Rui Pires Cabral | El poeta ocasional

Rui Pires Cabral

poesía portuguesa


Cedofeita     




el estuco soporta los monótonos dibujos 
del moho, sale un olor a agua 
y a naftalina dentro de la cómoda. el espejo  
dilata las paredes, los agujeros con herrumbre  
y todos los vestigios  
de los cuadros desaparecidos. la ventana  
da a una terraza sombría donde los  
gatos del barrio consumen  
sus ocios.  
dejo mis marcas un poco  
por todas partes, lleno los cajones y 
pongo más perchas en el armario. 
todo en vano: este cuarto no me pertenece, 
vivo dentro de él al aire y los huertos 
de la vecindad son un triste 
paisaje. 



Madrid




Un autobús nos trajo por la llanura castellana
huidos de la suerte de las montañas. La ciudad
creció de repente a nuestro alrededor, pronto supimos
que sería luminosa para nosotros. Y después nuestra habitación
tenía un balcón donde podíamos cenar,
era un nuevo capítulo entero para nuestra historia.
Salíamos a la calle con la noche
avanzada, observábamos el tránsito de las tribus
en su habitat natural. Y qué amplias eran las horas
en aquellos reductos secretos, cómo nos convenía la turbulencia
en las esquinas, en la Gran Vía donde las chinas vendían bocadillos
de pollo y pimientos.
Al final caminábamos abrazados
porque las calles generosas no acostumbran a tener retorno.
A veces bailabas a mi alrededor, las luces eran altas
como banderas.



Restaurante polaco




La noche se sostiene por sus adornos
como un hombre muerto atado a las máquinas.
Los clientes hojean libros, todos polacos
del mismo barrio. Nos damos cuenta
de repente: hay algo sobre las palabras
que no se deja descifrar. En ciudades extrañas
disponemos mejor de los sentidos, arriesgamos
en nuestras intuiciones. Y tras la sopa, el té
tibio, al salir a la calle, podemos descubrir
que aún estamos vivos y que a fin de cuentas
nunca hemos conocido otra condición. Esta es la hora
que nos representa. Y aquello a lo que llamamos realidad
camina con nosotros en la misma dirección.



Café-restaurante




Los árboles a la puerta y la hierba en los adoquines
de la acera. Es el mundo donde tenemos nuestros
encuentros, la misma disposición de las sillas
sorprende. Algunos peces de ojos encharcados
en la vitrina de un refrigerador, los azulejos estampados
con flores a la altura de la boca. Y no es nada de esto
lo que tus modos me prometen: nosotros fuimos
engendrados muy lejos, en otro tiempo. Pones
las monedas en el cristal y nada expresa mejor
la tristeza de este lugar a dos pasos de la estación,
aquí donde todo el mundo parece conocer
al camarero. Me pregunto de dónde nacerá
este sentimiento: ¿de la concha preciosa de tus
hombros? ¿Irá desde estas ventanas
hacia un mundo invisible por detrás de las calles?




Cedofeita




o estuque suporta os monótonos desenhos
do bolor, vem um cheiro a água
e a naftalina de dentro da cómoda, o espelho
dilata as paredes,os buracos com ferrugem
e todos os vestígios
dos quadros desaparecidos.a janela
abre-se para um terraço sombrio onde os
gatos do quarteirão consomem
osseus ócios

deixo as minhas marcas um pouco
por todo o lado, encho as gavetas e
ponho mais cruzetas no armário.
tudo em vão: este quarto não me pertence, 
vivo dentro dele à superficie e os quintais
da vizinhança são uma triste
paisagem. 



Madrid



Uma camioneta trouxe-nos na planura castelhana
evadidos à sorte das montanhas. A cidade
cresceu de repente à nossa volta, soubemos logo
que seria luminosa para nós. E depois o nosso quarto
tinha uma varanda onde podíamos cear, 
era todo um novo capítulo para a nossa história.

Saíamos para a rua com a noite 
adiantada, observávamos o trânsito das tribos
no seuhabitat natural. E como eram largas as horas
naqueles redutos secretos, como nos convinha a turbulência
nas esquinas, na Gran Vía onde as chinesas vendiam sandes 
de frango e pimento.

No fim de tudo caminhávamos abraçados
porque as ruas generosas não costumam ter retorno.
Às vezes tu dançavas à minha volta, as luzes eram altas
como bandeiras. 



Restaurante polaco




A noite é sustentada pelos seus enfeites 
como um homem morto ligado às máquinas.
Os clientes folheiam livros, tudo polacos
do mesmo quarteirão. Percebemos
de repente: há qualquer coisa acima das palavras 
que não se deixa decifrar. Em cidades estranhas
dispomos melhor dos sentidos, somos arriscados
nas nossas intuições. E depois da sopa, do chá
morno, ao sair para a rua, podemos descobrir 
que aínda estamos vivos e que no fim de contas
nunca conhecemos outra condição. Esta é a hora 
que nos representa. E aquilo a que chamamos realidade
segue connosco na mesma drecção. 



Café-Restaurante 




As árvores à porta e a erva nos quadrados
do passeio. É o mundo onde temos os nossos
encontros, a própria disposição das cadeiras
faz impressão. Alguns peixes de olhos encharcados

na vitrina de um refrigerador, os azulejos estampados
com flores à altura da boca. E não é nada disto
o que os teus modos me prometem: nós fomos

engendrados muito longe, noutro tempo. Pousas
as moedas no vidro e nada exprime melhor
a tristeza deste sítio a dois passos da estação,
aqui onde toda a gente parece conhecer

o empregado. Pergunto-me de onde nascerá
este sentimento: da concha preciosa dos teus 
ombros? Seguirá destas janelas 
para um mundo invisível por detrás das ruas? 





RUI PIRES CABRAL (1967, Macedo de Cavaleiros, Braganca, Portugal)
Fuente: Livrosilla
Imagen: Sally Storch

0 Comentarios