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La nube que atraviesa tu rostro
de claridad iluminada
hace que en tus bolsillos aparezca
una moneda de oro,
con tu dedo cordial la estás tocando.
En tu corbata el pálpito de un pájaro
se hace visible
y tu espaciosa frente que imaginas
sugiere
en cinemascope.
Te haces el sorprendido
pero te ha sorprendido, sin embargo,
del fotógrafo el clic,
tú tan formal y como salido
no obstante del encuadre. Dubitas
sobre si sonreír
o mantenerte serio, y eso gracia te hace,
te da. Hay una ingenuidad
en tu expresión, que se pretende neutra
o elegante, no sé. Sé, sí, que tienes frío
y que lo arrostras –terno de casimir–
de modo que frescura, frío no,
transmita tu presencia.
A sepia la saliva te sabe, a aire que pasa.
Bien plantado,
hacia la izquierda un poco el peso de tu peso
se inclina.
Dices Dios en silencio, para mejor lucir.
Dices tu propio nombre
abismado en el cielo.
Eso te dices. Por fuera dices mírame, es de ley
que me recordarás. Tangible es eso como el oro
recién, aunque aún a oscuras, recién aparecido.
RICARDO YÁNEZ (1948, Guadalajara, México)
Fuente: Confabulario
Enlaces: Carruaje de pájaros | La Otra
Imagen en Crónica Jalisco
Fuente: Confabulario
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