Marianne Moore | El poeta ocasional

Marianne Moore



Peter



Fuerte y resbaladizo,
hecho para la tertulia de medianoche en el pasto,
enfrentado por cuatro gatos, se pasa el tiempo durmiendo
—la primera zarpa separada en la pata delantera, que corresponde
al pulgar, retraída hasta la punta; la pequeña mata de follaje
o patas de chicharra sobre cada ojo, aunque se pueden contar las unidades
de cada grupo; las espinas de pescado dispuestas regularmente alrededor de la

boca,
para alzarse o caer al unísono como las púas del puerco espín
—ahora inmóviles. Permite que la gravedad lo achate,
como si fuera un pedazo de alga amansado y debilitado por la exposición al sol;
obligado, al extenderse, a yacer estacionario.
Dormir es resultado del error de que uno debe
hacer lo mejor para uno mismo;
dormir —epítome de lo que es para él, como para la mayoría, el fin de la vida.
Demuéstrese en él cómo hizo la dama para capturar
la peligrosa serpiente sureña, colocando
el diente de una horqueta a cada lado
de su cuello inofensivo; no es bueno intentar
despertarlo: su cabeza con forma de ciruela
y sus ojos de caimán no son cómplices de la broma.
Alzado y movido, se lo puede hacer pendular como una anguila
o acomodarlo en el antebrazo como a un ratón;
sus ojos biseccionados por pupilas del grosor de un alfiler,
se exhiben con un parpadeo, vuelven a cubrirse. ¿Puede ser? Debería decir podría haber sido;
cuando él ha conseguido lo mejor de un sueño
—como en una lucha contra la naturaleza o con gatos— todos lo sabemos.
El sueño profundo no es en él una ilusión permanente.
Saltando con precisión de rana, soltando gritos convulsos
si lo alzan, vuelve a ser él mismo;
quedarse enjaulado entre los travesaños de una silla doméstica
sería infructuoso —humano. ¿ Qué tiene de bueno la hipocresía?
Es permisible elegir el propio empleo,
abandonar la madeja de alambre, el budín enrollado,
cuando ya no hay indicios de que son un placer,
para rayar el almacén de al lado con una doble línea de muescas.
Puede hablar, pero con insolencia no dice nada. ¿Y qué?
Cuando se es franco, la sola presencia es un cumplido.
Está claro que aprecia la virtud de la naturalidad,
que es uno de aquéllos que no considera el hecho publicado como una rendición.
En cuanto a su invariable disposición a la afrenta,
un animal con zarpas desea tener que usarlas;
esa extensión tipo anguila del tronco en una cola no es un accidente.
Para saltar, para estirarse, dividir el aire —para saquear y perseguir.
Para decirle a la gallina: vuela sobre la cerca, toma en tu perturbación
la dirección equivocada —eso es la vida;
hacer menos sería deshonestidad.


MARIANNE MOORE (1887, Kirkwood, Missouri / 1972, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica)
Traducción: Mirta Rosenberg, María Negroni y Sophie Black
Otros poemas de Marianne Moore, aquí
Imagen: www.pixgood.com












PETER: Strong and slippery,/built for the midnight
grass-party/ confronted by four cats, he sleeps his time away—! the detached
first claw en the foreleg corresponding/ to the thumb, retracted to its tip;
thre small tuft of fronds/ or katydid-legs above each eye numbering ah units/
in each group; the shadbones regularly set about the mouth/ to droop or ríse in
unison like porcupine-quillis./ He lets himself be flattened out by gravity/ as
seaweed is tamed and weakened by the sun,! compelled when extended, to he
stationary./ Sleep is the result of his delusion that on must/ do as well as
one can for oneself/ sleep— epitome is what is to him the end of life./
Demonstrate on him how the lady placed a forked stick/ on the innocuous
neck-sides of the dangerous southern snake./ One need not try to stir him up;
his prune-shaped head/ and alligator-eyes are not party te the joke./ Lifted
and handled, he may be dangled hike an eel/ or set up en the forearm hike a
mouse his eyes bisected by pupils of a phi’s width,/ are flickeringly
exhibited, then covered up./ May be? 1 should have said might have been/ when
he has been got the better of in a dream—/ as in a fight with nature or with
cats, we all know it/Profound sleep is not with him a fixed illusion/ Springing
about with froglike accuracy with jerky cries/ when taken in hand, he is
himself again to sit caged by the rungs of a domestic chair/would be
unprofitable— human. What is the good of hypocrisy?/It is permissible te choose
one’s employment,/to abandon the nail, or roly-poly,/when it shows signs of
being no longer a pleasure,/ to score the nearby magazine with a double lime of
strokes./ He can talk but insolently says nothing. What of it?/ When one is
frank, one´s very presence is a cornpliment/ It is clear that he can see the
virtue of naturalness,/ that he does not regard the published fact as a
surrender./ As for the disposition invariably to affront,/ an animal with claws
should have an opportunity to use them.! The eel-like extension of trunk into
tailis not an accident./ To leap, to lengthen out, divide the am, to purloin,
to pursue/ Te tell the hen: fly over the fence, go in the wrong way/in your
perturbation— this is life;/ to do less would be nothing but dishonesty.

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