Gabriela Clara Pignataro | El poeta ocasional

Gabriela Clara Pignataro









Gabriela Clara Pignataro






Mareo de invocación 









A la cascada

                    de jazmín

a la pregunta de los días

respondo: practico

el oficio silencioso

de invocar caballos.

                        Pude decir

decapiten esa estatua

vayamos a la guerra

daguen la fruta en la pared,

pero insisto en la lentitud

            permanezco

anzuelada a la furia del torrente

¿Quién vió

la casa incendiándose en el río?

La mueca perversa del dique

¿Quién contó

los zapatos en el pasto?

y no gritó

y se llenó la boca

y durmió sin sobresaltos

¿Cómo sobreviví

al verano de los camaleones?

Todos

me mostraron su faz infecta

el pliegue secreto

de su piel reversa

de amiguitos con escamas

¿Cómo resistí

a la implacable belleza

del llamado de mis muertos?

Invoqué caballos

día tras día

y no obedecieron

vinieron, sin doma

lo presentí perdida en la estepa

en el café negro de un bar del trópico

tuve la revelación, antes del fin del verano

ellos sabían mi nombre:

                         mi corazón es

la ola escondida

en la voz de una piedra

que dice hija quiebra

el bambú rompe el arco

desiste, descansa, destruye

toma la flecha

entonces, partí la caña en dos

la clavé en la tierra

resolví el trayecto

del disparo,

junté las manos

hundí la cabeza.






Para mí, a mis pies

la bala dorada

para los enemigos,

la flecha en la garganta.

Una tropilla oscura

cruza el río:

                         soy yo.

A mis espaldas

el fuego no deja nada,

tan sólo la marca reluciente

la cola del zorro,

el rastro de mi oficio.










Esta es la lanza 













Ahora

que la riestra de pólvora enemiga

encarama la calle

como maleza rastrera

que cuartea los malvones, desangra

y la savia alimenta a las hormigas,

como diente de marfil

en el cuello del magnate

como naufragio anunciado

por el servicio meteorológico

ahora,

que nuestros nombres han sido cantados

(tarde o temprano),

que el milagro sólo ocurre

a los mártires siempre limpios

dignos de la clave de su dogma

los premios y las condecoraciones

cabezas brillantes laureadas

resplandecientes

faros de poder

en esta galaxia de hambreados.






Ahora, soñamos

toda Roma en llamas

los cascos como plumas enardecidas

en la cola de un dragón demente

el humo, balconada de una vera del río

toda Birmania elevada

una falla de la selva, marea

azafrán atestando la milicia,

toda sierra maestra

es una mujer zacateca clareando

la mañana más luminosa

pasando la montaña de trenzas

y tapices sagrados,

ahora, que sabemos

que ni origen ni pecado ni cadena

ni costilla ni moisés ni talón:

todo el peso de la historia

la fábula constrictora

en la nuca de los pueblos,

la fusta del amo autoproclamado

repica bífida y serpentea

los lobos pierden su olfato

la boca del bosque se confunde

en pozos ciegos

dónde refulgen metales asesinos,

los perros amordazados en las casas

son alejados de su ancestro.






Ahora,

ésta es la lanza

la lengua molotov

la pupila en la espalda

el mapa dónde cae el horizonte

la renuncia al espejismo

el puma siempre oculto

el aguará solitario y sediento

la guerra contra el designio:

las naciones-cuerpo alimentarán

las naciones-espíritu

y así será

la supura cristalizada de los tesoros

el progreso prístino de las ideas

intocables

exclusivas

adelantadas dis tan cia d a s

entonces lejos, atrás, cercado

el parque de los magnolios

que portan la insurgencia del verano

perseguida

la bacteria de lo popular

que crece y se hace fuerte

en la memoria residual, latente.






En un valle de diestros

usaremos al revés las armas:

el desprecio que nos regalan

será la distancia ganada,

el tiempo de ventaja

en el pecho de nuestros caballos

cruzando la línea de fuego

con las crines intactas






ésta es la lanza

una anémona de helio

cruzando la noche en destellos

el cadáver de un satélite que late

un buen augurio

un presagio

a la velocidad de luz

que aún no se ve.

Vendrán las lluvias suaves

alguna vez.






Esta es la lanza.








De: "Dos Poemas", Ediciones Arroyo, Arroyo Leyes, Santa Fe










Escama piedra follaje *













I










Me dieron la palabra

                         escama

al nacer,

una hebilla brillante

sujeta el fino cabello

un leve estertor

                 de la luz,

          escama

        (es y no es)

arrastra el código

del cuerpo que abandona

para siempre

escama

el fin de la protección:

una superficie rosada

revela suave

el río seco,

                la herida.













II











Siempre tuve

esta vocación de piedra

          el golpe del agua

          el golpe del viento

          el ramalazo eléctrico

sobre mis costas,

podría mentir y decir

que no:

no hay jeroglíficos

en mis manos

no hay sangre en la raíz,

pero soy una gema

con vocación de piedra

no olvido la lava

                    ni la ceniza

ni al volcán insomne

que estampó en mi frente

la violencia de la vida






Refuljo

y tal vez la sombra

el nudo, la intemperie

se agiganten

en mi reflejo

y alguien grite o sienta pena

pero soy

una piedra en el desierto






                      ya nada me aterra.











III












300 gramos

pesa un corazón humano

y nada dice eso del follaje

que intento,

nada

de las magnolias bordadas

campo adentro

respiran

               inspiran

                                  respiran

se expanden

un corazón demasiado

grandes lluvias se aproximan

el mal de pecho

la luz mala de la carne

ese tajito

el perfume que se va

en cada cosa que pierdo

300 gramos y

¿qué hace el corazón

en estos tiempos?

Puebla

            un mar de autos

las ventanas

el desempleo de las horas

nos sorprende ante el caracol

o la mariposa,

atónitos

gramo a gramo músculos a músculo,

una mano sostiene

                          una valle húmedo

otra mano.






Qué se hace

                  qué se dice

la magnolia

insiste en su gesto luminoso:

abrirse

 en cada noche despiadada,

follaje, follaje, follaje,

bosque precario






el peso de mi cuerpo

el peso de mi amor

exacto

proporcional a la luz

la única encendida en todo el barrio,

esperándome.










*Próximos a publicarse en una antología.

* daguen (original autora)




Nací en el '85, una noche calurosa de octubre, en un sanatorio con nombre de continente helado. De ojos orientales y sangre italiana, pasé mi infancia en las horas lentas de un barrio de casa bajas y calles empedradas.


La casa dónde crecí en Floresta fue construida por mi padre y mi abuelo, así como los vestidos que llevaba y ensuciaba al trepar rampas eran cosidos por mi madre. Algo de esa insistencia obrera, analógica, manual, persiste a la hora de tocar las cosas. De abstraer imágenes del mundo.

La poesía apareció como una lanza, un experimento doloroso con el pasado, la muerte cercana. Una lanza de lado a lado, encendiendo la sangre también. Una pregunta sin respuesta a otras preguntas. Sólo imágenes de posibilidad.

Hoy puedo decir que soy docente, que llevo una actriz y una fotógrafa dentro, y a veces salen a jugar. Estudio Artes y Pedagogía. Confío en trabajar por los derechos y la poesía. Publiqué La última oleada se llevó todo menos esto (Editorial Subpoesía 2013), Eso que no se parte es una respuesta (Difusión Alterna, 2014), Muta (Nulu Bonsai, 2014), Floresta (LFS 2015), Esto pasa: Poesía en Buenos Aires (Llanto de Mudo 2015), Tundra (AñosLuz, 2018), Tranco cabelo, cai um raio (Benfazeja, 2018).



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