Albis Torres | El poeta ocasional

Albis Torres

poesía cubana


Gilmamesh    




Yo he seguido tus huellas desde hace tanto tiempo 
temo ahora (después de un siglo yendo tras tus espaldas) 
enfrentarme a tu rostro. 
No hay nada en él que me horrorice, 
entre verbenas y ortigas yace tu cuerpo en un lugar soleado. 
Nada hay en ti que espante tanto 
como esta soledad horrible que te embarga, 
pero yo la conozco, puesto que eres yo misma, 
yo, que no quise morir y preservé mi alma del daño. 
Pájaro ciego has sido, pero pájaro que volaba. 
Esclavo de todos los pecados podrías contar ahora las cosas más bellas 
y también las más terribles. 
Ahora tu corazón quiso redimirte a la soledad. 
¿Y qué espera el alma solitaria 
que voló en vertiginosa carrera hacia el abismo, encontrar en la paz? 
Ladrón que hurtabas a los niños sus pequeñas riquezas.
Todos hubieran sido nada a no ser por el último,
aquel que voluntariamente te dio las dos estrellas de tus ojos
con sus pequeñas manos.
Desde entonces, ciego de luz, andas agazapado, lejos de todos,
porque tú te has creado las distancias.
Esta calavera vacía y trágica -me dices señalando tus restos- soy yo.
Qué has de encontrar en mí más que tristezas?
Yo que siempre he querido: cuando andabas en bien, cuando transitabas
entre los dos filos agudos del mal.
Cuando enarbolabas la sonrisa  trágica o alegre, yo estaba.
Fui la hoja que violentó su caída solo para rozar tu cuerpo,
la mariposa oscura que voló largas noches
en las paredes blancas de tu cuarto.
Cuando partías en tu viaje hacia las estrellas.
Bien sabes que en mi corazón palpitaba
en una mezcla de miedo y admiración,
y con los ojos llenos de lágrimas
vi cómo te sumergías en el más horrible de los abismos.



Mamá está en el balcón




Una vez estuve enamorada.
Era un muchacho dulce,
tenía las orejas pálidas y llenas
de unas pecas que me provocaban erizamientos.
Entonces también yo era adolescente.
De esto hace mucho tiempo.
Su rostro no aparece
en los rasgos de mis hijos.
Su foto no está en el álbum familiar
y nadie lo recuerda en la mesa.
No hay una sola taza 
en la que haya puesto sus labios.
No obstante
cuando los míos se acomodan
frente al televisor
acude a la baranda
y sus manos
rozan con un poco de horror las mías
que ya no son hermosas.



ALBIS TORRES (1947, Banes / 2004, La Habana, Cuba)
Fuentes: Revista El estornudo | Un lugar para la poesía
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