Modernidad
Yo soy feliz
con pocas cosas,
y además muy simples:
que la comida esté sabrosa,
que haya café en la casa
y también sal.
Y aunque las novedades electrónicas
no me conturban demasiado,
hay ciertos mecanismos
de la modernidad
que me estremecen
hasta casi las lágrimas.
Amo las planchas funcionando
equilibradas y eficientes
y, sobre todo, pago
sin un minuto de retraso
mi consumo de luz
en las lejanas oficinas de la Electricidad
para que nunca deje de sonar el timbre.
El timbre, ¡ah qué artilugio promisorio!
¡Ah qué instrumento taumaturgo!
Porque detrás de cada timbre que resuena
se halla, sin duda, humanamente
palpitante y mágica
ni más ni menos
que una amistosa mano emocionada.
Abrigos y corazas
Me dan miedo las calles,
las aceras de resbalosa piedra corrompida,
llenas de ruidos y fantasmas.
Con leves pasos tímidos
entro y salgo
de tiendas:
me empujan, me tropiezo.
Naufrago entre los charcos
que lentamente humean
a la luz de la tarde.
Siempre con un abrigo,
una coraza
que no sólo me aísla
de la tarde helada,
de los vidrios herméticos
y fríos
de los escaparates,
de las erosionadas gradas de las puertas.
También me abriga de los otros.
Así,
los otros quedan lejos.
Voy por la calle, amor, sin ti,
mientras los otros no penetran.
No me desgasta el aire.
Ni me exaspero ante la luz.
Ni me evaporo al sol que reverbera.
Voy por la calle fría
con un abrigo cotidiano,
obstinado,
redondo de obsesiones
y de jóvenes días
lejanos y admirables.
Exactos y ceñidos
a mi abrigo de sol
y de misterios.
Entonces
llego a casa,
porque llegar a casa
quiere decir
ni más ni menos
que quitarse el abrigo.
Llego hasta ti, desnuda,
porque no tratarás de enderezar mis torceduras
ni de empequeñecer
mis eminencias.
No intentarás herirme
por la espalda:
ni meterás el filo de un cuchillo
en esta pobre espalda mía
que es inexperta y ciega
y, por lo mismo, desamparada y vulnerable.
Porque un amigo es un lugar
estremecido
y cálido
y sedante
donde me quito la coraza
y me rindo y me amanso
y me distiendo
completamente desvalida,
irremediablemente desarmada.
ELIANA ALBALA (1929, Temuco, Chile)
De: "Corría un viento helado", Alma de Gato, México,2022
1 Comentarios
Qué hermoso, las pequeñas alegrías como frutas...Celebración y bendiciones!
ResponderBorrarSaludo desde Córdoba, Argentina