Todos los que están muertos
Cuando un hombre ya sabe que otro
lo anda buscando,
el hombre no se oculta.
No se espera
a pasar otra noche
con su esposa
o a acostar a sus hijos.
Se pone una camisa limpia y un traje oscuro,
y va a la barbería
para dejar que otro lo rasure.
Cierra los ojos,
se recuerda a sí mismo cuando niño, desnudo
y recostado en una roca junto al agua.
El hombre pide, luego, la loción especial.
Los viejos se colocan junto a la silla, en fila,
y el barbero rocía un poco a cada uno
de ellos en las manos.
LA LUZ QUE VEN LOS MUERTOS
Son muchos los que vuelven
Después de que alisó el doctor la sábana
En torno de su cuerpo
Y salió para hacer una llamada.
Han muerto pero viven.
Se les conoce como los muertos que vivieron a través de sus muertes,
Y en mi familia
Se les tiene por sabios y honestos.
Flotan fuera de sus cuerpos
Y se prenden del techo como una palomilla,
Siguiendo los afanes de todos los demás en torno suyo.
Las voces e imágenes de los vivos
Se van desdibujando.
Un bramido los traga
Bajo las ruedas de una tiniebla sin dolor.
En la distancia
Hay alguien
Parecido a un guardavía que agita una linterna.
La luz, flor blanca, crece.
Se vuelve muy intensa, como música.
Ven los rostros de gente a la que amaron,
Los que en verdad murieron y hablan dulcemente.
Ven en un sembradío a su padre, sentado.
Terminó la cosecha, y su silla de mimbre fue arreglada.
Lleva una toalla alrededor del cuello
Con olor a loción.
Luego ven a la madre
De pie, a espaldas suyas, con un par de tijeras.
Sopla el viento.
Ella le corta el pelo a él.
Los muertos han contado historias como estas
A los vivos.
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