W. G. Sebald | El poeta ocasional

W. G. Sebald

W.G .SEBALD


IV.     




En el Chicago Art Institute 
está colgado el autorretrato de un pintor 
joven y desconocido que llegó en 1929  
al mercado de objetos de arte de Francfort 
procedente de Suecia. La pequeña tabla de arce 
muestra a un hombre de apenas veinte años 
ante la ventana de un cuarto exiguo. 
Detrás de él, en un anaquel en falsa perspectiva,
escudillas de colores, una espátula, y un costoso
frasco veneciano con una esencia transparente.
El pintor tiene en la mano
un cuchillo tallado en hueso y afila
la pluma para seguir dibujando
un desnudo femenino que aparece frente a él
al lado de un tintero.
Por la ventana que está a la izquierda se ve
un paisaje con montaña y valle
y la sinuosa línea de un camino.
Es, infiere Zülch, el camino al mundo
y nadie puede seguido sino el hombre
desaparecido sin dejar huella, a quien
dedicó su investigación y cuyo arte
cree reconocer en la pintura anónima.
La razón que explica la firma M. N.
sobre el marco de la ventana
es sin duda que el pintor Mathis Nithart
descubierto en los archivos pero no irreconocible
por su propio trabajo, encubre el nombre de Grünewald.
De ahí las iniciales M. G. y N. en el Altar
de la Nieve en Aschaffenburg, de ahí también
la identidad, notable sobre Iodo por la diferencia de edad,
del joven pintor con el Sebastián traspasado por flechas
en Isenheim. Y realmente la figura de Mathis Nithart
según los documentos de la época
se convierte hasta tal punto en la de Grünewald
que uno parece haber sido la vida
y finalmente también la muerte
del otro.
Una radiograrfía de la tabla de Sebastián
revela detrás del retrato elegíaco
del santo aquel mismo rostro, el medio perfil
apenas ladeado en la pintura definitiva.
Aquí dos pintores en un único cuerpo,
cuya carne herida pertenece a ambos,
estudiaron a fondo su propia naturaleza. Primero
Nithart completó su autorretrato a partir de la imagen
en el espejo, y Grünewald, con gran amor,
precisión y paciencia y un interés en la piel
y el pelo de su compañero que llega hasta la sombra
azul de la barba, lo retocó.
El martirio pintado es la representación,
perceptible aun en los bordes de las heridas,
de una amistad entre hombres
que oscila entre el horror y la lealtad.
No es inverosímil que Nithart,
quien además de pintar frecuentaba la hidráulica,
alentara en los últimos altos la confusión
de su persona con la del maestro de Isenheim,
cada vez más insociable, y que acaso fuera
el intermediario entre él y el mundo
que su desdicha tomaba inaccesible. Hacia 1527,
casi doce años después de su trabajo en Alsacia,
Nithart se mudó de Francfort (donde
debe haber compartido por un tiempo la vida de Gninewald)
a Halle, y planeaba construir allí,
para sus famosas fuentes de aguas salinas,
juegos de agua con un complejo sistema
de ruedas de molino y tubos como en el Meno
de Aschaffenburg, espléndida obra de la mecánica
muy visitada en la época.
Pero se dice que Nithart no consumó en Halle
su tarea y se mudó reiteradas veces. En el verano
del año veintiocho se hundió en una profunda
depresión y, parece, la muerte llegó rápida.
Después de conocer la noticia de su fallecimiento
los magistrados de Francfort ordenaron
un inventario de los objetos domésticos
que había en su taller. La extensa lista comprende
un amontonamiento de las cosas más diversas:
cucharas y fuentes soperas, marmitas,
elementos para pintar al agua, quince
pieles blancas de cabra, táleros de plata
y monedas de cobre de Schwaz en el Tirol,
libros, proclamas, manuscritos y muchos
impresos luteranos, todo eclipsado
por la gloria de una única
reserva de colores: blanco plomo y albus,
rojo Paris, cinabrio, verde pizarra,
verde montaña, verde alquimia, azules
pastas de vidrio y minerales
de Oriente. También trajes,
preciosos, un par de pantalones dorados.
chaquetas color canela, las solapas forradas
en terciopelo púrpura con costuras negras,
un jubón de raso gris, un sombrero rojo
y otros muchos atavíos exquisitos.
El patrimonio es en realidad de dos hombres,
pero no nos atrevemos a decir
si Grünewald, inventor de colores,
compartía la predilección del amigo muerto
por atuendos tan abigarrados.


W.G. SEBALD (1944, Wertach, Alemania / 2001, Norfolk, Reino  Unido)
Traducción: Pablo Gianera
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