Juan Carlos Moisés: Un siglo después de Bloomsday


BENTEVEO EN BLOOMSDAY   



              
Hoy a la mañana vimos un benteveo 
en el ciruelo, exactamente un siglo después 
del Bloomsday (Leopoldo Bloom 
saliendo de farra a festejar con cerveza negra 
fuera de las páginas del Ulises, las sombras 
de Jim y de Nora a su lado). 
Acá nunca se vieron benteveos, pero ahora 
que llegó el cambio climático un benteveo 
es un acontecimiento. 
Estaba incómodo en el lugar equivocado, 
había perdido el sentido de la orientación 
o algo le impedía volar como había llegado, 
se lo veía exuberante, el plumaje amarillo, 
la franja negra que le envuelve los ojos 
y se continúa hasta el pico, una especie 
de antifaz, los ojos escondidos en el negro, 
en el copete otra franja negra rematando 
la cabeza a la vez que matando el amarillo 
luminoso: los verbos no son casuales 
y a veces son necesarios para tensar 
la cuerda entre la cosa y la lengua. 
Lo dijo Ricardo Zelarayán, si la realidad 
está en algún lugar está en el lenguaje. 
Estaba atento el benteveo, vería en nosotros 
una forma de amenaza, tenía dudas y al mismo 
tiempo quería quedarse, tuvo paciencia 
para decidirlo: de esa densidad incierta 
que es un minuto o un segundo estamos hechos. 
El benteveo se movió hacia el Oeste, volvió 
a moverse hacia el Este, subió a tres ramas 
distintas deteniéndose en cada una hasta llegar 
a la copa desnuda del ciruelo, y después 
se fue. No lo vimos más. 
La duración de ese momento, como el soplo 
de una epifanía, admite la descripción de un mundo 
completo, donde sólo algunas veces 
hay opciones para la excepción. 



De: "El viento qué hay acá afuera", Ediciones La Carta de Oliver, 2021 
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