Diego Colomba | El poeta ocasional

Diego Colomba




Poetas argentinos





Puedo dividir (mentalmente) la realidad en varios planos 

si lo deseo sentado en la antesala de una morgue 

hospitalaria donde las enfermeras bromean entre sí 

mientras aguardan la ambulancia que pedimos hace un rato. 

Vos también bromeás narrándome tu última aventura 

porque sos un viejo amigo y te sentís autorizado 

aunque la escena en la que actuamos lleve por nombre

“la muerte golpea nuestra puerta”.

En eso te parecés a estas mismas mujeres que conviven

a diario con los muertos: pero te estaba diciendo que puedo

que estoy en condiciones de festejarte la anécdota 

de buena gana riéndome y palmeándote en el hombro 

(como lo hago) porque no hay nadie de la familia 

merodeando y no me importa lo que piensen unas mujeres desconocidas y sin embargo podría estar llorando 

y soplándome los mocos a conciencia

o discutiendo con los de la administración 

por la dudosa factura que hace poco recogí y pagué 

con plata ajena: cualquier de las opciones sería digna 

de esta luz que no quiere dejar nada en la penumbra.









La tibieza de las chapas 

la fragancia del estiércol 

las partículas de polvo 

que se agitan en el aire 

el ritornelo del agua

y de los tordos

son materia 

poética

del mundo.



Íntima. Extraña.

Desmedida.



Me pregunto:



¿Quién respira?



¿Quién será el inocente

que vendrá a rescatarnos?







Si al momento de lavarme las manos como ordenó 

la enfermera que se queda custodiando la puerta

pienso en la mutación que cada uno de los visitantes 

ha sufrido después de permanecer algún tiempo

en esta gran habitación repleta de camas y biombos 

que voy a recorrer en breve espero que la suerte no me sea esquiva: he visto llorar con mayor o menor grado 

de desconsuelo a una quincena de hombres y mujeres

y no soportaría ver ahora cómo respiran con dificultad 

niños o jóvenes desconocidos. No sería piadoso de mi parte mostrarle el rostro desencajado a quien merece palabras 

de aliento y de ternura. Y en efecto la suerte 

está de mi lado porque en cada una de las camas 

que repaso en mi camino hallo personas viejas 

que han vivido lo suficiente para no sentirse 

defraudadas un tiempo razonable a los ojos 

de un desconocido que no les tiene cariño alguno 

y afortunadamente encarna un papel secundario 

en esta historia de sábanas blancas tubos y mangueras

donde suenan variopintos chillidos de alarma 

y el oxígeno se distribuye

con relativa justicia.









Un artista de provincia busca su propio estilo








Atisba el revoltijo de luces y de sombras que hacen 

esos chicos penitentes que caminan alrededor 

del mástil el director de escuela el único pintor paisajista 

del pueblo que piensa en su última tela  y siente el súbito deseo de terminar con todo: tocar la campana para no tener que buscar a la portera que se encierra en la cocina cuando empieza a apretar el frío revisar las nucas de los varones 

y las trenzas de las mujeres propinar el coscorrón 

que le debe al travieso que se fue ayer antes de hora 

trepándose al tapial del fondo para encaminar de una buena vez sus pasos hacia una casa con olor a encierro y la estufa apagada donde esperan el caballete de campaña y una valija roída con pomos retorcidos y pinceles. Si se apura cuenta todavía con un poco de luz natural para dar las pinceladas finales en el campo mismo donde brota la impresión 

el pajonal del bajo donde cerdos perros galgos y potrillos 

se alimentan de los restos de basura que el pobrerío 

de los ranchos tira a diario mientras mira ondear las aguas poco profundas si la brisa sopla. Sabe que lo que busca 

oscuramente es la expresión en el paisaje una manera 

personal de darle lumbre pero el paisaje cambia 

como su misma alma que no encuentra asidero y lo obliga 

a seguir manchándose los dedos. Esas cavilaciones ocupan su mente cuando camina cargado y se detiene un segundo para contemplar la escena que ya ha plasmado en otro 

cuadro: los árboles sin hojas la paja brava una bandada 

de tordos en el celaje el camino solo.





De: "Papá trajo a casa un cuatro ele", Barnacle, 2018




Diego Colomba (San Nicolás, Santa Fe, 1972) 

Es poeta y crítico literario. Ha colaborado con reseñas, notas y entrevistas en numerosos medios. Seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (2009). Publicó su tesis de doctorado Letras de Rock Argentino (2011) y el libro de crítica Mesa de novedades. Poesía y narrativa del presente (2013, premio obra inédita del Concurso Provincial de Ensayo Juan Álvarez 2012). En poesía publicó Baja tensión (2012, mención en el Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana 2011), Desaire (2014), Inmemorial (2015), Chispero (2016), El largo aliento (2016) y el ebook La hospitalidad del mundo (2017).



0 Comentarios