Christopher Middleton


Chinche de agua    


Quienes conocen la verdad lo llaman daimon y saben que está fuera de ellos.
Plutarco

  
Admitimos que el chinche barquero  
según sube corriente arriba, deja una sombra,  
  
de cinco lunares, en el fondo soleado,  
una sombra ribeteada de colores, como desprendida  
  
limpiamente de un prisma. Así labra,  
contra corriente, un reguero solitario.  
 
El chinche barquero, de frente, corriente arriba, 
en su elemento, ha de ceder, para después correr 

el riesgo, y atravesar en un arrebato 
el caudal de la corriente adversa, directo como lluvia.

O corretear por entre el barro. No le
duele haberse visto arrastrado entretanto

ni nota un lugar al que haber de dirigirse:
éxito, placer, el chalé bajo los robles,

bollos de crema cada tarde para el té.
Ni tampoco el barquero se interesa

por la historia como caudal de fusilería; no son pies
como los arrancados por las minas; ni un reguero

de ingenio acompaña a sus empeños, pues
carece de profesión con la que poder engañarse.

Y justo entonces -imaginad esta postal,
y dando la vuelta a la esquina del viejo café

una figura con sombrero de paja: vigorosa se distiende
la figura, hora de comer

que absorbe a Alejandría, y quizá cerca
se arrastre torpe Cavafis bajo el sombrero,

entre océano y desierto, envuelto en sus ropas,
se vadea por entre la temperatura, como la de entonces,

mediodía ácido, estival jornada en Alejandría,
Y así las gotas de sudor le bajan por la espalda.

Y Lehnert, el fotógrafo, viajó también,
de Bohemia a Sfax, y se detuvo en Constantina,

exploró los souks, retrató el norte del Sahara,
capturaba largas sombras de camello sobre la arena,

perfiles guerreros, tatuajes de filigrana
en barbillas y pómulos de las chicas del burdel,

para terminar en Egipto veinte años después,
y no saber nunca quién fue, en realidad, quién,

escogido entre fantasmas griegos y carne
adolescente, el mito que él soñó tocar,

y ahora trotaba, demacrado, desde la sombra,
El Marino, real, siempre vigilante.



Water Insect


Those who have the right view call it daimon and know it is outside them.
Plutarch


Admittedly the water boatman,
On his way upstream, sheds a shadow,

Cinque-spotted, on the sunny bottom,
A shadow fringed with colours, as if spilt

Briskly from a prism. So he ploughs,
Adverse to the stream, a lonely furrow.

The water boatman, head-on, up the stream,
His element, has to concede, then taking

A chance, full stretch he slashes through
The counterpushing surge, right as rain.

He feels no water, does not see his pretty
Stygian shadow figured on the rock or sand.

Or flit across the mud. He does not
Ache to have been so driven back awhile

Or sense a place he should be heading for:
Success, pleasure, the cottage under oaks,

Cream puffs every afternoon for tea.
Nor does a water boatman heed

History in a stream of bullets; no feet
Are torn away by mines; no shredded

Wits result from his pursuit, for he
Has no profession to mistake himself in.

And even then-imagine this picture postcard,
And coming round a corner by the old café

A figure in a straw hat: sinew stretches
The figure out, a lunch hour

Engulfing Alexandria, and there perhaps
Groggily beneath the hat Cavafy strolls,

Between ocean and desert, folded in his clothes,
Wading through the temperature, as then it was,

Acid noon, a summer day in Alexandria,
For beads of sweat roll down his back.

And Lehnert, the photographer, travelled too,
Out of Bohemia to Sfax, delayed in Constantine,

Explored the souks, portrayed the North Sahara,
Snapping long camel shadows on the sand,

Warrior profiles, filigree tattoos
On chins and cheeks of the bordello girls,

To end in Egypt after twenty years,
And never knew just who it was, just who

Selected from Greek ghosts and adolescent
Flesh he dreamed of touching quite a myth

And trotted now, haggard, from the shadow,
The Mariner, actual, ever on the look-out.




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CHRISTOPHER MIDDLETON
(1926, Truro, Inglaterra, Reino Unido / 2015, Austin, Texas, Estados Unidos de NA) 
Traducción: Javier de la Iglesia
Fuente: Añalejo de indolencias
Enlaces: Poetas Siglo XXI | Perros en la playa

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