Siempre se revuelve la basura
con la asquerosa convicción
de entrar al doméstico caos del pasado.
Agachado, la ciega mano ignora allí por
dónde empezar a buscar.
Las superficies reposan en un accidental
encuentro.
Cosas humilladas por el uso común:
la yerba salpicando las cáscaras de huevo,
la lata que se asoma torturada en aceite,
el bollo de papel humedecido
entre formas viscosas y cenizas,
los bucles muertos de una naranja ausente
y el asomo aplastado
de un envase de plástico.
Todo resumido
a la materia desahuciada en una bolsa, en
esa aniquilación promiscua de la vida.
Ahí donde a mis propios restos
no logro ya reconocerlos,
con la mano que insiste
en negarse a exhumar
esa insignificante parte
que ahora ya tarde reclamo,
maloliente, sumergida, imprecisa.
Otros poemas de DANIEL ORONÓ, aquí
0 Comentarios