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Alejandro Cesario: Hacia la vasta nada

Alejandro Cesario "Poesía que no juzga ni pontifica ni sentencia. Antes bien: expone, mira, pone de resalto. O, acaso, simplemente ve, con toda la contundencia que la mirada puede otorgarle a los hechos. De este modo, crea una existencia que se superpone al mundo como un velo sobre otro velo, destacando la humanidad de rostros y lugares". Extracto del prólogo de Rafael Felipe Oteriño sobre Tonada que no canta

Alejandro Cesario


Amor


a Mel

Ella y yo,
en un pasillo largo, a la espera,
y ella,
entre dilación y sollozos, me dice:
-si pudiera, estaría en tu lugar. 



Esencia



 
Zancada de tero.
Pechitos magros.

Farfulla.

Coplita que machaca y machaca.

No hay luz eléctrica.

El ropaje
se estriega en el arroyo. 



Incondicionalidad




Ya sin latidos.

En el sigilo del desespero
la mamita le susurra.

-Haz un lugar, hijito, para que yo entre



Los Antiguos




En la mecedora,

el crujir de la leña
esparce endecha.

Aúna la ausencia.

Rijosas y cachazas manos.

Agujas que van y vienen
en medio del tejido,

hacia la vasta nada. 



Nochebuena




A la lívida luz del sol,
cancel entornada para el que quisiera entrar,
en el patio cerquita del limonero,
tabla de madera con caballetes,
hule atusado con listones,
candelas sobre la mesa,
cubiertos fulgentes y cruzados,
vino vertido en botijo,
el baldo quebranto,
los gritos de los pibes que juegan,
los refucilos brillantes desde el cielo

y la ausencia, siempre la ausencia.




De: "Tonada que no canta", ediciones la yunta, 2020
Otros poemas de ALEJANDRO CESAREO,  aquí
Imagen: Esquirlas de un alma en fuga

Alejandro Cesario








¿Progreso?




Se parte con escarcha del suburbio,

con ahogo correoso,

con bocas de tormenta tapadas,


el oído percibe

el olor del chiflido sordo,


la canilla de cálidos veranos aún está goteando,

me empecino en entrar.


A metros de la puerta de mi casa,

pequeñas criaturas beben la leche cuarteada de sus madres.


A la madrugada cruzamos

al Gran Buenos Aires,

los pastos de los terrenos baldíos están crecidos

y los perros flacos,

una vaca se inclina a beber el moho

y una mujer panzona con sus siete niños a un costado.

El chasquido del látigo golpeando

sobre el lomo del caballo.


Expulsada criatura

juega en los canales de desagüe.


En el portón de la ex fábrica la ex algodonera

se amanece golpeado y meado.


Aquí se calló la voz

y calló sin convicción,

aquí se orina sin resureccíon.


Pábilo aliento se desase en el puño del deseo,

en el intento de ser un barrio.


En la casilla de madera del guardabarrera se apagó la luz.


Los pastizales bordean las vías.

Tres vagabundos sentados se pasan la ginebra, también el cigarrillo,

lentamente se duermen en un entramado de probreza.


Sobre la loza, la única loza negra de la cuadra,

tres pibes juegan, remontan ilusiones.


Un hombre corre por el puente que cruza el arroyo,

intenta alcanzar el tren que llega a la estación.




De: "La última sombra", Ediciones la yunta, 2015




Desentierro de mis sueños





a Matilda







Los vi lejos,

a pesar de que Matilda me los hizo ver de cerca.




Uno paleaba

y el otro preparaba la talega negra,




al rato,

ambos la llenaban de huesos.







Recuerdo









Me mira, me habla

en esta noche de insomnio.




Yo escucho, escucho

pero sólo oigo su risa

que sale del espejo.




Sus labios se mueven

Hablan y son los míos.






Camino del Buen Ayre




Orillan con la piel rojiza resignados,

quebrados al amparo de la lluvia punzante.


Como aves de rapiña

retuercen sus tripas

sosegando la gusa,


no la desidia




De: "El bruto muro de la casa propia", Ediciones la yunta, 2018







ALEJANDRO CESARIO (1967, Buenos Aires, Argentina)

Imagen: Moebius en la radio

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