Brian Álvarez: Una ventana en la que hay un toro | El poeta ocasional

Brian Álvarez: Una ventana en la que hay un toro

Fotografías




La ventana en la que dos mecánicos
miran un documental sobre el bombardeo
del cincuenta y cinco. La ventana
con un bebé que lanza proyectiles
de papilla naranja por primera vez.
(Ventanas
vacías.)
La ventana de blindex de la concesionaria
sin nadie, sobre Olaya. Largos
ventanales de un shopping cerrado
que reflejan los uniformes amarillos
de los repartidores de pizzas que pasan.
Una ventana en la que una chica de 30
practica en partidas en línea la defensa eslava
una y otra vez. (Ventanas VIP.)
Las ventanas de sus adversarios.
Pequeñas ventanas: las mirillas
de las puertas donde los carteros
dejan palabras. Las ventanillas del tren.
Un perro con un ojo:
la ventana de su alma.
Una ventana gigante en la cafetería
de la estación de servicio.
Siempre quisiste decir gasolinera,
y como no quedaba bien en tu país
claudicaste, pero esta es tu revancha:
las ventanas de la gasolinera.
Una ventana en la que una mujer descubre
cómo medir la edad de una estrella.
(Una ventana cerrada.)
Un ventanal en el que hay números.
Nada más que números.
Una pequeña ventana tras la que
se oculta un gobierno de derecha.
Una ventana en la que un peón da el paso
definitivo de la revolución industrial
y no lo sabe. Las ventanas
de los dientes de leche.
Una ventana que en la tierra abrió una hormiga
para que pasaran por ella las demás.
Una ventana oscura
donde aparecés de espaldas
en el balcón de un edificio negro.
Una ventana en la que hay un toro
que te mira a los ojos y empieza a correr.


[Este poema fue difundido por Bruno Di Benedetto en Facebook y se reproduce aquí tal cual fue publicado en su muro] 

Lo que piensa Ramírez cuando va a la cancha


Afuera hacía frío, pero más afuera
había plagas que devoraban a la gente,
pero en la zona exterior a esa no había rastro humano
y si alguien llegaba hasta ese punto
después de sobrevivir al frío,
al hambre, al cuerpo entumecido,
al cuerpo sin lenguaje, a las preguntas
del cuerpo, que no da respuestas
hasta que es tarde, digamos
si alguien llegó hasta ahí
debió encontrar no un escenario vacío
sino un campo vaciado, como el que deja
la basura espacial cuando deriva
entre partículas de hidrógeno.
Ningún nombre para esa experiencia,
ningún calor, ninguna cercanía.
Ni siquiera un canto para la derrota,
como los de las películas: «Estamos fritos,
Houston, ha tocado para nosotros
la hora solitaria de la última instancia»,
ningún lazo, ni siquiera el peor.
Si hubiera alguien más en esa tierra,
al menos podrían compartir el horror,
una bala en común, un desprecio en común.
Si alguien llega hasta allá, sabrá al fin
que está al margen
que ha ido demasiado lejos
y que si aguanta el tiempo suficiente
se olvidará de aquello que ocupaba
el lugar que la nada ocupa ahora
y se olvidará entonces de esa nada
y de las plagas se olvidará, y del frío.


Quiero mirar de frente hacia el final de esta ruta




y a la verdad lista a incorporarse
en currículas de eso que viene
con lo escolar de los días
darle la espalda:
no más llegar a horario
no más saludos con los ojos ciegos
amor elegido en donde estaban
las cosas puestas porque sí
no más mirar cielo de rodillas mientras
se desea el corazón del mar
y compartirte esto como si pudiera.

BRIAN ÁLVAREZ 
(1991, La Matanza, Provincia de Buenos Aires, Argentina)
Enlaces: Op.cit |Jampster | Electrodependiente






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