Es hora, y esa hora es ahora, menos que un instante, pero más que un siglo, de que les hable, y me calle, de Joaquín Giannuzzi, un poeta secreto.Afirma como si interrogara, ensimismado en su guitarra sin cuerdas. No Macedonio ni Roberto Arlt: Montale, Montaigne. Estas crónicas, estas serpentinas, no son retratos sino charcos de agua. Si su cisne es la lluvia, la mitad de esa lluvia es Buenos Aires, señora entera, naranja nocturna. Entre un espejo sucio y un mate lavado, esta poesía nos mira con los ojos cerrados y la pasión abierta. Sensual en la metafísica, mental en lo corporal de sus conceptos, su límite es la araña pero su centro es el mundo. Mundo interior por anterior, por barrilete y suma de hojas secas. Pero cuidado, no hay verdad más exacta que estas verdades íntimas, raíces o esqueletos, labios pintados con mariposas y fotografías, con humedades y rostros como guantes gastados, como tranvías, como colectivos, como andenes vacíos, como baldosas flojas.Claro que el tango, por supuesto. Pero tampoco el salto, cuándo no. Sino el crepúsculo, la sonrisa de la Gioconda del crepúsculo, entre la rueda de bicicleta y el ajedrez.Sus versos no son perfectos, aunque ni siquiera perpetuos. Si ustedes quieren, casi prosa profana, tuñón ambiguo. Clásico en la mirada, romántico en lo clásico, Joaquín Giannuzzi es también un mendigo: un premio Nobel para este pobre ciego.Su desborde es su borde, pero si el ditirambo es mío, permítanme que mire para otro lado, no me pregunten más, que así es la rosa y el diluvio, y el buzón de la esquina, y la vereda de enfrente.Si exagero es porque vive Dios, pero si miento es porque Dios no miente.Después de todo, qué le vamos a hacer. Si no nombré a Pavese es porque está en sus versos. En estos versos medidos, desmedidos, lo brillante es lo opaco, y sin contradicción, un ramo de regresos, una novia sin pétalos.Yo apunto hacia lo deshojado de esta mano sedienta, de este río de cinco dedos y ninguna flor sino sólo una rosa.La poesía de Joaquín Giannuzzi no nos llama, la poesía de Joaquín Giannuzzi es una llama de agua y un espejo roto no como un puente ni como una máquina de coser ni como una copa ni como una espada.Esta poesía es una puerta, pero esta poesía lo que no es es la ventana que es ni el otro lado ni ningún otro lado sino esa ninguna parte que está aquí.
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Es clásico
es clásico
tan repentinamente romántico
que lo clásico en él
y lo romántico
es transitorio
como la piedra
que embellece a la estatua
con lo que fue
con su prehistoria de piedra
de siglos encerrados
en una gota o cielo
en un grano de mundo
de universo
como una estrella
es su luz bebida
al claro vino
o al oscuro sueño
adonde las palabras
no alcanzan
adonde su sentido
las lleva
como si ellas fueran
la punta de la flecha
y el sentido no el arco
sino la flecha entera
con su zenón
y su tortuga
tan lejos de sí misma
como el sol de la luna
ya mano o corazón
con latidos de mano
y horizontes de guante
de ojo abierto
no a la luz ni a la sombra
sino al eco
de la palabra exacta
la no dicha
la esquiva y no buscada
la encontrada no en otra
sino en ella que entonces
ya no es ella ni otra
sino el margen o verso
en blanco y a la espera
de palabras no escritas
que lo digan o escriban
en los versos ya escritos
que sin él no son nada
sino versos o versos
que hacia él nos inspiran
para ser lo que han sido
sólo recién ahora
cuando ese verso falta
y esa ausencia los hace
necesarios y exactos
como él
el siempre necesario
el cambiante y superfluo
el infinito y único
el incesante y solo
el ajeno y sonriente
Otros poemas de Constantino M Andreadis, aquí
es clásico
tan repentinamente romántico
que lo clásico en él
y lo romántico
es transitorio
como la piedra
que embellece a la estatua
con lo que fue
con su prehistoria de piedra
de siglos encerrados
en una gota o cielo
en un grano de mundo
de universo
como una estrella
es su luz bebida
al claro vino
o al oscuro sueño
adonde las palabras
no alcanzan
adonde su sentido
las lleva
como si ellas fueran
la punta de la flecha
y el sentido no el arco
sino la flecha entera
con su zenón
y su tortuga
tan lejos de sí misma
como el sol de la luna
ya mano o corazón
con latidos de mano
y horizontes de guante
de ojo abierto
no a la luz ni a la sombra
sino al eco
de la palabra exacta
la no dicha
la esquiva y no buscada
la encontrada no en otra
sino en ella que entonces
ya no es ella ni otra
sino el margen o verso
en blanco y a la espera
de palabras no escritas
que lo digan o escriban
en los versos ya escritos
que sin él no son nada
sino versos o versos
que hacia él nos inspiran
para ser lo que han sido
sólo recién ahora
cuando ese verso falta
y esa ausencia los hace
necesarios y exactos
como él
el siempre necesario
el cambiante y superfluo
el infinito y único
el incesante y solo
el ajeno y sonriente
Otros poemas de Constantino M Andreadis, aquí
Poemas en crudo
35
el poema es aparte
no sólo es una parte de cada cosa
sino que es todas las cosas y cada una
si el poema es lo que parte de sí mismo
lo que se aleja
lo inalcanzable
es porque el poema no sale
nunca de sí
y es así como no saliendo que el poema sale
parte
sale
para entrar en sí mismo y en cada cosa
para entrar y salir de cada cosa
al salir de sí mismo
al entrar o salir
y ese entrar o salir
ese entrar y salir
que por él son en él la misma cosa
es el poema saliendo de sí mismo
y entrando en él
como si así saliera
de cada una y de todas las cosas
de las que es parte
porque es aparte
porque sólo el poema
es aparte
aunque no como espejo
ya no como espejo
sino como cielo
como mar
como tierra o silencio
como sólo palabra
si palabra no escrita o nunca dicha
sí palabra leída o escuchada
no sólo en ella
sino sólo en otras
y si en todas las otras en cualquiera
cualquier palabra
todas las palabras
son la palabra exacta
la que el poema no busca pero espera
Constantino Mpolás Andreadis (Buenos Aires, Argentina)
Otros poemas de Constantino M. Andreadis, aquí
Imagen: "La inspiración del poeta", de Nicolás Poussin
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