EL balde azul
que no es azul
ni siquiera balde,
no es sólido,
ni evanescente,
tampoco imagen;
no responde
a las aguas termales
ni a la disfunción incierta
que la materia
envanece y desvanece,
no encaja como trivial
soporte técnico;
huidiza costura
que se pierde en agujazos
sin ton ni son,
en las desventuras matemáticas
que pretenden el trofeo,
tanto
la dinámica de fluidos
y el resto óseo
extraviado en el espacio.
Allí,
en la punta de la mesa,
patológico,
sin explicación.
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