Roberto Echavarren


Doble sueño    




Llevabas el cabello suelto con meneo
que tus pasos exageraban a chasquidos.
Bajabas la calle. Nunca supe de ti.
Tu resplandor quedó prendido
al espejo convexo de un convertible estacionado.
Los árboles rompían el silencio con crujidos.
No era alegre la tarde
— no es alegre el silencio sino tranquilo
y fortificado en sí, cóncavo
en la palma de la mano. Después de tu pasaje
parecía que podías llegar. Alguien podía 
vernos a los dos — en otra parte, ni antes ni después
(al costado). Bajabas
del convertible con tricota rosada .
La portezuela al cerrarse implicó otras subidas y bajadas.
Habíamos estado juntos una vez. En la vida paralela
tuve el hábito de estar cerca de ti.


Nostalgia



Un pobre animal asustado
contra el rincón de la cabina
ya no sale al encuentro de alimentos;
preserva una semblanza,
una concordia, una visita.
El casi cadáver agoniza enfrente.
Podemos vivir solos
pero no sin compañía de los muertos.
Viento negro atraviesa
el boquerón desgarrado.
Entramos en la alberca; gotea lluvia cálida:
aquí ellos acompañan el eco y el silencio.
El casi cadáver, Berenice,
emergió con la tea de la luna 
para mirarte, buscarte todavía —
ojo vidrioso, muda
pero con el ademán
de quien hablará última.
Señala el cielo
con guante transparente que engloba el paisaje
y se ausenta en mitad del recuadro.
Vendrá la muerte, tendrá tus ojos:
avispas oscuras
entre el labio y el plato de fruta.
Habrá una atmósfera cálida.
¿Qué pasó con la visita?
No se transforma sino en ella
misma todo el tiempo:
le creció el pelo, se le mueve por la espalda
negra hasta los zapatos;
se volvió al costado para decir: lindo perro. 


El claro




Ahora puedo escribir en pleno día
sobre el acolchado de la llovizna nivosa.
No lleva a ninguna parte;
deja la luz en desbandada , los ojos
en barbecho. Esta vez
no es como las otras. Ahora
no se trata de escribir al costado del día.
Las trampas de cazar erizos traquetean 
en el vacío. El coto resuena
con el caballo que estuvo ayer.
El Invierno es la estación cuando el cielo, borrado de pájaros,
cruje de súbito junto a un banco de madera.
Fue un pájaro, me dirás; yo podré estar de acuerdo.
Ahora — de día — estamos recogidos
como a la noche.
Ahora sí estamos solos.
No se ve el tiempo en que te perdí.
Podremos tomar café
frente a una ristra de tablas empapadas, en vacaciones.
Ya no sé de ti
salvo en una conversación de cosas.
Ya no sé de ti
— pero el día no sabe nada de nada.
Disponibles, tranquilos
tenso el arco de caza,
esperamos las bestias que han de ofrecer
junto a la verja visitas
por el vapor borradas. 



Roberto Echavarren
ROBERTO ECHAVARREN (1944, Montevideo, Uruguay)
Imagen: Héctor González De Cunco

0 Comentarios