Felipe Moncada Mijic



A la manera de Rubén Jacob & T. S. Eliot      




Si Estación Central fuera el tiempo 
y toda esa gente colgando de las micros 
o alrededor de un carro de frituras 
comentaran un asalto con el cabo de guardia. 
O si un repartidor del Boston 
se meciera en un trigal 
más allá de los últimos vientos,
el profesor
entraría a un local de comida rápida
y luego de revisar
por tercera vez su carpeta
vería un ballet de paraguas negros
y la lluvia mojando suplementeros.
Pero los ambulantes
improvisan refugios de nylon
o huyen con su mercadería
como si las escaleras fueran el tiempo,
mientras un indigente del tren subterráneo
recita yambos del fin del mundo
a los que suben y bajan
como si llegar fuera una posibilidad.



Febrero 27




La catástrofe como espectáculo
sin luz ni agua
entre los escombros del barrio Norte.
Con familias
alrededor de las fogatas
como si de pronto
se viviera el terremoto de Chillán
mil novecientos treinta y nueve
polvareda roja, y mi viejo
jugara en las ruinas a los pistoleros
o llegáramos a Talca el año veintiocho
cuando se borraron los caminos al Mercado.
Aquí ha caído el Hotel París, nunca más
se colgará un vendedor viajero de las vigas.
Allí la calle 10 Oriente
borrada su mitología de cafiches
mientras sigue temblando
en la calle del Comercio
con tiendas de los turcos: La Bola de Oro
El Gallo, con telas traídas por Simbad
a la ciudad del adoquín y señorío surrealista
pura grieta y gárgola volcada en la vereda.
Vi un hombre en las ruinas de su tienda
hacer figuras en el suelo con un palo.
Vi pobladores correr con mercadería
como si fuera un día de ofertas, no
no es el dolor un escenario
y donde ayer hubo un local de tatuajes
con calaveras pintadas en el muro
están hoy
el acordeón chato de una cortina metálica
y el peso terrible de unos cuerpos tendidos,
como si de pronto
se quebrara la memoria en trozos de barro
y cien años
se pudieran liberar en tres minutos.



Torpederas




A esta playa
donde se bañan los perros vagos y palomas se pelean
                la basura de turistas
vienen los buses del orfanato, las viejas familias del
                 sector y plásticos que ruedan en la eternidad
                 de la arena.
Como los muchachos de Whitman que se bañan
                 desnudos en el río
pero en versión porteña:
asolean cicatrices, fuman yerba y pierden la vista en
                  los pelícanos, tatuados por quinientos pesos
                  con el escudo del cacique.
Desfilan los cuerpos que no saldrán en las revistas:
la madre de cuatro chicos, con su cicatriz de la cesárea,
el moreno tajeado con el pellejo pegado al espinazo,
la niñita con su polera mojada,
la gorda que grita a su hija: ¡Yamila, ven paracá!,
el tata de gran barriga, un monstruo de peluche con
                    la espalda manchada de lunares.
Para todos
un viento que hace tambalear gaviotas, vuela carpas
                     y servilletas que envolvieron huesos de pollo,
para todos la espuma dibuja galaxias de leche, burbujas
                     que los chicos persiguen en calzoncillos.



FELIPE MONCADA MIJIC (1973, Quellón, Chile)
De: "Migratorio", Ediciones Inubicalistas, 2018.
Enlaces: Círculo de poesía | Poesía Lat
Imagen: Geofrey Johnson 

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