Gracias a Alejandra Boero que publicó en Facebook el primer poema que transcribo aquí, me remito a la búsqueda de poemas de César Simón en el navegador. "A media voz" recopila varios poemas con una breve reseña biográfica. Hoy lo empiezo a conocer.
Las palabras de Orfeo
-¿No estás ahí, no estás?
Y avanza a oscuras,
y se detiene y palpa,
y reclama a lo hueco.
-Pero ¿ acaso no estás ahí,
y este vacío no es tu cuerpo,
y el eco de los cuartos no es tu voz,
y los muros tu carne?
¿Y las vigas no son tus huesos,
y el suelo no son tus pasos,
y el aire del pasillo no es tu aura,
y tu huida las puertas
y mi deseo todo,
y tu presencia nada,
nada,
nada?
Lo que nos diste
Avena diste, nubes.
Diste el silencio de la tierra,
la densa pulsación de un vino
que lamía la carne. Diste el ocre
ribazo que alimenta
esas brozas.
Sabíamos de las piedras
-de noche allí se posan los mochuelos-,
las diferentes copas y los modos
de estar, de ser ásperos, duros,
el olivo, el almendro, el algarrobo.
Para nosotros era el tiempo raudo,
más difícil la llama de la sangre;
pues yo creía ver
en el tostado rosa de la piel
los puntos
de arena aún,
la sal ya seca en finos
encajes, en el pelo aún mojado
de aquella agua del mar que en él olía;
yo allí creía ver algo más hondo
que un fácil cuerno de abundancia.
Oh ribazo clemente, entonces vino
tu cuerpo, vino tu sustancia,
tu hondura, tu volteo
en la luz, en las nubes y la broza.
Vino entonces el acto de las ropas,
tosco, el tanteo de los frutos
que a las manos prendían en sus cepos.
Y nosotros sabíamos, no obstante.
que estábamos perdidos,
hundidos en la tibia madriguera,
en el vergel viscoso de un instante.
Allí, prietos, como un canto rodado
en el lecho del río; allí, entregados,
mas sin perder la aguja que te punza
la frente. Y, por eso mismo,
serios, humanos, con la vida cierta,
verdadera, en sus límites tenaces.
Aquí había de ser la salvación
o no sería nunca.
No, no lo sería.
Así había que ser, amargos
como el baladre en medio de la rambla;
ásperos, duros, como la carrasca;
simples, intensos, sin quererlo ser ,
como el tomillo; sabedores mudos,
como la roca, como el cielo raso,
que allí están y allí insisten, y allí esperan.
Regreso en el tren
Suave
la noche.
Blanca
la espuma, a flor
de labios. Tu cabeza
tronchada, cómo pende
del hombro.
Noche. Las estaciones
del trenecillo suburbano.
Acacias, bugambilias,
nísperos, tras de verjas, los caminos
entre acequias corruptas, de aguas negras
y brillantes. Bultos de moreras,
ásperas cañas de maíz
en dirección al mar. La Malvarrosa.
Ancho vagón de polvo y papelillos.
Cierras los ojos. Sientes
tu cuerpo joven, derrumbado, quieto,
pero germinativo y oloroso
como el estiércol. Sientes
cómo viene el azahar de oscuras fuentes,
cómo se emboscan las barracas
-girasoles, higueras-,
cómo ladran los perros a distancia,
cómo canta la vida desde el fondo
del barro.
Ya viene el mar, ya hueles
su frescor y su sal, su oscura mole
fragorosa. Ya caminas, ya sigues
al lado de las tapias. La Cadena,
el manantial de Sellarim, jardines
rotos, perdidos, de azulejos,
de fuentes y de bancos de azulejos.
Estrellas. Lejos los silbidos
del tren. Oh madreselva,
verdad, oh dispersión confusa,
aquí amaron tal vez -ficus enormes-,
aquí venían en calesa -blancos trajes
de seda cruda, gasas y sombreros
al viento, al mar-, aquí tomaron
zarzaparrilla, helados. Aquí urdieron
entrevistas nocturnas. Tantas cosas
que ignoras, tantos nombres
que ignoras, tanta dicha,
tanta pasión, que tú nunca sabrás.
Y ahora estos jardines
que pasaron de moda, estos solares,
estos faroles rotos, estas tapias
de bambú, de jazmines, de mojadas
pasioneras.
Oh noche, cómo es frágil
tu paso, cómo es joven
tu ropa descolgada y polvorienta;
cómo están secas estas manos
vacías, que te duelen, entre tanta
facilidad. Mas cómo es grande y pura
la ligereza, el temple con que bebes
lo que te dan: la vida misteriosa,
la densidad oscura, informe, vaga;
este total, lejano desvarío
de tus pasos, en medio del perfume
de los huertos, este ir a casa mudo,
prieto, febril, dichoso, ebrio de muerte.
Poeta español nacido en Valencia en 1932.
Se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis sobre Juan Gil-Albert. Fue director del Instituto Luis Vives de Benetússer y profesor de Teoría de la Literatura.Aunque cronológicamente pertenece a la llamada « generación segunda de posguerra», su poesía
coincide con la generación del setenta, década en la que apareció la mayor parte de su obra. Las siguientes publicaciones contienen su obra: Pedregal, "Premio Ausias March 1970", Erosión 1971, Estupor final 1977, Precisión de una sombra 1984, Quince fragmentos sobre un único tema: el tema único 1985, Extravío 1991 y Templo sin dioses, obra con la que ganó el "Premio Internacional Loewe de Poesía" en 1996. Falleció en 1997. © http://www.amediavoz.com/simon.htm
Imagen: www.taringa.net
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