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Miguel Gaya: un poema inédito





De todas las cosas del mundo,

prefiero el mundo.

De todo mundo
posible,

prefiero las cosas. 
Hay en mí un apego
ramplón a lo que existe

que elimina toda
prevención en el mirar, se desguarece
frente al universo
que se extiende impávido ante mí
y más frío 
que el frío de las estrellas
cuando mueren y caen
sobre mi cabeza, incesantes,
polvo cósmico al que saludan mis huesos
como a viejos conocidos,
como a miembros de la familia que vuelven fatigados
junto al fuego
y se persignan
antes de comer. 

Es posible, finalmente, que hable solo,
que no reciba visitas, ni los rayos
de las luces de las estrellas me atraviesen el
pecho

bajo la bóveda celeste.
Yo sin embargo los saludo y, la verdad, los
aguardo,
 
pero como si fueran,
como si el universo fuera,
apenas la pátina aceitosa y leve
de un lago oscuro
escondido en un bosque
y donde brilla la luna y, apenas,
las estrellas fugaces. 






Las estrellas fugacesEnlaces: El poeta ocasional

Imagen: Facebook



Miguel Gaya




Lo nuestro








1.








Lo salvajes lo ignoraron.

Los griegos también.

Y los nipones y los canacos

y los mixtecas.

Generaciones no lo conocieron.






Así y todo

a mí no me sobra.

A mí me falta.

Tal vez a ellos no

pero yo no puedo

vivir sin tenerlo junto a mí

sin que me acune

su mentira en la noche.










2.








Se esconde.

Lo que sabemos es que no está.

Se esconde.

Se esconde en la espesura

en el placard

en lo profundo de un sótano

que almacena desperdicios

en las tinieblas

de un cuarto cerrado

y que da miedo.

Otra vez y para que se entienda:

No está.

Pero su ausencia dice

que es

y que lo echamos en falta.

Se esconde.

En baúles con sombreros ajados

en el cuarto de planchar

en lo profundo de un chalet cerrado

en un balneario en invierno.

Ahí quedó

mohoso.

Donde no lo hallaremos al volver

porque hemos cambiado.






Junté mis dedos a las puntas de tus dedos

y fue como si dijera

ahora puede volver.

De la electricidad puede surgir.

De la electricidad de tu cuerpo

y de la oscuridad

de las persianas bajas.

En esa hora en que todo se aquieta

y la chicharra manda

y su mentira en la noche

es puesta en evidencia

por la verdad de tu cuerpo

puede volver.






Pero es inútil.

Se esconde

y nos espía

y su mirada nos llena de vergüenza.










3.








Pero es inútil

su mentira en la noche.

No alivia.

Todo tarda

en morir

en disgregarse

en ser molido

por el viento.

Y nada perdura.






Inútil acostarse.

Inútil olvidar.

Inútil acostarse a olvidar.

El viento y la noche y la inmensidad del desierto

no apuran el olvido.

Lo escriben en la piel.  

Tus ojos están acá otra vez.

Sonámbulos.












Miguel GayaMIGUEL GAYA (1953, Ayacucho, Provincia de Buenos Aires, Argentina)

De: "Lo efímero y otros poemas inestables", Ediciones en Danza, 2009

Imagen: facebook

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