Tres poemas de Poco que decir por Pedro Donangelo

El poeta ocasional | Pedro Donangelo

  Parábola de una pelota de tenis




 curva plana, abierta y un punto fijo llamado foco.
 Ahora bien, 
         partiendo de Física y atravesando la noche,
 surge con el primer resplandor, el mundo real
 abierto a la parábola de una pelota de tenis 
 arrojada por mi mano.
 Debajo de la línea,
 la carrera atolondrada de Timmy hasta el punto extremo
 suma otro instante al arcón de la dicha.
 Arriba truenan los pensamientos, los bárbaros despertadores,
 los que martillan a futuro, 
 los que estremecen tu voz en el auricular, 
 enmascarados
 en la ventaja de las sombras
           de un escenario presuntamente apacible.



De perros cabizbajos a otro tema




triste en el umbral,
tristísimo como los otros perros de una traílla del paseo matinal…
A la noche, la luz filtrada de origen desconocido
traza dos o tres líneas sobre la pared, al costado de la puerta,
antípoda de mi cabeza exhaustivamente reconocida
por el mosquito que la orbita.
Lo callado, en particular lo callado, siega el sueño.
Conversan mujeres en el piso de arriba.
Qué sucedió.
“El amor fugaz estalla los circuitos”.
Perceptibles unas palabras, este mosquito
desanima al curioso con impecable eficacia:
el sostenido zumbido y algunas dosis
                                       de remordimiento.



Claro de luna



esto lo pienso cuando el reflejo del cielo
abrillanta el borde de los platos apilados, el charquito del sifón:
quien te escribe también te devora.


PEDRO DONANGELO
De: "Poco que decir", Barnacle Ediciones, 2025

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