Sobre El método del discurso de Fabián O. Iriarte por Pablo Queralt



Si se pudieran decir ciertas cosas las diría Fabián Iriarte a pesar de no haber mapas para ello pero las cosas siempre tienen sus palabras que decir y está en el observador captarlas esto es parte del trabajo del discurso que el método de Iriarte nos ofrece. A pesar de las transformaciones el agua es agua, rio, mar, océano, lágrima. Así fluye su discurso.
Cualquiera puede ser el tema pero hay que detallar el sentido, lo intuitivo en el juego de las palabras que da la connotación de lo dicho, esta lo animal, la pasión, el mundo de lo sensible y lo intelectivo, todo compone al alma del experimentador que busca la luz donde luce, en los gestos, en lo detectado de la fascinación. La ilusión en batalla con el miedo, como parte de la contienda a manera de un repertorio o compendio chino del siglo 12 nos invita a concertar nuestras citas entre dos luces, para que sean exitosas. Esa es la fórmula: al caer el sol y salir la luna la clave del éxito. Todo firmemente atado a su realidad pero quien decide cuando se usará tal cosa y cuando se dejará de utilizar, esa fábrica de mundos superpuestos. Un mundo del conocer a través de redes significantes, como palabras que se cuelan. Un discurso como una lengua aprendida, adquirida en clases, palabras distintas para las mismas cosas, de modo que al ver las cosas recuerda esas palabras adquiridas y cuando las escucha ve esos mismos objetos. Esa es la orientación experimentar, observar, repetir, comprobar. Podemos conocer la superficie pero casi nunca la profundidad, ese océano navegamos pero no sondeamos, pero adonde va el espíritu?. Alli la razón y la mente sucumben, no tienen respuesta. Solo volamos con la imaginación, como creía Emily Dickinson en su mansión familiar, la esperanza es una cosa con plumas.   
Un discurso como una forma de orar donde pasado, presente y futuro fluyen en una sola intensidad donde están grabados todos los registros, donde las palabras danzan y la luz siempre cambiante ayudan a encontrar el camino infinito. Pasa el pensamiento revista a todas las cosas para enumerarlas y ordenarlas para ver que dirección tomará el espíritu, pero es inaccesible a la razón y uno queda pelando la cascara de una naranja, para que la  
soledad no sea tan amarga. Para que los minutos cesen de transcurrir como un arte que preserva el tiempo, donde un mundo está cerrado dentro de otro mundo en toda la potencia del saber y el encanto del discurso que sigue un método para aprenderlo y luego abandonarlo, es viajar en tren donde sucede la película, el suspenso, y los pensamientos son vagones, y uno ve pasar a alguien en el andén viendo la locomotora del intelecto funcionando a pleno mostrando su método, consilium, deliberación, resolución y fruitio, del procedimiento aristotélico de la función del alma racional. Pero la cantidad de alma es limitada por eso no la malgaste como el agua, ama que da placer, en un amor que van juntos el unitivo a la persona amada y el amor por todas las cosas. Algo fuera de lo ordinario que uno se da cuenta por el efecto que produce en el aire, algo como la música de Martha Argerich en pleno concierto o discurso de sonoridades y armonias, como un discurso del que somos parte y a la vez nos interpela, con ensoñaciones y verdades no resueltas o como una decadencia de la forma de sentir para en definitiva preguntarnos que es lo que llena más el centro de la cosas o la perisferia dando el sentido. Es que el método del discurso en Iriarte es una forma de búsqueda del sentido, que hicimos de la semilla que se depositó en cada uno, o es que vemos lo mejor y elegimos lo peor, por que al fin que es saber algo? Sino solo curar las heridas del camino errado, tal vez para habituarnos a ver intuitivamente la verdad con distinción y claridad. .       



DISCURSO SOBRE LA MUSEOLOGÍA 


En los museos, el tiempo se detiene. Literalmente. No es una sensación. Los minutos cesan de transcurrir. El tiempo discurre afuera, corno la sucesión de sonidos en el aire. El arte ide la preservación abarca el tiempo. Nunca he salido de un museo con arrugas de más, con más edad que la que tenía al entrar. El hipopótamo William es azul. Un mundo está cerrado dentro de un mundo. Donde todo es bello, incluso lo horroroso. Lo que provoca llanto. Uno se siente feliz de estar tan triste. Alguien, algún día, podrá preservar una lágrima como una perla, una pluma o un pétalo en un trozo de ámbar o cristal. Sería como llorar por toda la eternidad. 

Ediciones Tren instantáneo, 2022 


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Imagen en Revista Altazor







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