Jaime Jaramillo Escobar: "pues dormir es regresar al pasado." | El poeta ocasional

Jaime Jaramillo Escobar: "pues dormir es regresar al pasado."

Jaime Jaramillo Escobar



Numeración de los pasos en falso












Oigo mis pasos resonando por todos los lugares por donde he corrido:


calles de puertas cerradas, caminos de sólo árboles, y el mercado donde cada uno acaricia una zanahoria sonrojada.


Y los muertos atrincherados en sus tumbas, que me disparaban palabras obscenas en la calle del cementerio.



Y el bar donde la música hace carambolas en el salón de billares, mientras le muerdo la oreja a un pocillo que tengo acorralado entre mis dedos.


Y el andén por donde caminaba pegado a las paredes mientras llovía inconsolablemente,


yo tratando de llegar a alguna parte para escampar la sangre de la herida que en pleno muslo


me hizo un desconocido con sus pantalones de vaquero.


Y el largo puente sobre el río Cauca, donde amé como se hace siempre en plenilunio,


a un lejano muchacho cuatro años antes de que se estrellara en su motocicleta contra un camión que transportaba carbones de la época cuaternaria.


Y yo con mi pecho debajo de mi vestido de caucho en la hondonada,


mientras el huracán arrastraba truenos y se revolcaba debajo del puente echando relámpagos por la boca.


Después comiendo helados bajo los neones, y mirando el asfalto mojado y los reflejos de la calle y de los ojos y de los vidrios y de los automóviles,


y un señor con un paraguas dándole de comer maní a un perrito de felpa que decía mamá si uno le daba cuerda con una llavecita.


Y un amor que tuve en el Polo con una foca dorada, de cuya piel un zapatero de Londres me hizo un par de zapatillas frescas quince meses después para el verano.


Más tarde me quedé dormido al pie del sicomoro donde el profeta Eliécer enterró las uñas en el mes de Adar,


y vi el pueblo desfilando con sus vestidos de colores y sus trastos y frutas en la cabeza,


pues dormir es regresar al pasado.


Y al despertar había junto a mí una mujer y la tomé y le di un hijo,


y esto también fue un paso en falso.


Y se mezclaban a diario las grandes y colectivas cosas con las pequeñas y personales, pero siempre me movía entre ellas falsamente,


recordando a mi perro cuantas veces estuve en peligro de muerte.

Actualmente tengo trescientos sesenta y cinco años, y escondo en mi barba un puñal de acero de la era atómica. Este puñal me será útil si alguien ha ocupado mi asiento numerado en el Cielo.







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