SALGO DEL metro al día
a esta hora en que hace una semana
era de noche aún. No importa
saber que lo perderemos
a fecha fija; tampoco las escasas
hojas de los árboles entre edificios
ni la oscura luz de nube.
Se saborea más que nunca ahora
Cuando todo es nuevo, en la mitad
del invierno.
LO LLAMO el aire
de la nueva vida, y es frío
a rachas, transparente
con la luz que se va abriendo
en la tarde, claro de materia
tras las larguísimas lluvias.
ERAN EXTRAÑOS paseos.
Le recuerdo sentado en un pinar,
elegía palitos del suelo
y los clavaba en la arena,
se rompían o no, pero nada
alcanzaba lógica. Veía el amarillo
extendido a lo lejos
y en la sensación del rechazo,
de la expulsión, iba conociéndose.
En el asfalto, al principio
de la tarde, la tela rígida
del vaquero quemaba a intervalos
el tobillo desnudo.
a esta hora en que hace una semana
era de noche aún. No importa
saber que lo perderemos
a fecha fija; tampoco las escasas
hojas de los árboles entre edificios
ni la oscura luz de nube.
Se saborea más que nunca ahora
Cuando todo es nuevo, en la mitad
del invierno.
LO LLAMO el aire
de la nueva vida, y es frío
a rachas, transparente
con la luz que se va abriendo
en la tarde, claro de materia
tras las larguísimas lluvias.
ERAN EXTRAÑOS paseos.
Le recuerdo sentado en un pinar,
elegía palitos del suelo
y los clavaba en la arena,
se rompían o no, pero nada
alcanzaba lógica. Veía el amarillo
extendido a lo lejos
y en la sensación del rechazo,
de la expulsión, iba conociéndose.
En el asfalto, al principio
de la tarde, la tela rígida
del vaquero quemaba a intervalos
el tobillo desnudo.
MIGUEL CASADO (1954, Valladolid, España)
Fuente: Diario de Poesía N° 67
Enlaces: Poéticas en diáspora | Revista Fakta
Imagen en Toledo Diario: Fotografía de Mario Sánchez
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