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Nora Perusin

III



yo sólo era una aproximación
sombra de una sombra
agua confundida en el desastre,
en esas ocasiones la arena blanda
traía la visión del lento agitarse de la tierra
un gesto cínico 

casi un espasmo



IV



Entonces, yo sólo era el agua confundida en el desastre
una porción casi invisible del aliento que dejaba mi boca,
bruma desteñida en el final de invierno
o simplemente en el final

Los objetos   a
veces  se ven como una línea de
circunvalación
que provoca la luz en contralto
observo la inercia del fino polvo que los cubre
y no encuentro otra mirada más que la mía


Otros poemas de NORA PERUSINaquí
De: "Donde la luz detiene su sombra", El suri porfiado Ediciones, 2014

Nora Perusin lee a Cesare Pavese

Cesare Pavese


Los mares del sur




Caminamos una tarde sobre la ladera de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve tranquilo, el rostro bronceado,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debe de haber estado muy solo,
un gran hombre entre idiotas o un pobre loco,
para enseñar a los suyos tanto silencio.


Mi primo habló esta tarde. Me pidió
que subiera con él: desde la cumbre se divisa
en las noches serenas el reflejo del faro,
lejano, de Turín. "Tú que vives en Turín
-me dijo-... pero tienes razón, la vida se vive
lejos de la tierra: se progresa y se goza;
luego, cuando se regresa, como yo, a los cuarenta,
se encuentra todo nuevo. Las Langas no se pierden".
Todo esto me dijo y no habla italiano
sino el lento dialecto que, como estas mismas piedras,
es tan áspero que veinte años de idiomas y de océanos diversos
no consiguieron pulirlo. Y camina por la cuesta
con la mirada ensimismada que vi, de chico,
en los campesinos un poco cansados.

Veinte años ha estado viajando por el mundo,
Se fue cuando yo era un nene en brazos de mujeres
y lo dieron por muerto. Sentí después hablar de él
a las mujeres, a veces, como en una fábula,
pero los hombres, más graves, lo olvidaron.
Un invierno, a mi padre, ya muerto, le llegó una postal
con una gran estampilla verdosa de naves en un puerto
y augurios de buena vendimia. Fue un gran estupor,
pero el muchacho, crecido, explicó ávidamente
que el billete venía de una isla llamada Tasmania
circundada de un mar muy azul, feroz de tiburones,
en el Pacífico, al sur de la
Australia
,
y añadió
que, seguro, el primo pescaba perlas. Y guardó la estampilla.
Todos dieron su opinión, pero todos concluyeron
que si no había muerto, moriría.

Desde que jugué a los piratas malayos, ¡cuánto tiempo ha pasado!,
y desde la última vez que bajé a bañarme a un sitio mortal
y he seguido a un compañero de juegos sobre un árbol
quebrando hermosas ramas y le rompí la cabeza a un rival
y también me la dieron, cuánta vida transcurrió.
Otros días, otros juegos, otros sacudones de sangre
delante de rivales más evasivos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado infinitas pavuras,
una muchedumbre, una calle, me han hecho temblar;
un pensamiento, a veces, espiado sobre un rostro.
Todavía siento en los ojos esa luz burlona
de millares de faroles sobre el ruido de pasos.

Mi primo regresó terminada la guerra,
gigantesco como pocos. Y tenía dinero.
La parentela decía por lo bajo: "En un año,
por decir mucho, se lo comió todo y vuelve a vagar.
Así terminan los desesperados".
Mi primo tiene una cara rotunda. Compró un lote
en el pueblo y se hizo construir un garaje de cemento
con un flamante surtidor de nafta en el frente
y sobre la curva del puente, bien grande, un cartel metálico.
Después puso un mecánico adentro a cobrar el dinero
y él se dedicó a recorrer las Langas, fumando.
Se había casado. Tomó una chica rubia y delicada
como las extranjeras que seguramente conoció en el mundo.
Pero sale todavía solo, vestido de blanco,
con las manos atrás y el rostro bronceado;
por la mañana recorría las ferias, con aire cazurro,
negociando caballos. Después me explicó,
cuando fracasó el proyecto, que su plan
era quitarle al valle todas las bestias
y obligar a la gente a comprarle motores.
"Pero la bestia más grande de todas", decía,
"fui yo al pensarlo. Debí saber
que bueyes y personas son aquí la misma raza."

Caminamos más de media hora. La cima está cerca,
aumentan alrededor el susurro y el silbido del viento.
Mi primo se para de golpe y se da vuelta: "Este año
escribo en el cartel: Santo Stefano ha sido siempre
el primero en los festejos del valle del Belbo.
Y que chillen los de Canelli". Después, sigue la subida.
Un perfume de tierra y viento nos envuelve en lo oscuro.
algunas luces en la distancia, casitas, automóviles
que se oyen apenas. Y yo pienso en la fuerza
que me ha devuelto a este hombre, arrancándolo del mar,
de las tierras lejanas, del silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes que hizo; dice, seco,
que ha estado en este lugar, aquel otro,
y piensa en los motores.

Sólo un sueño le ha quedado en la sangre.
Se cruzó una vez, viajando como maquinista
de un pesquero holandés, con el cetáceo,
y ha visto volar los pesados arpones en el sol,
vio huir las ballenas entre espumarajos de sangre
y la persecución, y las colas alzadas y la lucha en la lanza.
Me lo recuerda a veces.

Pero cuando le digo que es de los elegidos que vieron la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día era viejo para ellos.


Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare
stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969
Versión de Jorge Aulicino
Imagen: www.undo.net
Enlaces relacionados con Cesare Pavese:
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=55&Itemid=1
http://algundiaenalgunaparte.wordpress.com/2008/09/09/cesare-pavese-y-el-oficio-de-vivir-100-anos/
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Cesare%20Pavese
http://www.centropavesiano-cepam.it/


Nora Perusin: 1955, Buenos Aires. Autora de tres poemarios, participó en el Taller literario Mario Jorge de Lellis, un legendario lugar de encuentro de importantes poetas durante la década del setenta. En el 2012, con Juano Villafañe y Sergio Kisielewski, presentó el espectáculo "Los poetas de Mascaró", un recorrido por los poemas de una generación que vivió los terribles años de la dictadura en Argentina. Autora de "Acerca de nosotros", "Los soles oblicuos" y "La distancia es esa frontera que se mueve" comenta por qué eligió Los mares del Sur: "Descubrí a Cesare Pavese en el taller Mario Jorge de Lellis, de él elijo Los Mares del Sur,  este poema, como otros,  del mismo autor, significó para mí un descubrimiento del clima narrativo en la poesía, una poesía sin amaneramientos ni hermetismo en la construcción de las imágenes poéticas".


Enlaces relacionados con Nora Perusin
http://poetassigloveintiuno.blogspot.com.ar/2012/10/nora-alicia-perusin-8140.html
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Nora%20Perus%C3%ADn
http://www.el-descubrimiento.com.ar/lanota.php?id=127&id_sec=2&id_sub_sec=7

Nora Perusin


Orankestrasse 10, Berlín, 11 de agosto de 1959




"...cuando te escribo esta carta, y la orquesta toca la cumparsita
el tango se desplaza entre las mesas del restorant
y te evoca más que la distancia.

Tanto te anhelo que los días serán lentos
                                    hasta que pueda dejar
este paisaje  aún  desvastado por la guerra..."



Berlín, 19 de agosto de 1959



"...el tiempo subsiste todo lo que tarda
en llegar otro día apartado de ti,
esperar el vuelo de regreso, contar los días
y fumar.
Todo parece extremadamente revuelto doblegado,
                                   sin tus cartas
            querida
el color de tus ojos embellece la espera
de la cita a solas en Montevideo.."


NORA A. PERUSIN (Buenos Aires, Argentina, 1955)
De: "La distancia es esa frontera que se mueve", Ediciones del Dock, 2007
Imagen: forosdelasegundaguerra

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