UN silencio caliente una enfermedad mortal
arropa a todos los insectos entre sus vapores indiferentes las sombras no orientan
ni las estrellas cuando el cielo descarnado
enero nos ha desorientado nuevamente
quiere y no quiere quiere y la margarita ya bosteza
yo no sé
dura perdura
se desenrolla como las almas que duermen en los helechos
enero es la simiente del letargo
el capullo de virgo
la razón enarbolada entre cotorras hirientes
chillan cotorrean cantan chillan
hasta quitarle las ganas al verano
nosotros vemos que la piel decrece
el agua sobra
las piernas quieren desesperadamente afirmarse
como un duelo de sátiros entre las flores
pasa lento como el hornero lento
o un manto para las conciencias arrasadas por los meses que avanzan
hacia el comienzo que enero no promete
que enero se saltea
sin querer
sin remordimiento
enero se recuesta entre el plumaje que los pájaros pierden
adentra en la argamasa de lo nuevo
y vuelve a distenderse
como el cuerpo largo de un animal que despierta
LA tristeza de los primeros días persuadió con facilidad a las acacias,
a las gargantas fatigadas y cada tarde
la conversación inadvertidamente
halló sus fuentes en aguas lánguidas y claveles del aire
gentilezas materiales a modo de recuerdos
allí se encuentran las amigas
en el muro de las palabras y la idea del amor
algo inquietas incrédulas de madurez
preguntan por la mañana en los espejos cómo es
cómo estoy aquí
en este rostro que me mira con edad
ríen y raspan la superficie de los comentarios
desfilan con alegría bien intencionada por las habitaciones
espaciosas
como si hubiera bien o cercanía
mientras una necesidad terrible mal trazada se hunde
subrepticia en la zona que no se siembra
y produce pequeños desórdenes en sus tocados
pensamientos de aire confuso
arraigo a los claveles
la bella vejez
hoy tengo un buen día dice
y mira las flores con la punta de los dedos
se cerciora
día a día se cuentan ahora los días de su vida
roza las flores
decide recomenzar con las orquídeas
mientras me cuenta
un interruptor celeste ordena como puede
la partitura inicial de la mañana
olvida que sus ojos no
-la mano o incluso mi relato verán más-
y la escena de pétalos carnosos desata la visión
milagro otra vez entre las ramas negras
detrás de las ramas negras
mi madre tiene hoy un buen día
ochenta y tres años
y un hilo de colores variados
con el que enhebra diaria y delicadamente
su coronilla a los instantes
- alegría de cada siesta en el relámpago-
si dios quiere
yo sólo atino a declinar mi infancia
y alzo las flores ante ella con alegría
como si el abrigo no acabara nunca
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