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Jack Kerouac

 

Qué terriblemente triste me siento al pensar de mi madre
dormida en su cama
que algún día morirá
aunque ella se diga: "la muerte no debe preocuparnos,
después de esta vida empezamos otra"
Qué terriblemente triste me siento de todos modos-
Que no tenga vino que me haga olvidar mi diente cariado es
bastante malo
pero que todo mi cuerpo esté pudriéndose y el cuerpo de mi
madre se pudra
hacia la muerte, es tan enloquecedoramente triste.
Salí al amanecer puro: pero, por qué debería alegrarme
ante un amanecer
que levanta otro rumor de guerra,
y por qué debería estar triste: ¿no es por lo menos el
aire puro y fresco?

Contemplé las flores: una de ellas ha caído:
otra acaba de abrirse: ni una ni otra estaba
triste o alegre.
Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo
van y vienen
incluido cualquier sentimiento de tristeza: también
se irá:
triste hoy alegre mañana: sobrio hoy borracho mañana
¿por qué inquietarse
tanto?
Todos en el mundo tienen defectos lo mismo que yo.
¿Por qué deprimirse? Es sólo un sentimiento que
viene y va.
Todo viene y va. ¡Qué extraordinario!
!Guerras dañinas existirán siempre!
Formas agradables se van también.
Ya que todo viene y va: ¿por qué estar triste?
¿o alegre?
Enfermo hoy sano mañana. Pero tan triste sigo
siendo el mismo.
Todo viniendo y yendo en todas partes,
los mismos lugares viniendo y yendo.
De cualquier modo todos terminaremos en el cielo,
juntos en esa dorada gloria eterna que he visto.
¡Oh! qué condenadamente triste es que no pueda
escribir bien sobre ello.
Esto es un intento a la fácil ligereza
de la poesía ciardiana.
Debería de hacerlo a mi manera.
Pero eso también se irá, las preocupaciones
acerca del estilo. Acerca de la tristeza.
¡Mi gatito ronroneando feliz odia
las puertas!
Y a veces está triste y silencioso,
nariz caliente, sollozos,
y un leve maullido doliente.
Allí van las aves, volando hacia el oeste
un momento.
¿Quién llegará a conocer el
mundo antes de que se vaya?
podría decir que quizás ella era más feliz
que todos
esa vieja solitaria del chal
en el tren de vagones naranja
con el pequeño pájaro manso
en su pañuelo
al que le canturreaba
todo el tiempo
mia mascotta
mia mascotta
y ni uno de los excursionistas de domingo
con sus botellas y sus canastas
le ponía atención
y el vagón
chirriaba a través de los maizales
tan lentamente que
las mariposas
entraban y salían.


JACK KEROUAC


Jack Kerouac y Gary Snyder


Sobre "Mente salvaje(poemas y ensayos)", de Gary Snyder (Madrid, Árdora Exprés, 2000; traducción de Nacho Fernández) por Thais Morales
Gary Snyder y Lawrence Ferlinghetti

Jack Kerouac y Gary Snyder, vagabundos del Dharma

Aunque Snyder ya no quiere hablar de aquella época, su relación con la generación beat es innegable, e incluso  mantuvo una larga amistad con Ginsberg hasta el día de su muerte. Sin embargo, fue su relación con Kerouac la que ha dejado una huella más profunda, al menos a nivel literario. Durante los meses en que se conocieron, a mediados de los años cincuenta, el autor de En el camino esbozó su segunda gran novela,  Los vagabundos del Dharma, y una pequeña joya poética, un sutra llamado «The Scripture of the Golden Eternity». Con el tiempo, un Jack Kerouac repleto de contradicciones y alcoholizado acabó por demonizar a Snyder (igual que al resto de sus compañeros de generación) por sus tendencias anarquistas y, supuestamente, comunistas. Por su parte, el poeta zen percibió «alrededor de Jack una vena autodestructiva, un aura de fama y de muerte».

            Pocas veces se lee a un poeta sabio, un poeta embarcado en la búsqueda del silencio a través de las palabras, en un mundo en el que todo fluye constantemente, en un mar de prisas, giros inesperados, angustias, relojes, motores en marcha... Una de esas raras ocasiones se produce cuando se abre un libro de Gary Snyder, de quien se acaba de publicar, por primera vez en castellano, una breve antología: Mente salvaje (poemas y ensayos). Los trabajos de uno de los poetas norteamericanos más importantes de las últimas décadas reflejan el momento de la pausa, de la quietud, el instante en el que la mente se vacía, el ego desaparece y lo concreto y puntual se revela como universal.  Así son los poemas de Snyder, un veterano de la palabra, heredero de los trascendentalistas Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, un zen lunático, un ecofilósofo, uno de los fundadores de los movimientos biorregionales y budistas de Norteamérica, precursor en temas como la reducción del uso del combustible fósil, el reciclaje y, según dicen, un beat, que cargó con esta etiqueta a raíz de su relación con Allen Ginsberg y, sobre todo, con Jack Kerouac, al que inspiró Los vagabundos del Dharma.

            A pesar de su indudable influencia sobre Kerouac, Snyder no es beat.«Se puede hablar de mí como amigo de la generación beat en sus primeros tiempos, pero no formo parte de esa generación», aclara el poeta en una entrevista que publicó el periódico El Mundo en diciembre de 1992. Así pues, ¿cómo fue esa relación entre los dos escritores, y por qué aún hoy, cuarenta años después de que se conocieran y treinta después de la muerte de Jack, se sigue relacionando a Gary con el autor de En el camino?

            «Le debo mucho a Snyder por sus enseñanzas de Buda. Por estar aquí, a mi lado, y darme la oportunidad de aprender alguna cosa de todo esto. Pero nunca me lo tomé en serio. No. Nunca he pensado en Buda como una parte real de mi religión. Nací católico y es la única cosa que me importa. Jesús es lo único en lo que he estado interesado», le comentó Kerouac a Charles E. Jarvis en el transcurso de unas conversaciones que mantuvieron en Lowell y que dieron pie al libro Visions of Kerouac. Snyder le enseñó al gurú beat técnicas de escalada, algunas ideas básicas acerca del budismo y le transmitió su fascinación por la naturaleza, si bien con un ligero matiz que lo diferencia de Thoreau y compañía: para Snyder, como budista que era, no había diferencia -como enseña “El Sutra del Diamante”- entre seres sensibles y seres no sensibles.

            En septiembre de 1955, cuando Allen Ginsberg conoció en Berkeley a Gary, dijo de él en la biografía de Kerouac escrita por Ann Charters: «Está estudiando lenguas orientales y dentro de poco se va a Japón:  quiere ser monje zen. Es lacónico, de corazón cálido; está bien, tiene una pequeña barba, es delgado, rubio, va en bicicleta por Berkeley con sus Levi´s, está colgado de los indios ... y escribe bien. Una persona interesante». A Jack, que acababa de llegar de México, Allen le aseguró que Snyder era la única persona a la que realmente valía la pena conocer en la universidad porque poseía una inteligencia «auténtica e iluminada».

            Con estas referencias, Kerouac -que había empezado a interesarse por el budismo en 1954, a través de Thoreau- conoció a Gary en octubre de 1955, la noche de la famosa lectura poética en la Six Gallery de San Francisco, en la que Ginsberg leyó por primera vez en público su mítico «Aullido». De inmediato quedó fascinado por la personalidad del poeta que tantas cosas iba a enseñarle acerca de las filosofías orientales, la meditación y la vida en las montañas. Kerouac inmortalizó a Snyder en Los vagabundos del Dharma, una novela que anunciaba, con un toque visionario, los rasgos principales de la generación que estaba a punto de llegar, la de los años sesenta, la de la revolución de las mochilas.

«Todo el mundo vive atrapado en un sistema de trabajo, producción, consumo, trabajo, producción, consumo... Tengo la visión de una gran revolución mochilera, miles y miles, incluso millones de americanos yendo de aquí para allá, vagabundeando con sus mochilas, escalando montañas para rezar, alegrando a los viejos, provocando la felicidad de las jóvenes y las viejas, y todos son lunáticos zen que escriben poemas que brotan de sus cabezas sin razón...» (Los vagabundos..., Barcelona, Anagrama, 1996; trad. de M. Antolín Rato).
           Quien así habla en la novela es Japhy Ryder, el alter ego de Gary. Y Ryder-Snyder no hablaba porque sí, ya que su primer «contacto» con Kerouac fue a través del artículo «Jazz of the Beat Generation», publicado en la revistaNew World Writing en la primavera de 1955, que lo impresionó por su prosa espontánea.

            Aquel otoño, Kerouac, Ginsberg, Snyder y también el poeta y orientalista Philip Whalen pasaron la mayor parte de su tiempo juntos en San Francisco, “yendo a cenar, escribiendo, charlando, bebiendo y pasándolo bien”, recuerda Whalen –el Warren Coughlin  de Los vagabundos- en The Beats, de Ann Charters. Todos sentían una gran atracción por el budismo; de hecho, era su único nexo de unión, si bien entendido de maneras muy diferentes. Para Jack Kerouac, el budismo -una excusa literaria más que otra cosa, ya que jamás renunció a su catolicismo- era lo mismo que decir: no hagas nada. Para Snyder, en cambio, budismo significaba actividad, y siempre reservaba tres momentos al día para sentarse a meditar. Jack admiraba esa dedicación, aunque siempre criticó lo que él llamaba «efectismo intelectual» del Zen. Él era un budista Mahayana, no Zen: «Lo que realmente ha influido en mi trabajo ha sido el budismo Mahayana, el budismo original de Gotama Sakyamuni, el Buda de la India de los antiguos...», afirma Kerouac (Emanuele Bevilacqua, Guía de la generación beat, Barcelona, Península, 1994; trad. de Edgardo Dobry).

            En 1956, Jack y Gary compartieron durante unos días una cabaña en la ladera del monte Tamalpais. Fue en ese magnífico lugar donde Jack Kerouac escribió «The Scripture of the Golden Eternity».  «Gary Snyder me dijo: muy bien, Kerouac, es hora de que escribas un sutra, que es un discurso, una escritura. El sabía que yo era un Bodisatva y que había vivido 12 millones de años en 12 millones de direcciones ... Al final escribí un sutra en la cabaña ... Lo escribí a lápiz, lo corregí, lo repasé y todo eso porque era una escritura. No tenía derecho a ser espontáneo», leemos en la biografía firmada por Ann Charters.

            Kerouac buscaba respuestas y no le importaba encontrarlas en cualquier lugar, aunque sólo la religión católica contaba con su incondicionalidad. El resto eran excusas literarias. “No me importa una mierda ni la mitología ni todos los nombres y vertientes del budismo, sólo me interesa la primera de las cuatro verdades: toda la vida es sufrimiento”, le dijo Jack a Snyder. Pero Kerouac, además de chocar por sus diferentes ideas e intereses budistas, acabó enfrentándose a Gary por otro motivo: el joven poeta zen era un activista político, un ferviente anarquista, una actitud que Jack no compartía en absoluto. Hasta tal punto, que en Desolation Angels escribió que Snyder no pudo reincorporarse a su trabajo como guarda forestal porque lo habían etiquetado de comunista . Gary diría que, a pesar de su encanto y su dulzura, Jack podía comportarse a veces como un borracho maleducado, capaz de herir y ofender a sus amigos más íntimos.

            La relación de Jack y Gary fue breve, pero marcó la época más religiosa del escritor de Lowell y dejó una huella imborrable en Los vagabundos del Dharma y en «The Scripture of the Golden Eternity». En mayo de 1956, Gary embarcó hacia Japón para proseguir sus enseñanzas zen en el monasterio rinzai de Daitoku-ji. Kerouac permaneció en Estados Unidos hasta 1969, año de su muerte. 


De: www.barcelonareview.com
Imagen: environmondo.blogspot.com

Jack Kerouac

Jack Kerouac


Himno




Y cuando me mostraste el puente de Brooklyn
         por la mañana
                  ¡oh Dios!
Y la gente resbalando sobre el hielo de la calle,
dos veces,
         dos veces,
                  dos personas diferentes
                  cruzan, yendo a trabajar,
                  tan dispuestas y confiadas,
                  abrazando su piadoso
                  Daily News mañanero
                  resbalan en el hielo & caen
                  ambas dentro de 5 minutos
                  y yo lloro, lloro
Eso es cuando me enseñas las lágrimas, ¡Ah
         Dios! por la mañana,
                  ¡Ah, tú!
Y yo apoyándome en el farol sollozando
ojos,
         ojos,
                  nadie sabe que lloro
                  o no se preocupan de nada
                  pero ¡Oh! vi a mi padre
                  y la madre de mi abuela
                  y las largas filas de sillas
                  y lágrimas sentadas y muertas,
                  ¡Ay de mí!, sé Dios que
                  tenías planes mejores que ése
Así que cualquier plan que tengas para mí
Extrema majestad
Haz que sea corto
         breve
Haz que sea enérgico
         llévame a casa a la Madre Eterna
         hoy
A tu disposición de cualquier modo,
         (y hasta entonces)



Jack Kerouac (Lowell, 1922 / Florida, 1969, EUA)
De: .www.poeticas.com.ar
Enlaces: Jack Kerouac por Dennis McNally
Imagen: cuentosdelpescador.blogspot.com

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