Cenizas
(a Carolina)
Las cenizas de mi madre
abrazan amorosamente
desde hoy,
las cenizas de su hijo
fusilado.
Unas y otras
unidas, re unidas
en cada mínima partícula
por lazos materiales de amor
inextricable.
Así en el origen,
así en el final,
así en el cielo como en la tierra.
Son polvo amoroso
que el viento del tiempo
y ningún humano
jamás podrán ya separar.
La caja fuerte
Yo sé el número perfecto
que multiplicado por dos
da igual a tres
que pueden ser cuatro
o más
si ambos nos empeñamos.
Pero olvidé lo principal:
aquella clave cifrada
de letras y suspiros
que, repetida mil veces
en tus oídos
sin otro orden que mi afán,
abría las puertas
de tu corazón metálico
al loco itinerario de morir unidos
para luego, juntos,
renacer en paz.
Hormigas
No sé por qué la idea se me fue
de la cabeza.
Estaba pensando en las flores que faltan
en mi jardín,
manjar que devoran mis hormigas
no en cualquier momento,
ni circunstancia,
sino cuando sus pétalos acaban de abrir.
¿Son gourmets esas negras y hambrientas
marabuntas del Norte?
¿Sibaritas serranas del monte cordobés?
No las critico,
las comprendo:
también yo, a veces,
quisiera ser hormiga
y devorar como ellas,
en primavera,
los pétalos surgentes
de alguna comedida flor.