Mostrando las entradas con la etiqueta Aníbal Cristobo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Aníbal Cristobo. Mostrar todas las entradas

Aníbal Cristobo




Objetos como estos potes, lociones de afeitar
correctamente etiquetadas y expresadas, colonias,
no son paradigmáticas, no sirven como recursos o ilustración
de lo que nos sucede



constantemente. No consiguen tampoco




crear un guión de nuestras actitudes: nos ponemos loción
y salimos; en el ascensor ya somos una incógnita
nueva, manchados por las dudas, o la desconfianza
ante un perro cuya mirada no puede comprenderse. Una mancha
de aceite, en la calle y un frasco de aceite, más tarde,
en el supermercado
establecen una relación necesaria; mentalmente
podemos regresar sobre esos datos: para imitarnos,



eliminamos las magnitudes despreciables; nos perfumamos


con actos improvisados, implorando
que ningún Jack Russell intente frotarse en nuestra pierna
mientras bajamos desde el 5to piso – y llamamos a esto




decisión: al parecer, compramos ese ticket
como quien adquiere una cadena infinita de consecuencias. Pero
no: en el reverso, la frase se nos escapa y otra vez
reencarnamos en nuestro propio tránsito, aunque
éste no exista. La página que escribo ya dejó de existir, o bien
tenemos problemas con el navegador, interrumpidos
siempre por el ruido que hacemos al quitarnos las manchas, intentando
recuperar alguna apariencia tras hacer el amor
con un perro, o quedarnos callados, fumando, con los dientes




perfectos, cuando llega un mensaje
y transforma por un momento algo importante




en algo irrelevante, y no lo percibimos.









Aníbal Cristobo


Otros poemas de Aníbal Cristobo, aquí















Aníbal Cristobo




Dos gordos en apuros



Empantanados, con los inspectores
fiscales bailándoles alrededor y perdiendo
popularidad entre los vecinos desde el
"tortugagate", mis padres
se plantearon la posibilidad de una tragedia
sobre la cría de asnos y la carpintería. 

En el ático, me gustaba pintar
a esos dos tecnócratas en el amanecer
de algún parque acuático, flotando
como un par de islas blancas y desconocidas. Pero
cada día los oía jadear en mi cuenta bancaria, asfixiando
mis pretensiones sindicales.

Escondidos detrás de nuestras herramientas
de bricolage, mi mujer
y yo, cavamos
cada vez más profundo. Cada uno
ha aplicado semanalmente una terapia experimental
sobre el otro, interrumpidos sólo por los sonidos
de un éxito deportivo en la distancia.

















Aníbal Cristobo (1971, Buenos Aires, Argentina)









Designed by OddThemes | Distributed by Blogger Template Redesigned by PRD