elegiría el bosque como su catedral
el bosque
y en la noche
su volumen sellado, el gran follaje
el peso de los animales
un pájaro asustado elegiría
para dar testimonio.
Levanto mis manos junto a los otros
en la fila para rendirme
Fernando Moledo. Teoremas. Ed. Alción, 2017
MI hijo se había visto en medio de la noche
caminaba con las manos en alto, en fila entre los vencidos
mi hijo me decía:
madre ¿me ves? sigo caminando en la noche más tupida del bosque
voy tras los pasos de tus seres perdidos
directo al corazón de las casas quemándose
entonces yo gritaba
no sigas, no, no sigas
pero mi voz era un graznido
¿qué más podría haber hecho?
yo era un cuervo letal sobrevolando
buscando el aura de las generaciones anteriores
el eslabón perdido
la luz que se diezmó.
MI padre me pregunta
¿seguro que estoy muerto?
me niego a contestarle
busco en el cielo hueco
la guarida del ángel mensajero
que baje él, que baje
que baje el mensajero
que dicte su proclama
heraldo pálido de la oscuridad.
EN algo la ciudad me recuerda las viejas madrigueras del bosque
esa misma manera de agolparnos así los animales cuando viene la lluvia
y de darnos calor
por todo lo que nos quitamos
con eso nos quedamos
con la memoria de la proximidad mientras la sombra avanza.
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