Nocturno
En las horas de calma,
el tiempo viene a comer de mi mano,
y la luna en el paisaje de la noche
parece el corazón del sol:
un simulacro en la ventana
que arroja su red de fuego sobre la memoria.
Hace tanto que su luz llena de espejos el patio
donde de niños nos vendábamos los ojos,
y recorríamos en silencio las habitaciones
hasta encontrar el amuleto de jade
que ordenaba nuestros sueños.
Pero a veces, surgía una repentina sombra,
que nos transformaba en helechos de una zona indeleble.
Entonces, con las manos extendidas y con veneración
como si fuéramos a depositar flores allí,
recitábamos viejas e inútiles plegarias.
Luego nos retirábamos con timidez y miedo
como descendiendo hacia lo profundo de la tierra,
y encendíamos todas las luces de la casa,
y cerrábamos las ventanas y las puertas,
creyendo que estábamos a salvo de la intemperie del tiempo
con solo contemplar la imagen descolorida e inmóvil
de la Anunciación de Fray Angélico,
colgada en la serenidad del cuarto de la abuela.
Ahora los sentimientos y los sueños
de los días nuestros llegan al antiguo patio
como húmedos pasos para recordarnos,
que no sabíamos, ni sabemos aún qué decir acerca de la muerte.
“—¿Dónde estábamos?” Preguntó mi hermano
que todavía no había nacido.
“—En ninguna parte” Contestó la abuela
que ya había muerto,
pasando una ramita de albahaca fresca
sobre los ojos secos de los helechos.
Enlaces:
|http://www.laotrarevista.com/2018/04/hector-freire-poemas/
|https://www.topia.com.ar/autores/h%C3%A9ctor-j-freire
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