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Alicia Genovese: Lo deseable espera siempre en otro lugar

La imagen muestra a una persona de pie frente a una pared de color claro con textura rugosa. Alicia Genovese lleva una camiseta clara y una chaqueta oscura. En primer plano, hay flores amarillas desenfocadas que añaden un toque de color a la imagen.


Caídas (Hacer del tropiezo inicio)    




El equilibrio se pierde fácilmente, 
sucede y queda al descubierto 
la fragilidad. 
Quién podría cada vez que se para 
o camina, cada vez que trepa 
un escalón pensar que es peligroso. 
El acto automatizado 
lo olvida. 
Un trastabilleo en una 
baldosa quebrada, 
un golpe en las costillas
punzó el diafragma
y semanas en las que no logré dormir
más que boca arriba
como los asfixiados.
Una escalera
mal apoyada sobre un techo
me hizo volar por el aire
hasta el desplome sobre un pie, hasta
renguear con un esguince
adentro de una bota.
Más alerta hay que estar,
se repite en esas circunstancias
aunque se sabe que el equilibrio
se desarma de pronto,
que lo deseable descoloca, espera
siempre en otro lugar.
Andar sostenidamente erguida
esa práctica de gimnastas, 
desvirtúa los traslados
desvirtúa las caminatas sin objetivos
cuando la historia vivida se vuelve más dócil
y los huecos que quedaron sin vivir
no ceden
al suspiro de la impotencia.
Aun torpe, aun desajustada,
prefiero seguir
como quien reconoce la propia
falible condición, seguir
sin entender del todo
el eje centrado, ni el bello giro
mecánico de las maquinarias.
Otro eje intuyo en el perpetuo
corrimiento del asombro:
el gajo roto que igual prendió
en otra maceta,
las hojas de las cañas que me avisan
con su movimiento el comienzo
de la lluvia.
A cada entrar
como quien tropieza
por primera vez con el color
de cada cosa, la luz,
entrar como quien se abre
en un abrazo, 
esa caída.



Simetrías (La copia de il Parmigianino)


Yo aquí tan solo veo el caos
de tu espejo redondo que todo lo organiza
                                 John Ashbery



La figura del Parmigianino
se deforma en su autorretrato
mientras posa y se mira
en un espejo convexo.
La mano enorme en primer plano
sostiene la carbonilla
y dibuja aquello que ve de sí:
la muñeca, los dedos
curvados hacia adentro
en una búsqueda
que ensancha lo real.
Su copia, un reflejo
que la esfera desproporciona.
Para Ashbery el caos
de ese espejo crea un orden,
una lógica sin previa ataduras.
Entre ventanas de aristas curvas
il Parmigianino desconcierta
las reglas renacentistas de la perspectiva,
cuestiona una geometría plana.
Conecta el corazón
con un afuera captado
en su carencia de rectitud.
El cuello demasiado alargado
de esa virgen en un cuadro,
el exceso de color en los pómulos
de aquella modelo retratada
y aquí la desmesura
de la propia mano cuando pinta.
La mirada atraída por el detalle
se descoloca,
calza cristales convexos;
estira rasgos, acrecienta
colores y formas.
Una intimidad emerge
con la lente de un océano
una óptica de esfera celeste.
Las líneas fluctúan
sobre las cosas,
la comba del espejo
agranda cuerpos,
de tan próximos,
los vuelve inasibles.
La cercanía, un desorden,
si el corazón enfoca.



De:  "La invención del equilibrio", Fondo de Cultura Económica, 2024

Otros poemas de ALICIA GENOVESE, aquí

Hace señas en este libro una procesión de ideas del equilibrio. Pero esa serie está más bien amenazada: cada poema describe los ladeos, las oscilaciones que se ciernen sobre puntos de equilibrio. No se puede definir el equilibrio sino por sus bordes, y así la primera sección se titula “Lo inestable”, y comienza con una sucesión de “caídas”. De igual modo, tal como el equilibrio es algo que se pierde o que se puede perder en diversas circunstancias, también el fraseo del poema, que procura desplegar su idea, se puede torcer, inclinarse. Es importante entonces la función de unas pértigas hechas de palabras, las asociaciones que traen a la poeta de vuelta a su desarrollo, a su despliegue de versos. El poema, en su equilibrio ideal, podría empezar con un tropiezo, o un recuerdo, o un amor duradero, o con diversas simetrías proporcionadas por el arte, sus blancos, sus improvisaciones, sus excesos, pero enseguida se corre de su eje, algo lo desvía, lo hace vibrar, aun cuando al final retome su idea. De allí que un tono epigramático, sentencioso, se ponga de nuevo en pie en los últimos versos de algunas escenas donde el equilibrio resulta puesto en juego por Alicia Genovese: algo que podría llamarse conceptual pero que es tan ambivalente, tan cercano al riesgo de todo equilibrio, que prefiero decirle “reflexivo”. “Existe el equilibrio y no existe”, dice entonces un verso final. Sin embargo, lo que se refleja en la cuidadosa atención de las palabras hacia las cosas, en otra sección que se titula “Simetrías”, puede ser la desmesura, el aparente desequilibrio de imágenes deformadas por espejos curvos, o de notas improvisadas en variaciones musicales que se separan mucho de su base inicial. De tal manera, la búsqueda del equilibrio se apoya en la repetición, en verbos sin conjugar que aparecen en su misteriosa impersonalidad, pero solo para alejarse de lo previsible, para alcanzar un estado sentimental que tiñe de colores insólitos la idea o la escena o el tema del poema. En una conversación mental, reflexión al fin, con el Parmigianino y su autorretrato y el famoso poema de Ashbery que lo hiciera famoso, Genovese observa que todo efecto óptico es un afecto, y saca su conclusión o su deriva: “Las líneas fluctúan/ sobre las cosas,/ la comba del espejo/ agranda cuerpos,/ de tan próximos,/ los vuelve inasibles./ La cercanía, un desorden,/ si el corazón enfoca”. De modo que la solución de los opuestos, su equilibrio momentáneo, entre lo simétrico que es una ilusión del arte y lo inestable que es un destino de la vida y del tiempo vivido, no estaría en la simple disolución de sus aristas, de la oposición misma, sino en un reino a la vez inestable y perdurable, imprevisto y cargado de una rara simetría, y entonces su sección se llamará “El equilibrio inesperado”. Allí lo viviente se revela en su persistencia, más allá y más acá de los tropiezos de quien piensa y escribe, de sus palabras que se tienden y se tensan para captar sensaciones, instantes de atención, lapsos de distracción feliz. La naturaleza, que no es un conjunto, hace equilibrio a través de simples ejemplos, como sus plantas ejemplares, menos atadas a la división simétrica que los equilibristas animales, que sueñan con su propia complacencia alcanzada, pero inalcanzable, tal como la poeta imagina, en el poema “El equilibrio de quien escribe”, que entre su corazón y la cordura hay una cuerda, vibrante, “aleatoria y lúcida”, que sigue mostrándose viva porque su razonamiento es rítmico, porque la palpitación se transmite en materia verbal. Pero las plantas muestran su anterioridad, su carácter siempre naciente, y su caprichoso o preparado crecimiento alcanza un equilibrio solo ante la vista de la poeta, que llega. Antes, las plantas habrán bailado, ligeras, o desaparecieron, sin expandirse, pero en el poema hacen su figura en equilibrio, imprevisibles. Dice: “Ya me vio,/ ya me recibió la achira/ y he dejado de ser/ la figura fugitiva de la escena”. El equilibrio natural indescriptible, evidente pero no proyectado, se manifiesta en su surgimiento, leve: “Más allá de recaudos/ algo impredecible guía/ a aquello que prospera/ y se replica en los verdes”. No obstante, para experimentar la sensación del equilibrio, más ingrávido aún, habrá que sacar los pies del suelo, o sea flotar, pero no en un sueño sino en esa materia que estuvo antes de plantas y animales y mucho antes del habla del poema, un río, el agua sin apuro. Brilla en lo alto del último poema del libro este equilibrio del mundo flotante, del cuerpo tranquilo: “En esa hora en la que fui/ tocada por el río/ y por los peces/ que lo habían atravesado/ con la vida sensitiva de sus escamas;/ tocado el cuerpo desde un río/ por las alas transparentes de los insectos/ posados entre los reflejos de la superficie,/ tocada por los juncos/ que se balanceaban en la costa/ en el ida y vuelta del oleaje”. Como una imagen de sí misma que se lanzara a caminar sobre el agua del poema, así el libro y las meditaciones rítmicas de Alicia Genovese inventaron el equilibrio.
1 de agosto, 2024

Texto de SILVIO MATTONI en https://revistaeldiletante.com/trabajos/la-invencion-del-equilibrio

Alicia Genovese: La ruta del desierto



La ruta del desierto    



Si algo aprendí es a irme,
cuando los cuerpos se cierran
cuando las palabras se enfrían
y sostienen la lógica, pero no a mí,
me dejo ir hacia un lugar perdido,
un país detrás de las cosas.
Con un adiós imperceptible
el vacío comienza,
desaparecen los edificios, los autos,
los semáforos, que no son ahora
señales.
Ya no estás ahí, estás
en la ruta del desierto,
en marcha hacia lo inconexo,
lo áspero, lo faltante.
Podés ver abrojos
en los pastos escuálidos
se inclinan y sisean
como serpientes.
Podés ver el color seco
del Mojave,
es Arizona hacia Albuquerque,
es el camino monótono
en la meseta patagónica que emerge.
Estás a la intemperie,
no hay engaño, lo visible
es lo existente
Manejás
por una ruta sin límites.
La única emisora de radio
dejó hace rato de captarse
y la aguja del tanque de nafta
baja como un cuchillo;
no hubo tiempo para previsiones.
Manejás,
el volante apretado
como si sostuvieras en tu eje
el giro de las cubiertas.
Irse lejos
con elegancia, con la altivez
habitual en los que fueron fuertes,
pero ahora las cosas desaparecieron
y podrías caer
convertida en un cactus
a través del polvo.
La imagen en el retrovisor
igual a la del parabrisas.
Llegar a ninguna parte;
con lo que dije, lo que no dije,
lo que debí hacer;
escribir
y no pasar en limpio.
La ruta crece;
es la misma ciudad hundida
en los cuartos donde se acorrala
el amor sin preguntas, sin reflejos más que
para sus ojos dulces que devoran.
Manejás,
llevás el arañazo imperdonable,
la mirada previa de los grandes felinos.
La ruta debería cambiar,
un giro, una bifurcación,
los olores del riego
aplastando la arenisca,
y que el camino conecte
y que el mapa tenga
algún sentido.
Nada, por ahora.

De: "La línea del desierto", Gog & Magog, 2018
Fuente: https://jampster.cl/2018/11/26/extracciones-la-linea-del-desierto-alicia-genovese/
Otros poemas de Alcia Genovese, aquí




Alicia Genovese

Poetas argentinos


La obturación



más tarde volverá
a escribir
lo que ahora tacha

dejará de pelear

quizá olvide lo tachado

pero no aquel movimiento
donde la memoria
empuja ciega

sobre el silencio de lo borrado

se reanuda
hojas retoñan
en el tallo del rosal
la poda dejó cortes al sesgo

la luz del jardín amplifica

no selecciona
no descarta.


Otros poemas de ALICIA GENOVESEaquí

Alicia Genovese: La noción de infinito


Retrospectiva


y empecé a cantar sobre las lejanías desatadas 
                                Vicente Huidobro



autopistas rectas 
                   exhalantes de una pesadez gomosa 
humo de las chimeneas de Baltimore 
            sobre paisajes 
                              que la velocidad mutila 

otro viaje 
             la ausencia 
       como un par de párpados 
un acá un allá 
y la fantasía autobiográfica de las cartas 

cielo abierto sobre este asfalto 
    que se transforma 
    a ventana en Buenos Aires 
             cortada por cables de teléfono 
    el miedo como un vuelo de alguaciles 
                  que anuncian lluvia 
          y chocan contra las paredes 
rodar de neumáticos  perseguidos 
                            devorados 
              en una calle muerta 

la noción de infinito en esta ruta 
               como en un paisaje lunar 
nube enorme 
               encima del camino 
ningún sitio familiar para estos pies 

un agitar de manos como gesto que se  
               metamorfosea 
en el de espantar a una mosca verde 
               detrás del túnel del avión 

experiencias nuevas  
       como músculos bronceados 
               por avisos de publicidad 

el error de creer que los actos 
                       no tienen pasado 
que mi sonrisa a bordo 
es anónima 
         como la mirada ajena la dibuja 

                          geografías superficies 
espacios perfectamente nombrables 
               sobre un tiempo 
         enmarañado por la memoria: 
gaseosa con limón y 
          hamburguesas con ketchup 
en el aeropuerto de llegada 
amigos en un bar 
no saben cómo 
                    volver a hablarse 
afilados dientes en el cansancio 
se lastiman 

nadie habla en el supermercado 
pero es ensordecedor el ruido de 
                       los carritos las botellas las 
              máquinas lectoras de códigos 
y una boca que quiso decir 
pero donde palabras vivían 
                animales abstrusos 

el cuerpo exigido por los frenos 
un pueblito casi igual al anterior 
el mismo Mc Donald's 
             los semáforos 
el paso de cuarta 
                  de segunda 
cambio de planes 
           para el semestre de primavera 
las vacaciones serán de sólo doce días 

nada más que un susto el gatito corre 
                                fuera de la ruta 
pero un pedal al clavarse 
                  detiene el motor 
una crispación de 
            intrusos por debajo de la puerta 
                                           en los pezones 
            papeles tirados al inodoro 
            blancos 
grises  que lo velocidad encima 
           como una masa metálica 

en el tejido inconexo 
el sitio de desgarro 

un cruce roto 
la linealidad se pierde 
verdes que la velocidad esfuma 
                        muy pronto Washington D.C. 

la escritura no vuelve transparente 
un agujero negro 

luces bajas 
la carretera se borra 
           en las líneas marcadas al costado 

dos líneas para aferrarse 
cuando el camino          

desboca su sentido 
el peligro en la imprecisión 
                  de las formas luminosas 



ALICIA GENOVESE
 (1953, Provincia de Buenos Aires, Argentina)

De: "Anónima", Ediciones Último Reino, 1992)

Alicia Genovese, dos poemas de Aguas



ME dejo estar en la ducha,
hago la plancha, floto
en el verano del río.
En diálogo con el agua tomo
las mejores decisiones.
En el agua pienso
en el agua descanso
encuentro
la boca blanda
hacia todas las cosas.



PARA permanecer
saber del agua.      
La orquídea para vivir
necesita convencerse
de que puede morir
ni sol directo
ni agua anegadiza
la media sombra asfixiante
de la selva tropical
la sola humedad.

Desde su retiro, lejos
de aguaceros la orquídea
elige el resplandor,
el aire denso
y agua de nubes
filtradas por el bosque
como por un lienzo.

La perfección sensible
de esa vara
tolera más la falta
que el exceso.



De: "Aguas", Ediciones del Dock, 2014

Alicia Genovese: La belleza es un eslabón perdido

Poeta Alicia Genevese en una foto del primer plano de su rostro, sonriente. La imagen es en blanco y negro

Fragmentos




la belleza es un eslabón
perdido
el mar es ajeno y da vueltas

el llanto puede
componer esa distancia
y tal vez la búsqueda pueda
y tal vez la caída
                          no sé

el mar es también la presencia
de unos brazos que se acercan
para abrazar
               suele ser
el eslabón perdido

pero cómo afirmarlo ahora
que la calma es un pantano
la lógica
una torpe certidumbre
y las palabras
cansan



Parole




lo que no sirve mencionar
                    no se mencione
y tan poco
                    entonces
fuera la noche menos húmeda
si duele el estómago
de decir sí
cuando no
pero no
si conmoviera verse sola
con un lirio
                    para secar
si conmoviera
con vísceras del uno o del otro
                    para deglutir
             no diría
y si las tazas se marchitasen
y las mesas se estrujaran
al menos
una ayuda
pero cada cosa
en su sitio


ALICIA GENOVESE (1953, Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires)
De: "El mundo encima", Editorial Rayuela, 1982
Imagen: Facebook de AG

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