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Czeslaw Milosz

Czeslaw Milosz



Café



Entre aquellos que se sentaban a la mesa del café,
desde donde en mediodías de invierno
             el escarchado
jardín brillaba en las ventanas,
sólo yo he sobrevivido.
Bien podría si quisiera ir hasta allí
y al tamborilear de mis dedos contra el helado vacío
convocar sombras.
con incredulidad yo toco el frío mármol.

Con incredulidad yo toco mi propia mano.
Ella es, y yo soy, en un devenir eternamente nuevo.
Mientras ellos permanecen encerrados para siempre
en su última palabra, en su última mirada,
como el lejano emperador Valentiniano
o los jefes de los masagetas, de quienes nada sé,
aunque escasamente  ha transcurrido un año, o dos,
o tres.
Aún así puedo cortar árboles en bosques del lejano
norte,
puedo hablar desde un estrado o rodar un filme
usando técnicas de las que ellos jamás oyeron.
Puedo aprender el sabor de frutas de las islas del
                        océano
y ser fotografiado en apropiado traje
desde la segunda mitad del siglo.
Pero ellos siempre son como bustos en levita
y cuellos de holán
en alguna monstruosa enciclopedia.
A veces, cuando la aurora de la tarde
pinta los techos de una pobre calle
y yo contemplo el cielo, veo en las blancas nubes
una mesa bamboleante. El mesero da vueltas
con su bandeja
y ellos me miran y estallan en risas.
Porque si yo no sé lo que es morir a manos
de un hombre,
Ellos lo saben, ellos muy bien lo saben.


Traducción: Bernardo Gómez
Otros poemas de CZESLAW MILOSZaquí 
Imagen: El Progreso

Czeslaw Milosz: Mansión negra, negra


La berlina detenida en la noche



A la espera de las llaves
-él las busca sin duda
entre las ropas
de Tecla, muerta hace treinta años-
escuchad, señora, escuchad el viejo, el sordo rumor
nocturno de la alameda...
Tan pequeñuela y débil, envuelta dos veces en mi capa,
yo te llevaré a través de las zarzas y de la ortiga de las ruinas
hasta la alta y negra puerta
del castillo.
Así el abuelo, antaño, regresó
de Vercelli con la muerta.
¡Qué recelosa y muda, y negra mansión
para mi criatura!
Ya lo sabéis, señora, es una triste historia.
Ellos duermen dispersos en países lejanos.
Desde hace cien años
un lugar señalado los aguarda
en el corazón de la colina.
Conmigo su raza se extingue.
¡Oh Dama de estas ruinas!
Visitemos el bello aposento de la infancia: allí
la hondura sobrenatural del silencio
es la voz de los retratos oscuros.
Arrebujado en mi lecho
como en el hueco de una armadura,
yo escuchaba por la noche latir sus corazones
en el ruido del deshielo, detrás de los muros.
¡Para mi criatura temerosa, qué patria salvaje!
La linterna se apaga, la luna se ha velado;
llama el alucón a su cría en el boscaje.
A la espera de las llaves
dormid un poco, señora. duérmete, mi pobre criatura, duérmete,
paliducha, apoyando sobre mi hombro tu cabeza.
Verás cuán bello es el bosque ansioso
en sus insomnios de junio, ataviado
de flores -¡Oh criatura mía! -, como la hija predilecta
de la reina loca.
Envolveos en mi capa de viaje:
la espesa nieve de otoño se funde sobre vuestro rostro
y tenéis sueño.
(en el haz de luz de la linterna ella gira, gira con el viento,
como giraba en mis sueños de niño
la vieja -¿recordáis
la vieja hechicera? -.)
No, señora, nada escucho.
Él es muy anciano,
su cabeza está trastornada;
apostaría a que ha ido a beber.
¡Para mi criatura temerosa, una mansión tan negra,
en lo hondo, en lo hondo del país lituano!
No, señora, nada escucho.
Mansión negra, negra.
Cerraduras mohosas,
enredadera muerta,
puertas aherrojadas,
postigos clausurados,
hojas sobre hojas desde hace cien años en las alamedas.
Todos los servidores han muerto.
Yo he perdido la memoria.
Para mi criatura confiada, ¡qué mansión más negra!
Ya no recuerdo sino el naranjal
del tatarabuelo y el teatro:
los pichones del búho comían allí en mi mano.
La luna miraba a través del jazminero.
Eso era antaño
Oigo un paso en el fondo de la alameda.
Sombra. Aqui llega Witold con las llaves.



Czeslaw MiloszCZESLAW MILOSZ (Szetejnie, Lituania, 1911 / Cracovia, Polonia, 2004)
De. "Antología poética", Compañía General Fabril Editora, 1961)
Enlaces: Czeslaw Milosz por Seamus Heaney


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