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Marcelo Díaz lee a Irene Gruss



El mundo incompleto  



El reverso del mundo plagado de

margaritas
ondulantes, iluminadas. 
El mundo, tal como es, 
difícilmente pueda completar
la llegada a las
ondulantes margaritas. 
¿Quién necesita esas flores
quién se queda en describirlas
tal como están, allá lejos,
quién sabe cómo son esas flores?
¿Y si no son margaritas?
¿Si no se llega
si no se completa el mundo? 

a mi hijo


Irene Gruss (1949, Buenos Aires, Argentina)

Marcelo D.Díaz 1981. Licenciado en Letras. Premio Bienal Arte Joven Universidad Nacional del Litoral. Publicó el libro de poemas “La sombrilla de Wittgenstein” (Cartografías. 2007 Reeditado en el año 2013 por Colectivo Semilla. Bahía Blanca). En el año 2011 publicó el libro “Newton y yo” (editorial Nudista). En el 2014 “El fin del realismo” (Viajero insomne). Y en 2012 publicó el ensayo “La máquina de enunciación K” con editorial EDUVIM. Participó en la antología de jóvenes narradores “Es lo que hay” llevada a cabo por Lilia Lardone en el año 2009 y de la antología “Penúltimos: 33 poetas de Argentina (1965-1985)” selección a cargo de Ezequiel Zaidenwerg (UNAM.2014). Y en el año 2015 editó junto con Patricio Foglia el libro “Los fuegos de Orc: antología de poesía y ciencia ficción argentina” disponible en línea en:

Textos suyos aparecen en las revistas ADN, Veintitrés, No-retornable, Indie Hoy y .
Enlaces relacionados con Marcelo Díaz:

Nora Perusin lee a Cesare Pavese

Cesare Pavese


Los mares del sur




Caminamos una tarde sobre la ladera de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve tranquilo, el rostro bronceado,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debe de haber estado muy solo,
un gran hombre entre idiotas o un pobre loco,
para enseñar a los suyos tanto silencio.


Mi primo habló esta tarde. Me pidió
que subiera con él: desde la cumbre se divisa
en las noches serenas el reflejo del faro,
lejano, de Turín. "Tú que vives en Turín
-me dijo-... pero tienes razón, la vida se vive
lejos de la tierra: se progresa y se goza;
luego, cuando se regresa, como yo, a los cuarenta,
se encuentra todo nuevo. Las Langas no se pierden".
Todo esto me dijo y no habla italiano
sino el lento dialecto que, como estas mismas piedras,
es tan áspero que veinte años de idiomas y de océanos diversos
no consiguieron pulirlo. Y camina por la cuesta
con la mirada ensimismada que vi, de chico,
en los campesinos un poco cansados.

Veinte años ha estado viajando por el mundo,
Se fue cuando yo era un nene en brazos de mujeres
y lo dieron por muerto. Sentí después hablar de él
a las mujeres, a veces, como en una fábula,
pero los hombres, más graves, lo olvidaron.
Un invierno, a mi padre, ya muerto, le llegó una postal
con una gran estampilla verdosa de naves en un puerto
y augurios de buena vendimia. Fue un gran estupor,
pero el muchacho, crecido, explicó ávidamente
que el billete venía de una isla llamada Tasmania
circundada de un mar muy azul, feroz de tiburones,
en el Pacífico, al sur de la
Australia
,
y añadió
que, seguro, el primo pescaba perlas. Y guardó la estampilla.
Todos dieron su opinión, pero todos concluyeron
que si no había muerto, moriría.

Desde que jugué a los piratas malayos, ¡cuánto tiempo ha pasado!,
y desde la última vez que bajé a bañarme a un sitio mortal
y he seguido a un compañero de juegos sobre un árbol
quebrando hermosas ramas y le rompí la cabeza a un rival
y también me la dieron, cuánta vida transcurrió.
Otros días, otros juegos, otros sacudones de sangre
delante de rivales más evasivos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado infinitas pavuras,
una muchedumbre, una calle, me han hecho temblar;
un pensamiento, a veces, espiado sobre un rostro.
Todavía siento en los ojos esa luz burlona
de millares de faroles sobre el ruido de pasos.

Mi primo regresó terminada la guerra,
gigantesco como pocos. Y tenía dinero.
La parentela decía por lo bajo: "En un año,
por decir mucho, se lo comió todo y vuelve a vagar.
Así terminan los desesperados".
Mi primo tiene una cara rotunda. Compró un lote
en el pueblo y se hizo construir un garaje de cemento
con un flamante surtidor de nafta en el frente
y sobre la curva del puente, bien grande, un cartel metálico.
Después puso un mecánico adentro a cobrar el dinero
y él se dedicó a recorrer las Langas, fumando.
Se había casado. Tomó una chica rubia y delicada
como las extranjeras que seguramente conoció en el mundo.
Pero sale todavía solo, vestido de blanco,
con las manos atrás y el rostro bronceado;
por la mañana recorría las ferias, con aire cazurro,
negociando caballos. Después me explicó,
cuando fracasó el proyecto, que su plan
era quitarle al valle todas las bestias
y obligar a la gente a comprarle motores.
"Pero la bestia más grande de todas", decía,
"fui yo al pensarlo. Debí saber
que bueyes y personas son aquí la misma raza."

Caminamos más de media hora. La cima está cerca,
aumentan alrededor el susurro y el silbido del viento.
Mi primo se para de golpe y se da vuelta: "Este año
escribo en el cartel: Santo Stefano ha sido siempre
el primero en los festejos del valle del Belbo.
Y que chillen los de Canelli". Después, sigue la subida.
Un perfume de tierra y viento nos envuelve en lo oscuro.
algunas luces en la distancia, casitas, automóviles
que se oyen apenas. Y yo pienso en la fuerza
que me ha devuelto a este hombre, arrancándolo del mar,
de las tierras lejanas, del silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes que hizo; dice, seco,
que ha estado en este lugar, aquel otro,
y piensa en los motores.

Sólo un sueño le ha quedado en la sangre.
Se cruzó una vez, viajando como maquinista
de un pesquero holandés, con el cetáceo,
y ha visto volar los pesados arpones en el sol,
vio huir las ballenas entre espumarajos de sangre
y la persecución, y las colas alzadas y la lucha en la lanza.
Me lo recuerda a veces.

Pero cuando le digo que es de los elegidos que vieron la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día era viejo para ellos.


Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare
stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969
Versión de Jorge Aulicino
Imagen: www.undo.net
Enlaces relacionados con Cesare Pavese:
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=55&Itemid=1
http://algundiaenalgunaparte.wordpress.com/2008/09/09/cesare-pavese-y-el-oficio-de-vivir-100-anos/
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Cesare%20Pavese
http://www.centropavesiano-cepam.it/


Nora Perusin: 1955, Buenos Aires. Autora de tres poemarios, participó en el Taller literario Mario Jorge de Lellis, un legendario lugar de encuentro de importantes poetas durante la década del setenta. En el 2012, con Juano Villafañe y Sergio Kisielewski, presentó el espectáculo "Los poetas de Mascaró", un recorrido por los poemas de una generación que vivió los terribles años de la dictadura en Argentina. Autora de "Acerca de nosotros", "Los soles oblicuos" y "La distancia es esa frontera que se mueve" comenta por qué eligió Los mares del Sur: "Descubrí a Cesare Pavese en el taller Mario Jorge de Lellis, de él elijo Los Mares del Sur,  este poema, como otros,  del mismo autor, significó para mí un descubrimiento del clima narrativo en la poesía, una poesía sin amaneramientos ni hermetismo en la construcción de las imágenes poéticas".


Enlaces relacionados con Nora Perusin
http://poetassigloveintiuno.blogspot.com.ar/2012/10/nora-alicia-perusin-8140.html
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Nora%20Perus%C3%ADn
http://www.el-descubrimiento.com.ar/lanota.php?id=127&id_sec=2&id_sub_sec=7

José María Pallaoro lee a Néstor Mux


Estas Madres




Las escobas, las sartenes, las plantas, 
las camisas fueron dejando de ser reales 
debajo de una lluvia remota 
de días sencillos y mejores. 

Desde entonces el pañuelo blanco 
quedó anudado a las cabezas 
como una certeza abriéndose paso 
y de pie sobre sus propias ruinas 
de todas las obstinaciones posibles 
ninguna otra más natural y más feroz. 

Porque al negarse a creer 
que sólo la ausencia sea centro de la vida 
no se cansan estas madres 
de insistir por sus desaparecidos 
mientras cómplices y verdugos 
–en espacios diferentes de un mismo infierno– 
no se cansan de cerrar las puertas. 


1985

a
José María Pallaoro: 1959, La Plata. Últimos libros de poemas publicados: “Setenta y 4” (2011); “33 papelitos y una mora horizontal” (2012); “Una medida adecuada a todo” (2012); “Son dos los que danzan” (2012; traducido y editado en 2013 al esloveno y al italiano); “Una piedra haciendo patito” (2013). Los ojos, blog personal, (http://josemariapallaoro.blogspot.com.ar/). Administra, entre otros, los blogs de poesía: Aromito (http://www.aromitorevista.blogspot.com.ar/) y Poesía La Plata (http://www.poesialaplata.blogspot.com.ar/).

Enlaces relacionados con José María Pallaoro:

http://www.poesialaplata.blogspot.com.ar/search/label/Jos%C3%A9%20Mar%C3%ADa%20Pallaoro
http://vapatomoi.blogspot.com.ar/2010/03/jose-maria-pallaoro-escritor-nacido-en.html
http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar/2008/06/jos-mara-pallaoro.html
http://www.infonews.com/nota.php?id=131820&bienvenido=1
http://www.eldia.com.ar/edis/20130407/Senti-dolor-inmenso-septimodia0.htm

Valeria Cervero lee a Teresa Arijón


En el fondo de un pozo
cuya boca ha sido tapada desde afuera
sin un resquicio que permita la entrada de la luz
un hombre, solo, con una botella de agua.
Debe meditar, si puede, sobre la impermanencia de las cosas
pero en cambio elige adivinarse las uñas de los pies.
Ha fracasado en todo: ni el amor,
ni la pura poesía en estado salvaje,
ni el ideal paupérrimo de una vida dedicada al arte.
Tiene cuarenta años y no puede mirar hacia adelante,
tampoco hacia atrás. (El pasado
es una cortina de humo sobre todas las cosas;
su sola noción opaca los usos del presente,
en cierto modo lo desanda.)
En el fondo del pozo, el hombre,
que es chino y está a punto de morir pero no (y él lo sabe),
imagina que enciende un fósforo;
siente en la yema de los dedos la aspereza
de la pólvora: el fulgor repentino que lo fascinó en su infancia
es ahora, en el pozo, un sueño sin dimensión.
(Un fantasma sin cara, él mismo sin su aspecto.)
En el fondo del pozo el hombre podría ser cualquiera,
sumirse en la historia colectiva como quien cava una fosa común.
Ser víctima o verdugo: ha perdido los límites. Desconoce
el peso permanente que arrastra sobre sí.
Él quisiera dejarse deslizar por la vía más fácil:
hacer de sus sentidos afilados un aquí y un ahora.
Pero sólo conoce aquello que lo espera: el hambre, la sed.
Como un monje suicida o destinado a la automomificación,
el hombre –que antes tuvo una esposa, a la que amaba–
querría tener ahora, en el pozo, una campana.
Una campana de tañido minúsculo para anunciar que todavía sigue vivo.
En sus horas de miedo dice palabras sueltas, destajos de un poema
que no sabe o no quiere recordar. Pasa la yema del pulgar por los labios resecos.
Supone que sería más fácil dejar de respirar.
En el fondo del pozo el hombre quisiera ser juez de su propia vida
e inclinar el platillo hacia el lado de los inocentes,
los que sin más que su paciencia resignada esperan
las tramas infinitas.
Pero sabe que de algún modo es culpable
de estar allí sentado, solo,
en la extrema oscuridad.


Teresa Arijón (1960, Buenos Aires, Argentina).
De "Poemas y animales sueltos", Buenos Aires, Pato-en-la-cara, 2005
"Óstraca" (poesía reunida), Buenos Aires, Curandera, 2011.

Enlaces relacionados con Teresa Arijón:


Valeria Cervero: 1972, Buenos Aires, Argentina. Publicó "Cadencias", 2011; "Escondidas", libro-álbum
ilustrado por Vivi Chaves, Ediciones del Eclipse, 2013; "El agujero negro
de lo dicho" (plaqueta), Colección Semilla, en prensa. Edita el blog
"mordiscos" (www.vc-mordiscos.blogspot.com).

Catalina Boccardo lee a Carlos Drummond de Andrade




Mundo grande 



No, mi corazón no es mayor que el mundo.
Es mucho menor.
En él no caben ni mis dolores.
Por eso me gusta tanto narrarme.
Por eso me desnudo,
por eso me grito,
por eso frecuento los periódicos, me expongo crudamente en las librerías:
necesito de todos.
Si, mi corazón es muy pequeño.
Sólo ahora veo que en él no caben los hombres.
Los hombres están aquí afuera, están en la calle.
La calle es enorme. Mayor, mucho mayor de lo que yo esperaba.
Pero tampoco en la calle caben todos los hombres.
La calle es menor que el mundo.
El mundo es grande.
Tú sabes cómo es de grande el mundo.
Conoces los navíos que llevan petróleo y libros, carne y algodón.
Viste los diferentes colores de los hombres.
los diferentes dolores de los hombres,
sabes qué difícil es sufrir todo eso, amontonar todo eso
en un sólo pecho de hombre, sin que él estalle.
Cierra los ojos y olvida.
Escucha el agua en el cristal,
tan calma. No anuncia nada.
Entre tanto se escurre en las manos
¡tan calma! Va inundando todo.
¿Renacerán las ciudades sumergidas?
¿Los hombres sumergidos, volverán?
Mi corazón no sabe.
Estúpido, ridículo y frágil es mi corazón.
Sólo ahora descubro
cuán triste es ignorar ciertas cosas.
(En la soledad
desaprendí el lenguaje
con el que se comunican los hombres).
Otrora escuché a los ángeles,
las sonatas, los poemas, las confesiones patéticas.
Nunca escuché la voz de la gente.
En verdad soy muy pobre.
Otrora viajé
por países imaginarios, fáciles de habitar,
islas sin problemas, no obstante exhaustivas y convocando al suicidio.
Mis amigos fueron a las islas.
Las islas pierden a los hombres.
Sin embargo algunos se salvaron y
trajeron la noticia
de que el mundo, el gran mundo está creciendo todos los días,
entre el fuego y el amor.
Entonces, mi corazón también puede crecer.
Entre el amor y el fuego,
entre la vida y el fuego,
mi corazón crece diez metros y explota.

¡Oh vida futura! Nosotros te criaremos.


De: Sentimento do mundo, 1940

Traducción de Rodolfo Alonso


Enlaces relacionados con Drummond de Andrade: 
http://www.escritores.org/biografias/171-carlos-drummond-de-andrade
http://www.poesiasemanal.com/poesiasemanal/andrade.html
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=107&Itemid=1
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/2010/07/carlos-drumond-de-andrade.html

Catalina Boccardo: 1961, Buenos Aires. Publicó "El jardín santo", Ediciones  en Danza, 2011 y "Territorios", Editorial del Dock, 2012. Tiene inéditos dos libros "Laguna naineck" y "Bailar". Edita el blog "Intercuerpos" en www.intercuerpos.blogspot y www.adestiempolanada.blogspot.com
Enlaces relacionados con Catalina Boccardo:
http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar/search/label/Catalina%20Boccardo
http://unadepoetas.blogspot.com.ar/2012/03/catalina-boccardo-busco-los-extremos-de.html

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