Jorge Aulicino: El río y otros poemas | El poeta ocasional

Jorge Aulicino: El río y otros poemas





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Como un amor que se estrangula a sí mismo, 
   así es el río. 
El amor no se tolera a sí mismo y sólo lo tolera 
el que pesca con tanza, el de pocas luces. 
Es mejor, decía, pescar en la oscuridad. 
evitar la pasión, que termina en oscuridad. 
Y no con absurda caña, sino con tanza, cordel 
que tiembla sobre el costado del dedo,
que presiente la gravitación del pez.
El río no se tolera a sí mismo, por eso
se abre, se aparta de todo, lleva
lo que encuentra, que no es mucho, pero
no desespera, se abre más, porque esa es la ley
de la llanura, sobrevolada por loros.
Todo canta a su alrededor. El río lo consigue
pero no escucha cantos: los envuelve, los diluye,
   los lleva.
Liberado de pasión, no de amor, el río no es él mismo.
Una gota de vino cuelga a veces del labio
del pescador, se embriaga apenas, a veces.
Pero no pregunta lo que no comprende.
Apagó todas sus luces, como el río,
al que iluminan apenas el farol de una canoa,
   los astros.


Carpe diem




Muchos creían oír el
sonido del día
y nada oían
sino el sordo caer de la
civilización,
Y a esto el encierro
nos conduce, pero no han
puesto
todavía final a nuestra
cabeza,
y eso es lo mejor que
podemos decir de este eufemismo.
Ya no llueve como antes
llovía: es lo cierto.
No
sobre adoquines como los
de antes,
aunque aquello fuera
también ilusión.
El nombre de la verdad
no era aquel
resplandor sobre unos
techos de teja
después de la lluvia en
el barrio del Aeropuerto;
no los confusos truenos
del cielo o de los aviones
entre nubes gris y
gualda.
Quizá tampoco esa confusión,
fue la verdad. Ni ese
sonido
que llamaste día
y es para mí el de una
rajadura que se extiende
por la totalidad de las
cosas
y sólo oímos vos, yo,
los inútiles que no
tienen
otra cosa que escuchar.



De: "El río y otros poemas", Barnacle, 2019
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