Irene Frydenberg | El poeta ocasional

Irene Frydenberg

El trono familiar







Ya sabés, no es indolencia.

Anudada la anatomía y perdido el destino en el mareo y el insomnio

descubrís que el trono familiar también se sostiene sobre tus hombros.



El futuro se abotarga y nadie dará hosannas por tu nombre.

El peso cargado no tiene beneficios,

es una mole de desaliento en cada inspiración y es hipo de hielo en los latidos.



¿Acaso es posible andar así?

Cada herida abre un río de aguadija

que irá a dar nuevamente en la misma herida o en otra de igual tenor.



Sería prodigioso que las cosas fueran de otro modo.

Los tronos,

cayendo a plomo sobre nosotros,

a menudo detienen nuestro paso

o nos condenan a mirar la vida sin poder hablar con ella.







El vikingo







moldeaba el vaso como para elixires de primer orden

acariciaba como un vikingo

y se reía de cara a la ventana como en un barco



nada lo hacía retroceder –solo su madre-

y mientras tomaba el tren para su yugo

daba tres palmadas al aire como diciendo: el día es nuestro



se había dejado crecer las patillas

fumó una tarde cuando tuvo sed y cosquillas

amasó un pan con sabor a torta frita y esperó la lluvia



nos acurrucamos

eso fue todo











Nacida en julio de 1956 y sin saber mucho qué hacer llegué al Taller Mario Jorge De Lellis con unos recién estrenados 19 años. Después de eso la poesía se convirtió en algo serio. Libro editado, "Nosotros los lúdicos". sin editar cuatro o cinco, el último de los cuales se llama "El arsenal de las uñas". Mientras tanto, la vida. cantar y enseñar a cantar. Un disco grabado, A tientas. Además, un hijo y una casa que siempre he cuidado amorosamente.



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