz se filtra, ningún


brazo con maza,


nada más que un caballo resoplando contra


otro, escudo


brillante sobre escudo, todos iluminados


por el afilado rayo de un ojo bajo un yelmo.


¡Y aquellos pendones! Lo bastante airados para


echar a volar


sus insignias de una parte a otra del cielo


que han borrado.


Podría imaginarse que pintó sus ejércitos


junto a los ríos


más fríos que tenías filas de calaveras de


acero


brillando en la oscuridad.


Pensarías que es imposible que un hombre muera


la boca de cada combatiente es un castillo de


canción


cada puño de acero un gong soñador, golpe


resonante,


golpe 


como gritos de oro


¡Cómo desearía participar en tal batalla!


Un hombre plateado en un caballo negro con un


estandarte rojo


y una lanza listada, nunca morir sino ser


eterno


un príncipe dorado de una guerra pictórica. 













Otros poemas de GREGORY CORSOaquí


"Corso es un lanzador fenomenal
de palabras —primera señal desnuda del poeta—, un maestro científico de delirantes bocanadas de lenguaje. Anhela una superficie desternillada de elipsis, de acrobacias del más peculiar fraseo, recogidas
de las calles de su psique como «locos niños de chapas de botella»." Allen Ginsberg

Gregory Corso: Y de todos los fuegos que se extinguen en mí, hay uno que arde como el sol.





Escrito en la víspera de mi cumpleaños 32







Tengo 32 años

y finalmente los aparento, si no más.



¿Es bello un rostro que ya no es el de un muchacho?

Parece más relleno. Y mi pelo

no tiene más rulos. ¿Es grande mi nariz?

Los labios están iguales.

Y los ojos, ah, los ojos se ponen cada vez mejor.

32 y sin mujer, sin chicos, sin dolencias de chicos,

      pero hay tiempo de sobra.

Ya no hago estupideces.

Y por eso tengo que escuchar a mis supuestos amigos:

“Estás cambiado. Eras tan delirante tan genial”.

No están cómodos conmigo cuando estoy serio.

Que se vayan al concierto del Radio City Music Hall.

32. Recorrí toda Europa, conocí un millón de gente;

     para algunos fui genial, tremendo para otros.

Recuerdo que en mi cumpleaños 31 exclamé:

¡Pensar que acaso llegue a vivir 31 años más!

No me siento así en este cumpleaños.

Ahora quisiera ser un sabio de pelo blanco en una gran biblioteca

      hundido en un sillón frente a la estufa.

Un año más sin robar nada.

¡8 años van sin robar ni una sola cosa!

¡Dejé de robar!

Aunque todavía miento a veces,

y sigo siendo un caradura pero se me cae la cara

cuando tengo que pedir plata.

32 años y cuatro arduos sinceros divertidos tristes malos y

maravillosos

      libros de poesía:

- el mundo me debe un millón de dólares.

Creo que han sido 32 años bastante raros.

Y no fueron a mi antojo, ni uno solo.

No hubo dos caminos para elegir; de lo contrario,

     no dudo que habría elegido ambos.

Me gusta creer que el azar quiso que fuera el que repica las campanas.

La clave está quizás en mi insolente declaración:

“Soy un buen ejemplo de que existe esa cosa llamada alma”.

Amo la poesía porque me hace amar

     y me muestra la vida.

Y de todos los fuegos que se extinguen en mí,

hay uno que arde como el sol.

Puede que no ilumine mi vida personal,

    mis vínculos con la gente,

    ni mi conducta hacia la sociedad,

pero sí me dice que mi alma proyecta una sombra.







Writ on the Eve of My 32nd Birthday







I am 32 years old

and finally I look my age, if not more.



Is it a good face what’s no more a boy’s face? 

It seems fatter. And my hair,

it’s stopped being curly. Is my nose big? 

The lips are the same.

And the eyes, ah the eyes get better all the time. 

32 and no wife, no baby; no baby hurts, 

         but there’s lots of time.

I don’t act silly any more.

And because of it I have to hear from so-called friends: 

“You’ve changed. You used to be so crazy so great.” 

They are not comfortable with me when I’m serious. 

Let them go to the Radio City Music Hall. 

32; saw all of Europe, met millions of people;

         was great for some, terrible for others. 

I remember my 31st year when I cried:

“To think I may have to go another 31 years!” 

I don’t feel that way this birthday.

I feel I want to be wise with white hair in a tall library 

         in a deep chair by a fireplace.

Another year in which I stole nothing. 

8 years now and haven’t stole a thing! 

I stopped stealing!

But I still lie at times,

and still am shameless yet ashamed when it comes 

         to asking for money.

32 years old and four hard real funny sad bad wonderful 

         books of poetry

—the world owes me a million dollars.

I think I had a pretty weird 32 years. 

And it weren’t up to me, none of it. 

No choice of two roads; if there were,

         I don’t doubt I’d have chosen both. 

I like to think chance had it I play the bell.

The clue, perhaps, is in my unabashed declaration: 

“I’m good example there’s such a thing as called soul.” 

I love poetry because it makes me love

         and presents me life.

And of all the fires that die in me,

there’s one burns like the sun;

it might not make day my personal life, 

         my association with people,

         or my behavior toward society, 

but it does tell me my soul has a shadow.













Gregory CorsoGREGORY CORSO (1930, Nueva York / 2001, Robbinsdale, Estados Unidos de Norte América)



Traducción: Mariángel Mauri


Enlaces: Letralia | Revista Altazor | Barbas poéticas




Imagen: Hank O'Neal



Señalador: Gregory Corso












...Las aguerridas muchachas en el café Sacré-Coeur


golpean sus copas de vino sobre la mesa

gritando Danton triunfó habiendo negado la libertad

mientras  el camarero exige el triunfo de Murat sobre todo lo que triunfa.

Los bombardeados argelinos se miran unos a otros los dientes en llamas...

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