Puedo dividir (mentalmente) la realidad en varios planos
si lo deseo sentado en la antesala de una morgue
hospitalaria donde las enfermeras bromean entre sí
mientras aguardan la ambulancia que pedimos hace un rato.
Vos también bromeás narrándome tu última aventura
porque sos un viejo amigo y te sentís autorizado
aunque la escena en la que actuamos lleve por nombre
“la muerte golpea nuestra puerta”.
En eso te parecés a estas mismas mujeres que conviven
a diario con los muertos: pero te estaba diciendo que puedo
que estoy en condiciones de festejarte la anécdota
de buena gana riéndome y palmeándote en el hombro
(como lo hago) porque no hay nadie de la familia
merodeando y no me importa lo que piensen unas mujeres desconocidas y sin embargo podría estar llorando
y soplándome los mocos a conciencia
o discutiendo con los de la administración
por la dudosa factura que hace poco recogí y pagué
con plata ajena: cualquier de las opciones sería digna
de esta luz que no quiere dejar nada en la penumbra.
La tibieza de las chapas
la fragancia del estiércol
las partículas de polvo
que se agitan en el aire
el ritornelo del agua
y de los tordos
son materia
poética
del mundo.
Íntima. Extraña.
Desmedida.
Me pregunto:
¿Quién respira?
¿Quién será el inocente
que vendrá a rescatarnos?
Si al momento de lavarme las manos como ordenó
la enfermera que se queda custodiando la puerta
pienso en la mutación que cada uno de los visitantes
ha sufrido después de permanecer algún tiempo
en esta gran habitación repleta de camas y biombos
que voy a recorrer en breve espero que la suerte no me sea esquiva: he visto llorar con mayor o menor grado
de desconsuelo a una quincena de hombres y mujeres
y no soportaría ver ahora cómo respiran con dificultad
niños o jóvenes desconocidos. No sería piadoso de mi parte mostrarle el rostro desencajado a quien merece palabras
de aliento y de ternura. Y en efecto la suerte
está de mi lado porque en cada una de las camas
que repaso en mi camino hallo personas viejas
que han vivido lo suficiente para no sentirse
defraudadas un tiempo razonable a los ojos
de un desconocido que no les tiene cariño alguno
y afortunadamente encarna un papel secundario
en esta historia de sábanas blancas tubos y mangueras
donde suenan variopintos chillidos de alarma
y el oxígeno se distribuye
con relativa justicia.
Un artista de provincia busca su propio estilo
Atisba el revoltijo de luces y de sombras que hacen
esos chicos penitentes que caminan alrededor
del mástil el director de escuela el único pintor paisajista
del pueblo que piensa en su última tela y siente el súbito deseo de terminar con todo: tocar la campana para no tener que buscar a la portera que se encierra en la cocina cuando empieza a apretar el frío revisar las nucas de los varones
y las trenzas de las mujeres propinar el coscorrón
que le debe al travieso que se fue ayer antes de hora
trepándose al tapial del fondo para encaminar de una buena vez sus pasos hacia una casa con olor a encierro y la estufa apagada donde esperan el caballete de campaña y una valija roída con pomos retorcidos y pinceles. Si se apura cuenta todavía con un poco de luz natural para dar las pinceladas finales en el campo mismo donde brota la impresión
el pajonal del bajo donde cerdos perros galgos y potrillos
se alimentan de los restos de basura que el pobrerío
de los ranchos tira a diario mientras mira ondear las aguas poco profundas si la brisa sopla. Sabe que lo que busca
oscuramente es la expresión en el paisaje una manera
personal de darle lumbre pero el paisaje cambia
como su misma alma que no encuentra asidero y lo obliga
a seguir manchándose los dedos. Esas cavilaciones ocupan su mente cuando camina cargado y se detiene un segundo para contemplar la escena que ya ha plasmado en otro
cuadro: los árboles sin hojas la paja brava una bandada
de tordos en el celaje el camino solo.
De: "Papá trajo a casa un cuatro ele", Barnacle, 2018
Diego Colomba (San Nicolás, Santa Fe, 1972)
Es poeta y crítico literario. Ha colaborado con reseñas, notas y entrevistas en numerosos medios. Seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (2009). Publicó su tesis de doctorado Letras de Rock Argentino (2011) y el libro de crítica Mesa de novedades. Poesía y narrativa del presente (2013, premio obra inédita del Concurso Provincial de Ensayo Juan Álvarez 2012). En poesía publicó Baja tensión (2012, mención en el Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana 2011), Desaire (2014), Inmemorial (2015), Chispero (2016), El largo aliento (2016) y el ebook La hospitalidad del mundo (2017).
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