Jamie McKendrick


Sal marina     




Cuando habría tenido 
que fijarme 
en aquella muchacha 
sentada al otro lado de la mesa  
después de no pensar durante días  
en otra cosa, o poco menos,  
me distrajo un cristal  
que ella había extraído del salero... 
Parecía al principio  
la clase de tejado que un niño 
pondría en una casa pintada o, más aún, 
una pirámide traslúcida,
los peldaños de un Machu Pichu en miniatura
pero tallado en lágrimas, no en piedra.



Rosa de los vientos




Cuando nos abandonamos a los vientos, la ciudad
era la ciudad de los vientos que soplaban desde los ocho rumbos, las cuatro flechas
de la rosa de los vientos, una estrella que chirriaba y retozaba en su gozne
y levantaba remolinos —hélices, sin raíces, sueltas, casi humanas—
y una hoja de palma barría los senderos de los jardines públicos
como un pájaro haciéndose el cojo —tirón, salto, otro tirón—
mientras un plinto de luz solar teñía de turquesa el tejado del mar
y las mareas azotaban los garfios de cemento del espigón.
En un día de calma una vez vi desde Posillipo
el mar, a lo lejos, expulsar una columna de sal, un sacacorchos
que sorbía el fondo y levantaba bancos de peces para derramarlos sobre nuestros tejados
como pájaros sin alas que hubieran volado por pura exaltación.



Sea Salt




When my attention
should have been fixed
on that girl sitting there
across the table from me
after days of thinking of nothing but 
or little else, 
I was distracted by a crystal
she’d shed from the salt bowl
—first of all it looked
like the kind of roof a child might put 
on a painted house and then more like
a see-through pyramid, 
the steps of a miniature Machu Picchu
but carved from tears and not from stone.




Windrose




When we threw caution to the winds, the city
was the city of winds which blew from the eight points, the four quarters
of the windrose, a star which creaked 
and skittered on its hinge and reared dustdevils —hélices, rootless, footloose, almost human—
and a palm frond swept the public
garden paths like a bird feigning lameness — shuffle, hop, another shuffle— 
while a plinth of sunlight turned the sea’s
roof turquoise and tides lashed the concrete calthrops of the brea water.
On a calm day once firom Posillipo I saw
the sea, way out, extrude a pillar of salt, a corkscrew
that tapped the deep and lifted shoals to rain down on our roofs
like windless hirds who’s flown through sheer assumption.





Sal marina, poesía inglesa
JAMIE MCKENDRICK (1955, Liverpool, Reino Unido)
Traducción: Jordi Doce (Sal marina) / Xon de Ros (Rosa de los vientos)
Fuente: Perros en la playa / Poesía Siglo XXI
Enlaces: Poetry Foundation | Dialnet
Imagen en This Dust of Words: Poetry and/as Translation


1 Comentarios