Ana Claudia Díaz: Destellos mínimos de mí | El poeta ocasional

Ana Claudia Díaz: Destellos mínimos de mí

Destino, poesía argentina


Destino 



 

Hay cuatro cuadras de distancia hasta vos 
y yo voy trazándolas con mis pies en la vereda 

dibujando pseudo caminos 
por donde llegar de forma más rápida 

  

en caso de que me arrepienta 
una lumbre milimétrica se clavará en mi descuido 

como un desierto de agua, gigante y violeta 
para sanar con su sal 
dicen, los dolores del cuerpo, los huesos 
el incierto arduo 
en la desolación de tardecita 

  

al menos hay diez formas distintas de volver desde ahí 

la decisión es espontánea 
siempre cae sobre nuestros pasos 

  

apago los márgenes para no tener más límites 

rozo el rojo y roto, resquebrajante sonido de tu voz 

como si fuera un arpa dulce 

 

cada casa es como una almena
cada prisma que corona nuestros muros para resguardar

el camino

 

los reyes hambrientos de nuestros yo

buscan el escape en una alcantarilla

hiquita, desapercibida

 

el viento sacude los matorrales calmos de la ribera

todas nuestras pieles aturdidas
bruscas, sin entender.

 

 

 

Praga




La quietud estática
o la monotonía del eco de mi voz

sobre las galerías inmensas
del pasto sembrado al campo abierto

 

redondo impredecible
el ruido de los golpes alejado

del agua contra las piedras

ruinas que se desmoronan

una mañana

 

el momento fértil del día

enrosca el oscuro
tratar de adivinar
el futuro frágil

recién naciente

 

o me detengo
me demoro al borde de un abismo

armando un presente que no dura

 

olvido el minimalismo animal

el escándalo que crece
con la fuerza
de troncos recién cortados

el fondo es áspero al final

 

mendigo acerca del emigrar
de peces en las órbitas de mi infancia

destellos mínimos de mí
un peregrinaje al costado del pasado

 

como por un caleidoscopio
espío el movimiento del tiempo

para saber cómo sostener su peso

sobre el pelaje de un zorro acostado

o sobre las ovejas
me consuela el revés de las cosas

 

la misma calle etérea, solitaria

anclada en las postales antiguas

símbolo de un inventario

túneles

constelaciones grises en las puntas de los edificios

ahí arriba entre las nubes
ú
nica divinidad
un reloj de oro como un eclipse

o un oráculo para consultar

 

agudizar el oído para escuchar
el zumbido de millones de moscas voladoras

 

decorar el mundo
para tapar ese agujero gigante

de incertidumbres
de tiempo oculto y vacío
que existe
y lleva filas y filas de gente sucediendo de años

como trapos sucios que faltan como cuando falta el pan.

 

 

de Una cartografía de la insolación (Club Hem, 2015)

 

 

 

feroz alegoría de la velocidad

en el instante previo

el rebuznar constante y acechado

 

el miedo

 

jugando entre los lirios

en el vapor de los álamos

 

su conjugación

 

 


trocar lo ambiguo de la realidad dentro del misterio

como si fuera un aljibe repleto de lluvia

 

apenas queda un reflejo de voz

un espejismo incandescente, una estela

 

la paridad como una ofrenda

a la sombra de la redondeada copa de un árbol

o de la luna

 

protagonista de un yo

que de tan íntimo se parte

 

 


ardiente entre los escalofríos

solo queda la escarcha esmeralda

y un simulacro de primavera

tan lejos ahora

 

deshecho entre la húmeda mata

el final del arco iris

se posa detrás de vos

y embalsama los espejos marinos

transparentes de carey

que la tormenta escandaliza

 

la tierra es tierna en su detalle

en cada recoveco donde se apoya

el peso del cuerpo

 

de El hemisferio del lado en que quedamos (Baltasara, 2018)


 


lenguas vivas lamiendo lenguas muertas

lenguas menguadas como medias                        

          Néstor Perlongher

 

 

bichar como ciegos

echarle al tendal un saco

salir del peligro

sin que se espante el amago

sin que retumbe

 

el lenguaje desierto

procura una especie de suerte

enluta la cueva

en donde tanto tiempo guareció

 

como gato que se salvó de vuelta

o como vecino que regresa

todito el haber

y vuelve arremendado

al vecindario

 

sin rigor,

enjambre de hambre

prenda de protección

lengua ramada en un rincón

sin perro que ladre

sin padre ni madre

 

que estorbando espanta

con la cola entre las piedras

y al sacudirse

abolla por todos lados sale

 

nauseabunda

la voz para buscar

lenguas más tiernas

en algún perdón

que ni manso ni primero

ni en circunstancias trata

de deshacer la madeja

del ánima que engorrada

se aprieta sin compasión

como tigre recién domado

que anca en la morena

para castigar lo retobado

 

campo santo

luz mala

que amaina la pena

como quien oye un trueno

sobre sus espuelas.

 

de Tapera (Jámpster, 2020)

 


ANA CLAUDIA DIÁZ (1983, Santa Teresita, Buenos Aires, Argentina) 
Publicó Limbo (Pájarosló Editora, 2010 - La One Hit Wonder Cartonera, 2012), Conspiración de perlas que trasmigran (Zindo & Gafuri, 2013), Una cartografía de la insolación (Club Hem, 2015) y El hemisferio del lado en que quedamos (Baltasara, 2018); las plaquetas Vuelto Vudú (Pájarosló, 2009), La ecología de las poblaciones (Pájarosló, 2010), Al antojo de las anémonas (Color Pastel, 2011) y Tapera (el CERO de las formas, 2019 - Jámpster, 2020). En 2018 obtuvo la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes para su proyecto Yacer en el Tuyú (El Suri Porfiado, 2020) Declarado de Interés Legislativo por el Municipio de La Costa. Poemas suyos forman parte de diversas antologías literarias. Colaboró en las revistas Plebella, Op. Cit., No-Retornable, Transtierros, Jámpster, entre otras. Coordina talleres de escritura.
Fotografía: Micaela Paszco

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