David Ferry


Caballos   




Es cierto que, como dijo, los caballos, 
cuando el relámpago señaló algo 
en el horizonte, reconocieron la señal, 
avanzaron con extraordinaria belleza 
de fintas y relinchos, aletear de orejas, 
cambios de paso, esquives, giros, 
las piernas delicadas averiguando algo 
que la tierra podía decirles, interpretando 
la declaración del cielo de inminente oscuridad. 
La tormenta estaba haciendo lo que siempre hace, 
matriz de señales, a lo largo del horizonte. 
Las casas en el valle eran nítidamente claras,
la oscuridad de la tormenta hacía posible
una delineación perfecta,
las siluetas de las casas rebosantes de luz.




Un domingo por la mañana



Mi hijo y yo
caminamos por la calle.
Ningún mar se alza cerca. Ninguna ira
asoma por el cielo perfecto.
El destello de las ruedas
de un auto que pasa no es
el destello de ese destino
que podría haber temido, no este domingo.
Una página de un diario
corre por el desagüe.
Es una hoja
caída de un árbol terrible,
el árbol de la ira,
las lágrimas, el miedo.
No son nada para él,
ni nada para mí, este domingo.






David Ferry

DAVID FERRY (1924, Orange, Nueva Jersey, 
Estados Unidos de Norte América) 
Traducción: Gerardo A. Gambolini
Imagen: Poet at Harvard







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